domingo, 23 de agosto de 2009

Reprimen una marcha contra la ley de educación venezolana


La nueva ley de educación, propuesta por el gobierno de Hugo Chávez, volvió ayer a dividir a los venezolanos que marcharon a favor y en contra de la reforma educativa por las calles de Caracas. Y ambas marchas tuvieron también finales diferentes: la movilización de protesta fue disuelta con gases lacrimógenos por la Policía mientras que la manifestación a favor llegó sin inconvenientes para expresar su apoyo hasta la Asamblea Nacional.

La manifestación opositora fue contenida en la céntrica avenida Libertador, donde fue desplegado un cordón de seguridad para que los opositores chavistas no puedan llegar a la Asamblea (Congreso). La Policía utilizó gases, balas de goma y camiones con cañones de agua para dispersar la protesta, que se mantuvo firme luego de tres andanadas de bombas lacrimógenas que pretendían disolverla.

Según la Policía la represión fue la respuesta al intento de traspasar el cordón de seguridad. El diputado opositor Juan José Molina rechazó la versión oficial como una "mentira", pues "nadie intentó traspasar la barrera" y dijo que denunciarán a los jefes policiales que ordenaron reprimir. "Igual vamos a seguir protestando porque es un derecho en democracia", aseguró.Mientras la Policía arremetía contra los opositores a la ley, una colorida concentración expresaba su apoyo a la ley a pocos metros de la Asamblea Nacional sin incidentes y con la presencia de la presidenta del Poder Legislativo, Cilia Flores.

La diputada recibió un documento de apoyo que fue entregado por representantes del oficialista Partido Socialista Unidos de Venezuela con el grito de "patria, socialismo o muerte".Algunos de los polémicos puntos de la ley, aprobada el 13 de agosto por la Asamblea Nacional de mayoría oficialista, son los que establece el concepto del "Estado docente" que -según los críticos- da mayor control sobre al gobierno sobre todos los niveles de educación.

Además se critica el artículo que prohíbe "la difusión de ideas y doctrinas contrarias a la soberanía nacional y a los principios y valores consagrados en la Constitución de la República"; el que señala que la educación "se fundamenta en la doctrina de nuestro Libertador Simón Bolívar, en la doctrina de Simón Rodríguez, en el humanismo social y está abierta a todas las corrientes del pensamiento", y el que establece que los consejos comunales (órganos de organización vecinal), los pueblos y comunidades indígenas están en la "obligación de contribuir con la formación integral de los ciudadanos, (...) ejerciendo un rol pedagógico liberador para la formación de una nueva ciudadanía con responsabilidad social".

Para la oposición esta reforma intenta imponer a los chicos el modelo chavista y busca controlar a los maestros que no concuerden con el gobierno. Otra de las críticas es que la legislación -que se aplicará desde el 14 de septiembre al comenzar el ciclo lectivo- prevé sanciones a los medios que publiquen informaciones "que produzcan terror en los niños, inciten al odio, atenten contra los sanos valores del pueblo venezolano, la salud mental y física de la población". Para los opositores a Chávez este es una nueva forma del gobierno para controlar la libertad de expresión de los venezolanos.

Chungui, de Edilberto Jiménez

Por Martín Tanaka

Acaba de aparecer el libro Chungui. Violencia y trazos de memoria (Lima, IEP-COMISEDH-DED), del antropólogo ayacuchano y estupendo retablista Edilberto Jiménez. El texto reconstruye la historia de Chungui durante los años del conflicto armado interno sobre la base de testimonios recogidos e ilustrados por el autor; recorriendo sus páginas uno no puede sino emparentar a Jiménez con Guamán Poma de Ayala. Al valor etnográfico y artístico del libro se suman visiones más analíticas propuestas por el propio Jiménez, junto a las de Carlos Iván Degregori y Abilio Vergara.
Chungui es un distrito de la provincia de La Mar en Ayacucho; según la CVR, fue el distrito donde la violencia fue más intensa y atroz. Se registraron 1384 víctimas entre muertos y desaparecidos, un 17% de la población total registrada en el censo de 1981. El informe de la CVR y otras publicaciones ya han dado cuenta de lo ocurrido en Chungui, pero concuerdo con Víctor Vich cuando dice que este quizá sea el libro más contundente publicado sobre la violencia política hasta el momento.
Aproximarse a este tema es muy complicado: las cifras y análisis son fríos, las imágenes y testimonios desgarradores. Este libro permite entrar partiendo del análisis antropológico para llegar al dolor de las personas de carne y hueso, a través del arte de los dibujos de Jiménez. Su trazo limpio nos permite acercarnos a horrores que de otra manera serían intolerables.
El relato de Jiménez da cuenta del surgimiento de Sendero utilizando la escuela pública como espacio de adoctrinamiento, de cómo se impone a sangre y fuego (literalmente) en las comunidades, de lo brutal y equivocada de la respuesta estatal a la insurgencia, de cómo luego surgen las rondas y comités de autodefensa que replican la lógica brutal e impositiva del ejército y los senderistas, de cómo en medio de esto la vida se degrada, al punto que diversos actores utilizan la guerra como pretexto para el pillaje, el robo de ganado, el despojo de tierras, delitos sexuales, e incluso formas de semiesclavitud. De cómo las imposiciones del senderismo se hacen intolerables, y la población se vuelca al apoyo de las fuerzas del orden. De cómo hubo también ronderos y militares “más humanos”.
Nos habla de las terribles secuelas de la guerra, de la necesidad de atender hoy prioritariamente distritos como Chungui. Así, el libro permite, a partir de un caso emblemático, mirar todas las dimensiones de lo ocurrido. De necesaria lectura para quienes aún hoy tienen miradas simplistas y para los jóvenes que no tienen memoria de esos años.
Como dice Degregori en el prólogo, los peruanos tenemos una deuda con Chungui. Un primer paso sería atender a Daniel Juárez Huamán, su alcalde distrital; hoy que hablamos de inclusión, de aumentar el gasto público, deberíamos empezar por lugares como Chungui, como Putis.


El horror de Pucayacu


Hace 25 años La República publicó en primera plana el hallazgo de una fosa clandestina en Pucayacu –en el límite de Ayacucho y Huancavelica– con 50 víctimas enterradas allí. Las imágenes le hablaron al país del horror que se vivía en las zonas de emergencia. Sin embargo, a pesar del tiempo transcurrido, hasta ahora no hay culpables.


Por Raúl Mendoza


Fue un entierro clandestino hallado en una quebrada cuyo nombre podría parecer profético: Pucayacu, que en quechua quiere decir “agua roja”. Contenía cincuenta cuerpos desnudos, maniatados, amordazados, torturados y con un tiro en la cabeza. Un hallazgo impactante que le mostró al país los niveles brutales que podían alcanzar las ejecuciones extrajudiciales realizadas por agentes del Estado en zonas de emergencia.

Si algo se puede decir de Pucayacu, aún ahora, es que sigue siendo la viva imagen del horror.“Hallan fosa con decenas de cadáveres”, puso La República como titular principal en su portada del 23 de agosto de 1984, en la primera de varias notas sobre el caso, exigiendo la verdad y la sanción. Los días siguientes continuó publicando pruebas gráficas de lo acontecido en esos alejados páramos andinos.

“Quienes han optado por sembrar el país de cadáveres inmolados, están contrayendo con el Perú una deuda de vergüenza que el pueblo peruano no olvidará fácilmente”, editorializó. El tiempo le dio la razón.La persona que hizo posible ese descubrimiento y esa denuncia fue Carlos Valdez, corresponsal de este diario en Huanta.

Él recogió el testimonio de un testigo presencial. Alguien que pasaba por el lugar y vio el entierro de los cadáveres a manos de infantes de marina. Ese hombre no fue identificado por su seguridad, pero hoy es funcionario de una institución estatal. Hace unos años estuvo dispuesto a comparecer ante la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), pero al final su presencia se frustró.

“Él me buscó porque yo representaba a un diario con credibilidad, que cuestionaba la gestión del gobierno de Belaunde en el tema de derechos humanos. Yo le garanticé la confidencialidad de su testimonio”, cuenta Valdez. El testigo vio a los infantes de marina cuando arreaba ganado junto a tres peones y también fue visto por los soldados. “Nos obligaron a tirarnos al piso y después nos fuimos”, contó a La República.

La información sirvió para que la Fiscalía de la Nación formara una comisión que viajó hasta el lugar para el levantamiento de los cuerpos. Gustavo Mohme Llona, fundador de este diario, acompañó la investigación en el lugar y la respaldó después. La fosa estaba ubicada en un paraje desolado en el límite de Ayacucho y Huancavelica, a unos 30 kilómetros de Huanta. Una nube de moscas señalaba el lugar.

Las imágenes de ese día servirán siempre para una antología de la infamia. Los cincuenta cuerpos tenían, más o menos, una semana de muertos. Habían sido ultimados a balazos disparados en la nuca y de arriba hacia abajo, según los peritos. Muchos de ellos tenían los dedos cortados para evitar la identificación por sus huellas digitales. Se encontraron casquillos de bala, huellas de botas y de vehículos pesados. También se encontró una libreta militar a nombre de Cirilo Barboza.

Los culpables¿Quiénes fueron los asesinos? El Informe Final de la CVR es contundente: “(Se) ha llegado a la conclusión de que efectivos de la Marina de Guerra del Perú llevaron a cabo la detención arbitraria, torturas y tratos crueles, inhumanos o degradantes, desaparición forzada y ejecución arbitraria de 50 personas (49 hombres y 1 mujer) cuyos cuerpos aparecieron enterrados en las Fosas de Pucayacu, distrito de Marcas, provincia de Acobamba, departamento de Huancavelica, el 22 de agosto de 1984”.

Veinticinco años después ninguno de quienes tuvieron responsabilidad fue sentenciado por el hecho. Las investigaciones acusaban a Alberto Rivero Valdeavellano, jefe militar de Huanta y La Mar; Álvaro Artaza Adrianzén (a) “Comandante Camión”, jefe de la infantería de marina de Huanta y La Mar; y Augusto García del Barco, jefe de la base contraguerrilla de Huanta.“El fuero civil les abrió proceso, pero el fuero militar interpuso contienda de competencia y la Corte Suprema –como ocurría normalmente en esos años– le entregó el caso.

Allí todos fueron absueltos por falta de pruebas y el caso se cerró”, cuenta la abogada Karim Ninaquispe, de la Asociación para el Desarrollo Humano Runamasinchiqpaq (Adehr), que patrocina varios casos de desaparición forzada en Ayacucho, entre ellos el “caso Huanta”, vinculado a Pucayacu.¿Quiénes eran las víctimas de Pucayacu? “Se cree que en esas fosas estaban los cuerpos de personas que fueron detenidas por los infantes de marina en Huanta y llevadas al estadio de la ciudad durante julio y agosto de 1984.

Entre esos detenidos también estaba Jaime Ayala Sulca, corresponsal de La República”, dice Karim Ninaquispe. Unas cincuenta y siete personas desaparecieron en Huanta los días previos a la aparición de los cuerpos en Pucayacu.

Un dato: Cirilo Barboza, cuyo documento de identidad se encontró en Pucayacu, fue detenido en Huanta. Para Gloria Cano, abogada de Aprodeh, que también patrocina a tres familias del “caso Huanta” el vínculo con Pucayacu está claro y la responsabilidad de los militares está probada incluso por autoría mediata.

“El general Adrián Huamán, jefe político-militar, negó siempre ser responsable, pero lo es porque todo era reportado a él. No tomó ninguna acción de sanción contra los culpables. Y los oficiales de marina en Huanta, como “Camión”, controlaban cada una de las patrullas que salían de la base ¿Cómo no iban a saber lo que pasó?”, precisa. “Camión” se hizo pasar por muerto –incluso con resolución en El Peruano– cuando años después el caso amenazó con reabrirse en el fuero común.Ese agosto de 1984 los cuerpos de Pucayacu fueron trasladados al cementerio de Huanta y enterrados allí, en dos fosas.

Debieron pasar 25 años para que una de ellas fuera reabierta en marzo pasado. Cuatro de los 37 cuerpos que se hallaron fueron identificados por marcas y señas antropométricas. El resto permanece como NN. Con pruebas de ADN se espera identificarlos. Quizás entonces sus familias encuentren algo de consuelo. Aunque la impunidad todavía subsista. ¿Y Jaime Ayala?Se ha especulado mucho acerca de la posibilidad de que Jaime Ayala Sulca, corresponsal de La República en Huanta –desaparecido por la marina el 2 de agosto de 1984– estuviera entre las víctimas de Pucayacu.

Para la abogada Karim Ninaquispe, que patrocina a su familia, es una posibilidad. No obstante otras versiones indican que el periodista fue asesinado y enterrado en algún lugar de la base huantina. En la última exhumación realizada en marzo de este año en el cementerio de Huanta –a donde se trasladó a las víctimas de Pucayacu– se abrió una fosa que contenía 37 cuerpos y se identificó preliminarmente a cuatro personas en base a fichas confeccionadas con ayuda de sus familiares.

Ellos son Julián Naupari, Yuri Agama, Cirilo Barboza y Nemesio Fernández. “Se realizarán las pruebas de ADN a todos los cuerpos en Lima y ahí se confirmará o no el nombre de los cuatro identificados y de los demás”, dice Ninaquispe. ¿Aparecerá entre esos restos Jaime Ayala? La ciencia dará la respuesta.


‘La izquierda peruana jugó a democracia y lucha armada’


Se cumple un nuevo aniversario de la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad, sin duda el documento más trascendente para los peruanos en lo que va del siglo. Una buena ocasión para dialogar con Salomón Lerner, ex presidente de la CVR.

Por
Federico de Cárdenas


Llegamos al sexto aniversario de la entrega del Informe de la CVR. ¿Qué reacción te suscita?–Diría que sentimientos encontrados. De un lado, la confirmación íntima de que se hizo un buen trabajo y que la CVR entregó un documento de referencia para la vida del país, un texto del cual no tenemos nada de qué arrepentirnos en el sentido de haber distorsionado ni planteado tesis que favorecieran la violencia.

Pero frente a esa convicción no puedo dejar de sentir también una frustración por la respuesta de la sociedad y del Estado. Ese manto de olvido y de indiferencia que denunciamos respecto de lo que sucedía en los años de violencia en el interior del país. Se quiere dar por zanjado un periodo de nuestra historia que debe ser analizado, servir de punto de partida para una superación de nuestra vida social.

Felizmente existe una serie de instituciones y personas que no se olvidan del Informe y que dedican su vida a denostarlo. De una manera –aunque sea paradójica– lo mantienen con vida y colaboran a que tenga vigencia.

Al atacar el Informe se hacen defensores del recuerdo y hacen que la gente lo lea. Entonces se dan cuenta de que en él no se defiende terroristas y se condena de modo frontal a SL y su ideología totalitaria y demencial, identificándolo como responsable de la violencia y principal violador de los DDHH.

Al mismo tiempo se destaca la labor de las FFAA y PNP como defensores de la sociedad, aunque esto no significa que se acepte ciertos actos violatorios de los DDHH cometidos como resultado de una mala estrategia.–El Informe, por otra parte, también responsabiliza a la izquierda peruana. Con lo cual no resulta cierto que tenga una visión sesgada.–Así es.

Responsabilizamos a la izquierda por no haber tomado distancias con la lucha armada planteada por SL cuando este surge, porque jugaron a dos tableros: el de la democracia y el de la lucha armada.

Claro, luego se dan cuenta de que las primeras víctimas de esa violencia son ellos, pues SL rechazaba a la izquierda en su totalidad.–Me hablabas de sentimientos encontrados...–Sí. Es satisfacción ante el deber cumplido, por haber dejado al país un documento que retrata una época de violencia y sus antecedentes e indica caminos de salida mediante reformas y reparaciones, un camino que señala lo que se puede hacer para que exista inclusión entre peruanos.

Y también es frustración por lo que ya te dije.–La CVR disponía de un periodo determinado para realizar su trabajo. ¿Hay algo que dejaron de hacer?–Muchas cosas. Creo que debimos tomar más testimonios. Fueron cerca de 18,000, pero pudimos incrementarlos. Debimos haber hecho una mayor difusión de nuestra tarea a través de los medios, de modo que se entendiera cuáles eran las metas.

Y debimos vincularnos más a la población afectada porque –y esto se comprobó a posteriori– la gente de provincias nos comprendió mal. Creyeron que la CVR era la institución que venía a dar reparaciones. Como ellas no llegaron por la indiferencia del Estado, muchos culpabilizan a la Comisión. Pese a lo anterior, sigo pensando que una Comisión como la CVR debe tener tiempo de vida limitado.

No puede permanecer investigando años y, además, debe hacer un pronunciamiento lo más abierto posible, sin cerrarse a ningún aspecto de la realidad y rehuyendo cualquier dogmatismo.–¿En qué diferenciarías el Informe peruano de aquellos realizados por las Comisiones conformadas en Chile, Argentina, Guatemala o Sudáfrica?–Nuestro Informe contiene algunas reflexiones filosóficas.

Una de ellas es sobre la verdad. Señalamos que la verdad que buscábamos no era una teorética; tampoco una verdad estadística o científica sino una verdad moral, porque nuestra investigación tenía que ver con actos humanos y, por tanto, con responsabilidades. Como verdad moral no se situaba tanto en la perspectiva de lo cierto y lo falso. Lo tomábamos en cuenta, claro, pero no para llegar a una verdad inmutable, sino a una de diálogo, una verdad común, al servicio de la sociedad y completable por una memoria fiel y ética.

Mientras no exista esta rememoración colectiva, quedará incompleta.Reparaciones y procesos–El tema de las reparaciones, ya lo has adelantado, es un punto álgido. ¿Existe alguna diferencia entre el gobierno de Toledo y el actual en el trato dado?–Ninguna. Lo que hay de común en ambos es la promesa de las reparaciones y el incumplimiento de las mismas. Toledo, al mes y medio del Informe, pidió perdón a nombre del Estado y señaló que habría reparaciones, pero solo colectivas.

Al final no hubo nada. Debo señalarlo, aunque no es mi intención pelear con el ex presidente, que nos dejó trabajar con entera libertad y sin intervenir para nada. Con García estuve en Huanta, y también le escuché prometer reparaciones. Su gobierno confunde con habilidad reparaciones con gasto social.

–¿Y en el caso de algunos procesos sobre casos emblemáticos de abuso de los DDHH que la población recomendó?–Algunos se han judicializado y otros están en trámite. La CVR eligió solo 47 casos representativos, pues ante la magnitud de juicios que debieran realizarse nos limitamos. Puede decirse que en el terreno de lo simbólico se ha hecho justicia. Los cometidos por los terroristas fueron juzgados.

Para avanzar en los restantes, como indicamos –y no es que les tuviéramos inquina a las FFAA– es necesario identificar a sus autores, que trabajaban bajo alias y de los que se dice no pueden ser revelados porque los archivos han sido destruidos. También es cierto, de otro lado, que con el proceso y condena a Fujimori por sus violaciones a los DDHH se ha avanzado mucho en el terreno simbólico, al ser el principal responsable –desde su cargo de Jefe del Estado– de esas violaciones.

Un lugar de memoria–Pasemos a ver lo del Museo. En un comienzo una negativa rotunda del gobierno a autorizarlo y luego hubo una saludable rectificación, resultado del diálogo entre MVLL y el presidente García.–Previamente hubo un artículo muy fuerte de Mario contra el rechazo y también una carta pública que él encabezaba, reprochando al gobierno su resistencia.

–Me decías que no es exactamente la idea del Museo la que está prosperando.

–Sí, y vale la pena aclararlo, porque ya han habido malas interpretaciones y ataques infundados. No se trata propiamente de un museo, sobre todo si es que se asocia la palabra a la relación que puede entablar alguien que visita un lugar para tomar conocimiento de un pasado que ya se alejó y no le concierne.

Para nosotros –hablo de la comisión ad hoc– tiene que ser un lugar vivo, que hable a la persona que lo visite no solo del pasado sino sobre todo del presente; que lo haga pensar que esos 20 años de violencia son consecuencia de una historia; en suma, que hay un antes y un después y que queda una tarea por hacer.

Lo concebimos como un lugar al cual puedan acudir investigadores, o gente que quiera saber más de lo que ocurrió y acaso ubicar la huella de un familiar desaparecido en los años de violencia. También será un lugar donde se muestre el trabajo de artistas de mucho talento que han trabajado sobre el tema de la violencia y han logrado obras significativas en las artes plásticas, el arte popular, la música, el cine, etc.

–Están bastante alejados de la idea tradicional de lo que puede ser un museo.–Así es, por eso resulta fuera de lugar la polémica que se intenta hacer sobre museos de la memoria sembrados en todo el país –que además ya existen en Huamanga y otros lugares–. Se trataría más bien de exposiciones itinerantes.Verdad y reconciliación

–¿Que responderías a aquellos que objetan el trabajo de la CVR diciendo que insistieron en la verdad pero descuidaron la reconciliación?–Fue Toledo quien, con buena intención y escuchando una voz sabia como la de Hubert Lanssiers, agregó el término de reconciliación. Todos entendimos que no hay reconciliación sin verdad y que esta última conduce a ella. Nadie puede reconciliarse en el error.

Pero –lo decimos en el Informe– del mismo modo como no nos tocaba reparar a las víctimas ni reformar el Estado, tampoco nos tocaba la tarea de reconciliar a los peruanos, una tarea de muchos años, sino plantear los caminos que conduzcan a la reconciliación, un proceso largo y penoso que se dará cuando todos sean ciudadanos de pleno derecho y podamos procesar nuestras discrepancias con tolerancia, respeto y sin exclusiones.

–¿Estás de acuerdo con la idea de que el Informe hizo posible que se iniciara un proceso de duelo que no ha terminado?

–Sí. Es un proceso de duelo que, además, no debiera limitarse a 20 años sino abarcar una historia que tenemos que cambiar. Una historia en la que la mujer, el indio, el cholo, el negro, el pobre, el campesino han sido reunidos bajo el concepto que acuñó Gustavo Gutiérrez: los in-significantes, los que nada significan. Quiero decir que el duelo no debe manifestarse solo como pesar, sino como impulso para hacer algo con ese dolor y lograr que las cosas cambien.

Perfil•

Profesión: Filósofo y docente universitario.• Estudios: Letras, Derecho y Filosofía. Bachiller en Derecho por la PUCP. Doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina (Bélgica).• Cargos: Ex rector de la PUCP (1994-2004), de la que es rector emérito. Ex presidente de la CVR. Ex presidente de la Unión de Universidades de América Latina (UCAL). Presidente de la Sociedad Filarmónica y de la Filmoteca de de la PUCP. Docente de filosofía. Miembro electo de la Academia Peruana de la Lengua.

“Toda mi vida viví como un cautivo de Sendero Luminoso“



Exclusivo. la historia de ‘pedrito’, un joven que fue utilizado como ‘masa’ desde niño. Este es el testimonio mde un adolescenteque escapó de un campamento terrorista, ubicado en la zona de Vizcatán, después de estar 15 años secuestrado.


Rocío Maldonado


Tímido, menudo, de figura frágil y mirada esquiva, “Pedrito” (como lo llamaremos) vivió 15 de sus 17 años de vida en cautiverio bajo el terror de Sendero Luminoso en la zona del VRAE. Así fue hasta que hace un año decidió escapar en busca de su libertad. “Aproveché que me habían mandado a vigilar una zona alejada de la base y me escapé. Tenía miedo pero quería conocer otra vida.

Yo no me sentía bien allí”, señala PedroY no era para menos, “Pedrito” formaba parte de la ‘masa’, el último eslabón en la jerarquía que ha establecido Sendero Luminoso, la cual es utilizada para servir a los terroristas, militantes y la cúpula.La ‘masa’ tiene la misión de cargar las ollas, cocinas, radios, provisiones, equipos y cuanto se necesite durante el traslado de la ‘base de apoyo’, como se les llama a los campamentos temporales que establece SL en la espesura de la selva.

Asimismo, los miembros de la ‘masa’ deben transportar droga de un lugar a otro, según las indicaciones de los responsables de la base, previo acuerdo con los narcotraficantes. El inicio del horror1991. “Pedrito” tenía solo ocho meses de nacido cuando fue secuestrado junto a su familia por comandos de Sendero Luminoso que irrumpieron en una zona de la provincia de Churcampa, Huancavelica, y desde que tiene uso de razón su vida transcurrió en el monte obedeciendo órdenes.

“Mi mamá me dijo que entraron al pueblo y se llevaron a mucha gente para reclutarla a su servicio”, dijo a esta periodista.Desde aquel nefasto día, Pedro, su hermano mayor y sus padres empezaron una vida de servidumbre que solo terminó con la muerte, como es el caso de su madre y hermano, mientras que con su padre se comunicó por última vez (por radio) en el 2005.

“Mi hermano murió de anemia cuando era niño y mi mamá de pulmonía. De mi papá no sé si estará vivo o muerto”, refiere.

Pedro cuenta que su ‘servicio’ empezó cargando leña y agua, luego a los 10 años le enseñaron a disparar un arma, pero fue solo para entrenamiento pues nunca participó en un ataque terrorista. A los 13 años aprendió a leer y escribir.¿Y la doctrina maoísta? Pedro dice que los 15 niños y luego adolescentes que se criaron con él en la ‘base de apoyo’, recibían dos horas de doctrina a cargo de un profesor, pero que no se les permitía leer un libro.

Pedro señala que una de las razones principales que lo motivó a huir fue la injusticia que observó en la ‘base’, pese a que en el discurso los ‘responsables’ predicaban la igualdad entre todos y criticaban al gobierno.

“La injusticia se ve desde la comida, nuestro almuerzo casi siempre era una sopa de maíz o yuca, pese a que nosotros sabíamos que había mucho dinero porque los narcotraficantes pagaban muy bien por el transporte de la droga”, indica.“El objetivo sigue siendo el poder”Según el testimonio de ‘Pedro’, el camarada ‘José’, máximo mando en la zona del VRAE, visitaba su base una vez al año para ofrecer un discurso .

“José hablaba de la revolución, del Partido Comunista Peruano, de que la revolución llegará del campo a la ciudad y que tomarán el poder. Que vencerán al viejo Estado. Allí no se habla de Sendero Luminoso sino de PCP”.El adolescente además confirmó que la facción de SL, liderada por ‘José’, no reconoce que estén solo al servicio del narcotráfico, sino que consideran su relación con los narcos como un medio para obtener dinero, comprar provisiones, alimentos, armamento, etc.

Respecto de la facción del otro cabecilla, el camarada ‘Artemio’, Pedro refiere que “en Sendero no quieren saber nada de él porque lo consideran un traidor a la revolución porque se ha prestado a un acuerdo revisionista, mientras que para ellos su objetivo sigue siendo llegar al poder”.

’Pedro’, tras lograr su libertad, vive en una zona del VRAE y su viaje a Lima, donde lo ubicamos, se debe a que logró un contacto con la Policía, que le está brindando su apoyo para lograr reinsertarse plenamente a la sociedad: “No tengo documentos y quiero salir adelante porque lo vivido fue una etapa de secuestro y de horror”.



La barbarie dibujada

Mientras el retablista y antropólogo Edilberto Jiménez escuchaba los desgarradores testimonios de los pobladores afectados por el terrorismo en este distrito ayacuchano, hacía sus primeros trazos con lápiz y papel. Ahora que acaba de reeditar “Chungui: violencia y trazos de memoria” (IEP), un libro que humedece los ojos, es tiempo de recordar el horror vivido en esta comunidad.


Adiós pueblo de Chungui perlaschallay

A conquistar bases de apoyo perlaschallay

Por los campesinos pobres perlaschallay

(Canto subversivo adolescente, 1984).


Por Ghiovani Hinojosa


El llanto infantil no tuvo aquí nada de tierno. Nada de reclamo ni de majadería. El llanto de los niños en este enclave de la puna ayacuchana los llevó a la muerte. Los senderistas, que habían obligado a los pobladores de Chungui a seguirlos en su retirada por los montes, reprimían con crueldad el más leve sonido que saliera de boca de los menores. Patrullas del Ejército los acechaban. “Cuando venían los militares, los niños tenían que estar calladitos.

Pero a veces el hambre y la sed los hacían llorar. Por eso los senderistas ordenaron matar a todos los niños en Huertahuaycco (1985). A las mujeres les obligaron a matar a sus hijos y también ellos mismos los mataron ahorcándolos con soguillas y también con sus manos les aplastaron sus cuellitos”, es la atroz revelación de un chunguino.

Ahora que Sendero Luminoso es una fuerza marginal que sobrevive gracias al narotráfico, es posible descubrir los episodios más siniestros de la violencia que este movimiento desató en el país hace 25 años. Como el de este desborde de sangre registrado en el distrito ayacuchano de Chungui, donde, según la Comisión de la Verdad y Reconciliación, el conflicto armado interno alcanzó sus cuotas más altas de muerte. Se estima que allí murieron 1,384 peruanos entre 1983 y 1994.

Este lugar extraviado en la periferia de la provincia de La Mar fue uno de los que derramaron más sangre (y lágrimas) en medio del silencio gélido del monte: el 17% de su población cayó abatida a manos de terroristas, ronderos, militares y policías.“Si la violencia hubiera azotado con la misma intensidad la capital, en Lima hubieran desaparecido por completo los distritos de La Molina, Miraflores, San Isidro, Surco, Surquillo, Villa María del Triunfo y Villa El Salvador”, compara el antropólogo Carlos Iván Degregori, tal vez con el afán de zamaquear las conciencias capitalinas más aletargadas.

La inefable crueldad de las matanzas, la deshumanización generalizada de sus protagonistas y el salvaje despojo de valores sociales tan sensibles como el nombre de las comunidades, hicieron de este un pequeño infierno en plena sierra peruana.

Oreja de PerroComo la región Ayacucho –vista en el mapa– tiene la forma de un can echado de costado, y como La Mar parece la parte posterior de la cabeza de este animal, Chungui naturalmente viene a ser la Oreja de Perro. Con esta singular denominación bautizaron a esta zona los miembros de las Fuerzas Armadas que llegaron desde 1983 para colaborar con los “sinchis” o policías especializados en la lucha contrasubversiva.

Ya entonces este pueblo estaba encaminado a ser parte del “nuevo Estado” senderista bajo la dirección de los camaradas “Franco” y “Eduardo”, quienes desde principios de la década se habían infiltrado a través de la frontera con Apurímac.

En esos primeros años, los partidarios de Abimael Guzmán habían captado la simpatía de algunos chunguinos, tras promover la educación escolar para sus hijos, un derecho que los hacendados les habían negado una y otra vez.

Según algunos testimonios, el colegio Túpac Amaru II, uno de los primeros en aparecer en el distrito, fue abierto por estudiantes de la Universidad San Cristóbal de Huamanga, que solía recibir las visitas de Osmán Morote. Este llegaba con literatura maoísta bajo los brazos. Poco después empezó la sangría.

El siguiente paso fue revocar y asesinar a las autoridades locales, y “limpiar al Nuevo Estado de los ladrones, brujas, adúlteros, abusivos y terratenientes”, según relató un poblador el 2004.Durante este proceso, Sendero no solo mató a campesinos por no compartir sus ideas o por colaborar supuestamente con el Ejército, sino también por razones insólitas.

“En Putucunay asesinaron a Serafina Lima ‘por estar pensativa y triste’. En otros pueblos, campesinos de ambos sexos corrieron la misma suerte ‘por haber venido de Lima’, ‘por ir a cosechar papas’ y ‘por ser mujeres divertidas con los casados’”, recuerda Degregori. Lo peor de todo llegó cuando los terroristas se sintieron acorralados por los policías y por los militares, y obligaron a los chunguinos a correr con ellos a la puna.

“Éramos como venados”Las “retiradas” empezaron en el verano de 1984 –el año más crítico, ya que se cometieron 91 asesinatos y 32 masacres o matanzas simultáneas de grupos de cinco a más personas–. Los senderistas organizaron repliegues masivos a las zonas más altas del distrito. Allí se refugiaron en condiciones inhumanas e inclementes.

“Nos obligaron a vivir ocultos como animales en el monte, con hambre, sed y muertos de frío (…) Junto a nuestros hijos, cargamos lo poco que pudimos: algunas frazaditas, pellejos, ollitas y maicitos. Ante cualquier ruido quedábamos en silencio y cuando llegaban helicópteros corríamos a ocultarnos, éramos como venados; así era la vida”, narró un sobreviviente de la zona de Belén Chapi.

Sin proponérselo y en medio de confusiones, sangre y rencor, todos los habitantes de Chungui eran senderistas para las fuerzas del orden. Tal fue el temor de ser divisados por las patrullas del Ejército que los jefes senderistas no solo ordenaron la matanza de perros, gallinas y cuyes –para garantizar el silencio–, sino que actuaron con una insensibilidad aterradora frente a los niños cautivos.

La estrategia oficial para reconquistar a la población se nutrió, en la práctica, de las mismas técnicas de sometimiento, torturas, vejámenes y asesinatos ejecutados por los subversivos. Una pobladora relató que en 1984 los militares capturaron a su esposo, quien era acusado de senderista, lo colgaron de un árbol y dijeron: “No deben llorar, el que llora es un terrorista y debe morir.

A la mala hierba se le debe matar, esa es la ley, matar y matar”. Incluso, se sabe que los Comités de Autodefensa, integrados por los propios chunguinos y por elementos de la Policía y el Ejército, también actuaron muchas veces inmersos en este contexto generalizado de impiedad.¿Y la estrella?

En las elecciones de 1985, ocurrió en Chungui algo inédito en la historia del Perú contemporáneo: “el 99.5% de asistentes a las urnas dio el 100% de votos a los candidatos del APRA”, detalla el antropólogo ayacuchano Carlos Iván Degregori.

Solo siete pobladores de todo el universo electoral (1473) no fueron a votar. Si bien se conoció luego que muchos ayacuchanos fueron presionados a elegir esta opción política por los militares, también es cierto que buena de parte de ellos depositaron su confianza en el partido que hoy gobierna el país.Desgraciadamente, en este distrito persisten las condiciones que posibilitaron la violencia hace poco más de 25 años: según el Mapa de la Pobreza de Foncodes (2006), el 100% de pobladores no tiene electricidad, el 93% carece de agua potable, la desnutrición alcanza al 55% y el analfabetismo femenino afecta al 34% de la población.

Ojalá que la barbarie dibujada por Edilberto Jiménez remueva conciencias, despierte sensibilidades y, sobre todo, ponga las manos a trabajar. Arte comprometidoEdilberto Jiménez fue promotor de comunicación y cultura del Centro de Desarrollo Agropecuario en la zona de Chungui en el periodo posguerra interna.

Colaboró con la Comisión de la Verdad y Reconciliación suministrando los testimonios que recopiló y localizando algunas fosas comunes. En los últimos años ha participado en una investigación similar referida a la matanza de Lucanamarca, en 1983.


Evo Morales ¿Cómo responderle a un pobre lenguaraz?

Evo Morales sigue con su sarta de ataques contra el Perú, planteando otra vez el problema de qué hacer frente a un lenguaraz empedernido que –ahí está el detalle– preside un país vecino dentro de una complicación creciente de la geopolítica regional.Hace tres meses nos planteamos la misma pregunta en esta columna, luego de que el presidente Morales ‘amenazara’ con romper la relación diplomática con el Perú, y concluimos que lo mejor era actuar con prudencia e indiferencia frente a alguien cuya lengua es más rápida que su cerebro.
Aunque desde entonces Morales ha intensificado los ataques, hoy seguimos pensando igual. Hace tres meses le molestaban el asilo a los ex ministros bolivianos y la demanda limítrofe contra Chile, y ahora ha ampliado el repertorio.
Primero, con la afirmación de que la derecha boliviana ha contratado mercenarios peruanos para cometer atentados y desestabilizarlo, deslizando un auspicio del gobierno peruano. Segundo, con la idiotez de que una candidata peruana en un concurso internacional de belleza no puede usar el traje típico de la diablada, amenazando, incluso, con el ridículo de poner esta ‘disputa’ en la corte internacional de La Haya.
¿Por qué la obsesión de Morales con el Perú? Una posibilidad es que sus ataques tengan una motivación estratégica; por ejemplo, actuar por encargo de su patrón Hugo Chávez, o creer que enemistándose con García será recompensado por Chile.Otra explicación podría ser su necesidad de afirmarse en el frente interno de cara a la elección que viene, para lo cual busca un enemigo externo como el Perú.
Y otra es que estemos frente a un lenguaraz empedernido, uno de esos loquitos que ‘escuchan voces’ y no pueden vivir sin insultar. Mirko Lauer recordó ayer en su columna que el Perú no es el único objetivo en la mira de la metralleta verbal del presidente Morales.¿Qué hacer? Cuando este boca floja disparó hace poco contra Chile y Argentina, sus gobiernos protestaron y Morales ofreció disculpas.
Pero ‘cuadrarlo’ no va a servir en el caso peruano; al contrario, eso busca con desesperación.¿Quién no se ha topado alguna vez con esos loquitos atolondrados que buscan hacerse de un espacio en la vida a costa de insultarnos sin sentido, atacando desde las ideas hasta los kilos que uno carga? Hay enemigos que es mejor evitar porque nos pueden desprestigiar. Frente a esa pobre gente que vive con la mierda revuelta, es mejor no hacerles caso y dejar que se sigan revolviendo en ella.
Así, el Perú debe seguir respondiendo las impertinencias inagotables de Evo Morales con indiferencia, que es lo que hacen, con acierto y paciencia, el presidente García y el canciller José Antonio García Belaunde.


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