miércoles, 14 de noviembre de 2012

Soras: El Colectivo De la Muerte


               Testimonio : Masacre desconocida que terminó con la vida de 104 personas recuerda que Abimael Guzmán planeó multitud de asesinatos en masa. 
                            
Imagen inédita, julio de 1984. Foto proporcionada por los hermanos Jáuregui, sobrevivientes de la matanza que diezmó a un pueblo y que se mantuvo prácticamente en el olvido.
Más fotos en : http://www.caretas.com.pe/Main.asp?T=3082&idG=42504&idI=43809

Son postales salidas del infierno. Celestino Jáuregui sobrevivió a un machetazo en la cabeza. A su mujer la encontraron muerta mientras él yacía inconsciente, también supuestamente asesinado. Su bebé de poco más de un año amamantó del cadáver por una noche en la intemperie, lo que le permitió conservar la vida.
Es una escena de la masacre de Soras en la provincia ayacuchana de Sucre. Hechos casi desconocidos ocurridos el 16 de julio de 1984.
En su libro recientemente publicado, el líder senderista Abimael Guzmán reitera durante varios pasajes su inocencia en torno a otra masacre más famosa, la de Lucanamarca. Tal insistencia no es gratuita. En 1988 ofreció a El Diario la autodenominada “entrevista del siglo” y allí explicó cómo fue que la propia cúpula de Sendero Luminoso ordenó el terrible crimen que segó la vida de 69 hombres, mujeres y niños: “Respondimos con una acción devastadora”, reconoció entonces. “En algunas ocasiones, como esa, fue la jefatura central misma quien planeó la acción y dio las instrucciones”.
Guzmán pretendió demostrar en su defensa judicial que nunca ordenó la masacre y distanciarse así de las macabras acciones que instigó durante doce años. Su negación es un chiste de pésimo gusto. Más cuando es la única matanza senderista que se digna mencionar en el libro.
“EN ALGUNAS OCASIONES”, dijo Guzmán. La verdad es que hubo decenas de lucanamarcas. Jesús Aliaga, del programa de reparaciones colectivas, considera que urge judicializar “cientos de masacres senderistas cometidas en comunidades campesinas y nativas sobre las cuales Abimael Guzmán y dirigentes como Osmán Morote aún tienen que pagar”.
En un país tan desconectado como el Perú, la profundidad de algunas heridas puede conocerse en verdad después de décadas.
Diómedes y Olimpio Jáuregui, niños sobrevivientes de la matazón, asistieron confundidos entre más de quinientos asistentes a la ceremonia en el patio de honor en Palacio de Gobierno el pasado viernes 2. Allí se entregaron cheques a las comunidades afectadas por la violencia. Y Soras figuraba en la larga lista de crímenes imperdonables que ahora Guzmán pretende omitir.
ERA UN MACABRO ENGAÑO. Feliciano Jáuregui acudía en camino a la reunión pactada en el segundo piso del local municipal. La oscuridad le obligó a encender su linterna y observó horrorizado cómo el reguero de sangre anegaba las escaleras. Huyó y comenzó a alertar a la población.
Sendero Luminoso perpetraba así el último capítulo de un día que los habitantes de Soras no pueden superar hasta hoy.
Como ocurrió con otros casos, como el propio Lucanamarca y los distritos vecinos de Saccsamarca y Sancos, la sangrienta ofensiva senderista se desató en venganza por el levantamiento de los campesinos contra los terroristas.
Olimpio Jáuregui –sin parentesco directo con Feliciano ni Celestino– era militante aprista y presidente de la comunidad. Desde que Sendero comenzó su trabajo en la zona persuadió a los demás comuneros para que no se vinculen con los maoístas. Su hijo Diómedes recuerda que “lo tomaron prisionero a las tres de la madrugada del 26 de noviembre de 1983”. Lo pusieron de rodillas en la plaza junto con otros dos campesinos y los ejecutaron a las 11 de la mañana. “La comunidad no entendía lo que era un juicio popular”, recuerda Olimpio, otro de sus hijos. Diómedes fue testigo del asesinato de su padre a sus doce años. “Le pegaron el letrero del soplón”, recuerda.
La brutalidad de los terroristas ya era notoria. Olimpio y otro campesino fueron muertos a bala. El tercero, Juan Miranda, iba a ser asesinado a machetazos en el cuello. Pero a pesar de las bárbaras heridas vivió once años más.
Hartos de los abusos, los comuneros capturaron en 1983 a dos mandos senderistas que fueron castigados con latigazos y luego puestos en libertad. Las acciones de los maoístas se incrementaron en los meses siguientes y los dos mandos fueron capturados de nuevo, siendo entregados a los sinchis. No se supo más de ellos.
LA REVANCHA dejó un largo reguero de sangre. La madrugada del 16 de julio de 1984, fecha de la fiesta patronal de Soras, un grupo de terroristas emboscó un bus de la empresa El Cabanino en la comunidad de Pallcas. Allí mismo asesinaron a 36 personas a punta de picos, cuchillos y pedradas a la cabeza. Dos sobrevivientes partieron a Pallcas a buscar ayuda. Uno murió en el camino. Otros dos escaparon: un fotógrafo que vive hasta hoy y un adscrito al ejército. Según Diómedes Jáuregui, cuando se presentó ante la base militar horas después fue acusado de ser infiltrado de Sendero y desaparecido.
Los terroristas dejaron vivo al chofer del bus, Constantino León, y lo obligaron a seguir la marcha fúnebre. Siguieron al anexo de Doce Corrales donde asesinaron por lo menos a tres personas más. En la localidad de Chaupihuasi se hicieron pasar por una patrulla militar. Reunieron a la población en la escuela y mataron en total a un número cercano, según el recuento de Diómedes, a “medio centenar” de personas, entre las cuales había mujeres y niños. Hubo violaciones y ensañamientos con las mujeres. Quedaron cinco comuneros vivos en Chupihuasi. Un borrachito se salvó por estar durmiendo la mona.
Entre los heridos graves estuvo Julio Condori, que intentó defenderse y arrebató la ametralladora a uno de los senderistas. Pero no logró disparar. Le reventaron el ojo derecho con una gran piedra y lo abandonaron, dándolo por muerto. Hasta hoy arrastra las secuelas.
En la plaza del pueblo volvieron a presentarse como militares y convocaron a una reunión en el segundo piso del local municipal. “Escuchamos dieciocho disparos seguidos. Tiro por tiro”, narra Diómedes Jáuregui. Igual número de víctimas mortales hubo en el último capítulo de la historia de terror que Sendero Luminoso perpetró en Soras. Fueron 104 muertos en total. (Enrique Chávez)

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