lunes, 7 de diciembre de 2009

Haya, entre las balas y los votos


Por Nelson Manrique

En un nuevo comentario, que agradezco, Martín Tanaka opone a mi juicio negativo sobre Haya de la Torre por el “abandono de los ideales revolucionarios originales” una evaluación positiva: “Si miramos la conducta de Haya no desde la inconsecuencia revolucionaria, sino a la luz de los procesos truncos de aparición de una comunidad democrática, la estrategia del APRA, de abandono de estrategias insurreccionales por vías electorales y búsqueda de acuerdos políticos con sus adversarios, no resulta negativa” (“¿Inconsecuencia o aprendizaje democrático?” LR, 29/11/2009).

Que yo reprochara a Haya su “inconsecuencia revolucionaria” tendría sentido si en algún momento la estrategia electoral y la insurreccional hubiesen sido para él excluyentes. Pero lo que muestro en mi libro es que desde 1928, cuando intentó lanzar su candidatura presidencial por primera vez, Haya consideró la vía electoral como la fundamental y las vías insurreccional y conspirativa como subordinadas. Esto es evidente, por ejemplo, en sus persistentes intentos de conseguir un “general amigo” que diera un golpe y luego convocara a elecciones que él debería ganar, o en su preferencia por las conspiraciones militares frente a los intentos insurreccionales de las bases apristas que él mismo promovía. Su discurso revolucionario respondió, primero, a la necesidad de mostrarse tan radical como Mariátegui, cuando ambos disputaban las bases para sus respectivos proyectos políticos, y –muerto Mariátegui– a la necesidad de administrar las expectativas revolucionarias de los anarquistas que se habían incorporado al Apra.

No hay pues una transición desde una visión insurreccional hacia una estrategia electoral que pueda calificarse de un “aprendizaje democrático”. Por otra parte, no considero reprochable optar por la vía electoral. Cuestiono eso sí la ética política del doble discurso –“la escopeta de dos cañones”–que cultivó Haya y cuyas consecuencias vivimos. Una política de alianzas debiera ser coherente con los objetivos que se quiere alcanzar. No creo que la alianza del Apra con la oligarquía fuera una fatalidad histórica. Hubo dirigentes apristas que rechazaron esta opción; Luis F. de las Casas propuso en 1956 apoyar a FBT (De las Casas, El sectario, Lima: CIC, 1981, p. 240). En 1962 él y Manuel Seoane propusieron aliarse con Belaunde en lugar de apoyar a Odría; “no existe ningún justificativo de entendimiento con el dictador que más persiguió al Partido”, escribió Seoane en un memo que envió al CEN del Apra el 26/9/62. Para De las Casas “por principio, estaba descartado el dictador castrense que asesinó a nuestros compañeros en la persecución iniciada el 27/10/48” (ídem, p. 249). Pero la dirección del Apra optó por la oligarquía y el resto es historia.

¿Apoyar a FBT contra la oligarquía habría mermado el apoyo electoral del Apra? Es dudoso. Haya, en una carta enviada el 12/4/55, antes de su alianza con la oligarquía, podía alardear ante LAS de que en elecciones libres el Apra tendría el 90% de los votos, y que él “podría ser elegido mañana mismo sin necesidad de que pronunciara un discurso” (Haya y Sánchez, Correspondencia. T. 2. Lima: Mosca Azul Eds., 1982, pp. 231-232). Pero en 1962 Haya ganó a FBT por apenas 14 mil votos y no alcanzó el tercio electoral que necesitaba para ser proclamado presidente. LAS –que era identificado como el derechista– pasó por la humillación de no conseguir ni siquiera los votos suficientes para ser elegido senador por Lima, mientras que Manuel Seoane –que era candidato a la vicepresidencia y era visto como el izquierdista– ganó a todos los candidatos presidenciales, incluido Haya, siendo el único que superó el tercio electoral. Haya tuvo que reconocer que “el Partido Aprista en el campo electoral ya no podría llamarse más ‘partido de las mayorías nacionales’” (Discurso de Haya en la Casa del Pueblo, 4/7/62). Un año después FBT lo derrotó sin atenuantes. El propio Haya terminó considerando un error su alianza con la oligarquía, en una entrevista que concedió a Julio Cotler en 1970, y lo atribuyó a un error de evaluación, que lo llevó a creer que la oligarquía era más fuerte de lo que en realidad terminó siendo (Clases, estado y nación en el Perú. Lima: IEP, 1978).

El APRA de Manrique


Por Antonio Zapata

No pensaba participar del debate por la reciente publicación del libro de Nelson Manrique sobre el APRA. Mi experiencia indica que las relaciones suelen resentirse; como personalmente valoro excepcionalmente a Manrique había pensado no arriesgar ese vínculo. Pero, me ha sorprendido el tono excepcionalmente correcto y bien educado como se desarrolla la discusión con Martín Tanaka y entonces he decidido exponer mi parecer.

Pienso que es un libro importante, que ha de ser fundamental en los futuros estudios de historia política peruana. Pero, por otra parte, encuentro dificultades para aceptar el argumento que ata todo el texto. Me explico.

Una de las cualidades principales del libro de Manrique es la fina dialéctica entre el partido y su líder carismático. Pocos libros pretenden estudiar la historia completa del principal partido político peruano. Menos lo hacen en relación a la biografía de Haya. Manrique realiza conexiones imprescindibles, que son poco conocidas y nos ofrece un razonamiento contundente. Por otro lado, está muy bien escrito y la redacción es amena. El lector que lo emprende llega a su término sin haberse fatigado.

Sin embargo, como decía, encuentro que el argumento no es del todo convincente. Pienso que Manrique opone el libro fundamental de Haya, El antiimperialismo y el APRA, a la historia concreta del partido. En suma, el sujeto histórico que nos retrata Manrique aparece como la contradicción entre un mensaje inicial y una práctica posterior plagada de desviaciones.

Ante este argumento sólo caben dos posibilidades. La primera es que el autor esté férreamente de acuerdo con el libro inicial. Es decir, en este caso, que Manrique se mueva en el horizonte intelectual y político abierto por el libro del antiimperialismo de Haya y que esa sea la razón para su rechazo al movimiento práctico posterior. Esa ha sido la opinión de Javier Valle Riestra, quien ha sostenido que Manrique es aprista, puesto que participaría de la comunidad política fundada en el libro de Haya.

Pero, no me parece cierto. Lo conozco personalmente y sé que Manrique nunca ha sido aprista. Mi apreciación es más simple. En este caso, pienso que Manrique conocía la conclusión antes de comenzar el texto. Su sujeto de estudio no lo ha sorprendido ni tampoco le guarda la mínima empatía. Por ello, Manrique ya sabía que la historia concreta del APRA estaba plagada de virajes sin fin.

En su vida política, el autor ha enfrentado al tipo de movimiento que estaba estudiando. Al igual que yo, Manrique ha sido siempre militante de izquierda y su experiencia es la lucha y oposición contra el APRA derechizada de los 50 y 60. Es más, el epígrafe inicial resalta que su mismo padre fue uno de los fieles apristas desengañados.

De este modo, al conocer la historia concreta e interpretarla como un conjunto de traiciones, el ejercicio intelectual consiste en manejar el antiimperialismo como exégesis, que opone sus conceptos a la vida real del partido y su líder. La trayectoria vital del Haya de Manrique es una traición contra su libro juvenil. Como constructo intelectual, Manrique ha empleado el antiimperialismo como los protestantes usan la Biblia, contrastando sus enseñanzas morales con el comportamiento disoluto de la grey.

Por ello, el argumento es militante y combativo, permitiendo reforzar las convicciones izquierdistas. Pero, sólo se enfoca en los defectos del APRA; sin ofrecer una explicación de sus virtudes políticas. No las presenta y algunas habrá de tener, digo yo. Si no fuera así, ¿por qué se mantiene por 80 años como un partido de masas bien organizado, mientras nosotros permanecemos dispersos?

Víctor Jara, en el corazón de Santiago de Chile


Multitud sepultó sus restos exhumados meses atrás. Víctima de la dictadura de Pinochet. Médicos analizaron restos para identificar a sus asesinos.

Santiago de Chile. EFE

Treinta y seis años después de haber sido detenido, torturado y acribillado a balazos en el cruento golpe militar chileno, Víctor Jara, considerado el músico popular más grande de Latinoamérica, fue despedido ayer por miles de personas en una emotiva manifestación de admiración y cariño.

Jara, uno de los millares de ejecutados políticos que fueron víctimas de las dictaduras que asolaron Latinoamérica hace tres décadas, fue enterrado en el Cementerio General de Santiago el 16 de setiembre de 1973 por su viuda, Joan Turner, en una triste y solitaria ceremonia.

Pero en junio pasado su cuerpo fue exhumado del nicho para ser sometido a análisis forenses con el fin de esclarecer cómo y quién ordenó un asesinato, cuyos autores todavía siguen sin ser castigados.

Varios miles de personas que portaban banderas rojas y entonaban sus canciones se congregaron a primera hora de la mañana frente a la sede de la Fundación Víctor Jara, donde se realizó el velatorio del autor de “Te recuerdo Amanda”, al que este viernes acudió la presidenta chilena Michelle Bachelet.

A las 10.30 hora local (13.30 GMT), el ataúd de Víctor Jara, restaurado por su hija Amanda, fue depositado en la carroza fúnebre. Antes, sus restos habían sido envueltos en una manta multicolor que le regaló en vida Angelita Huenumán, una tejedora mapuche del sur de Chile que le inspiró la canción del mismo nombre.

Encima del féretro fue colocada la manta negra y roja con la que Víctor Jara solía presentarse en sus recitales en vivo y un ramillete de claveles rojos, símbolo del Partido Comunista de Chile, en el que militaba el cantautor, actor y director teatral.

Detrás del féretro del cantautor, que iba sobre un coche mortuorio gris, marchaban Joan Turner, sus hijas Manuela y Amanda.

“¡Compañero Víctor Jara presente, ahora y siempre”, ¡Verdad y justicia, no a la impunidad”, corearon los asistentes que durante cinco horas recorrieron las calles de los barrios populares de la capital chilena.

Mientras, desde los balcones y ventanas, cientos de personas saludaban el paso del cortejo, agitaban pañuelos blancos y lanzaban claveles rojos.

“¡Catalina, no te agaches, mira lo que tienes que mirar!”, le dijo con lágrimas en los ojos una madre a su pequeña hija subida sobre sus hombros.

Cuando la romería de familiares, seguidores y amigos de Víctor Jara cruzó el puente sobre la Carretera Panamericana, los automovilistas hicieron sonar sus bocinas.

Uno de los momentos más emotivos del recorrido de más de cinco horas por las calles del centro de Santiago tuvo lugar al llegar a la “Pérgola de las Flores”, donde los vendedores recibieron la carroza fúnebre con una lluvia de pétalos multicolores.

“Es un triunfo de la memoria sobre el olvido”, comentó Jorge Arrate, el único aspirante a La Moneda que asistió a la despedida del artista.

“Este es un reencuentro con las luchas que él impulsó, con la esperanza y el compromiso de que es posible construir en este continente nuestro sociedades con justicia, paz y libertad”, dijo a Efe la embajadora de Venezuela en Chile, María Lourdes Urbaneja.

“Víctor Jara es un símbolo de la lucha popular contra la dictadura. Lo único que empaña esta ceremonia es que todavía no se ha castigado a los asesinos”, dijo a Efe el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier.

Tras un acto de homenaje celebrado frente al cementerio, los restos de Víctor Jara fueron inhumados en una ceremonia privada con la presencia de solo familiares y amigos.

Sus restos fueron nuevamente depositados en el mismo nicho donde Joan Turner le dio sepultura en 1973.
“Víctor Jara por fin descansa en paz, y sus asesinos, no”, lloraba una anciana.

Te recuerdo, amigo cantante

El abogado Boris Navia, testigo de la muerte de Jara, recuerda en El País cómo trataron al cantante chileno

–¡A ese hijo de puta me lo traen para acá! –gritó a un conscripto. “¡A ese huevón!, ¡a ese! ¡no me lo traten como señorita, carajo!”, espetó insatisfecho el oficial.

–¡Así que vos sos Víctor Jara, el cantante marxista, comunista concha de tu madre, cantor de pura mierda!

El Príncipe (oficial aún no identificado) tiene visitas de oficiales y quiere exhibir a Jara. Un oficial de la Fuerza Aérea que está con un cigarrillo le pregunta a Jara si fuma. Con la cabeza, niega. “Ahora vas a fumar”, advierte, y le arroja el cigarrillo. “¡Tómalo!”, grita. Jara se estira tembloroso para recogerlo. “¡A ver si ahora vas a tocar la guitarra, comunista de mierda!”, grita el oficial y pisotea las manos de Jara, relata Navia.

El antiimperialismo de Haya y el Apra sigue en debate después de 7 décadas


Debate. Libro de Nelson Manrique genera polémica entre intelectuales de izquierda. Para historiadores los supuestos virajes del aprismo surgieron del contexto de una democracia precaria y quebrada por golpes militares.

Inés Flores Merino.

¿Haya de la Torre traicionó los principios del aprismo? La respuesta es afirmativa para el historiador Nelson Manrique, tal como lo sostiene en su libro “Usted fue aprista”, cuya publicación ha dado lugar a una polémica entre intelectuales de izquierda principalmente. El estudioso del aprismo Hugo Vallenas entra en el debate y explica que los diferentes cambios que experimentó la estrategia aprista tienen que estudiarse e interpretarse en sus respectivos contextos sociales y políticos.

La crítica de Manrique apunta fundamentalmente al discurso radical de Haya de la Torre expuesto en sus libros “Por la Emancipación de América Latina” (1927) y “El antiimperialismo y el Apra” (1936). De su lectura concluye que los virajes hacia la derecha y la alianza con la oligarquía indican la claudicación hayista de sus principios ideológicos. También acusa a Haya de “inconsecuencia revolucionaria” por incitar a insurrecciones armadas para, finalmente, optar por la vía electoral.

Otra historia

Vallenas –historiador, periodista y apristólogo con varias obras– reconoce los virajes en el Apra que registra Manrique, pero discrepa de sus conclusiones. “Hay evolución y cambios pero no una transformación decisiva de la izquierda a la derecha. No hay escopeta de dos cañones, sino que (esos cambios) forman parte de una dialéctica del programa mínimo y del programa máximo”.

Por ejemplo, ante la acusación de Manrique de que Haya y el aprismo ocultaron durante décadas el libro “El antiimperialismo y el Apra” como prueba de un supuesto viraje hacia la derecha, Vallenas refuta esa idea y explica que el largo espacio entre la segunda y tercera edición del mencionado libro se justificó por el interés del Apra de buscar una aproximación a las Fuerzas Armadas, cuyo divorcio incentivaba la oligarquía y el comunismo local. Esta circunstancia no es tomada en cuenta en absoluto por Manrique.

Asimismo, en cuanto a la acusación de que Haya solía utilizar la táctica de la escopeta de los dos cañones, el apristólogo señala que no había tal cosa, sino que la insurrección era un mecanismo de presión para derivar hacia la vía electoral.

“Las veces que el aprismo ha conspirado o ha tenido que tomar las armas ha sido siempre en alianza con los demás grupos, incluso de derecha, para convocar a elecciones. Nunca ha estado el aprismo por una revolución en armas, por la vía radical, sino por la preservación de la democracia, y dentro de la democracia hacer sus reformas.

Asegura que cada vez que el aprismo tomó las armas lo hizo buscando un pacto. Y cuando fracasaron sus insurrecciones fue por falta de coordinación, como ocurrió en 1932 para apoyar al comandante Gustavo Jiménez contra el dictador Sánchez Cerro.
En cuanto a las cuestionadas alianzas del Apra con la oligarquía, el apristólogo pidió considerar que los apristas por muchos años estuvieron proscritos, “casi 50 años sin derecho a existir”, y “pese a eso han subsistido”. Por eso “en ellos había una gran fe en la promesa a largo plazo” que Haya invocaba para explicar dichos pactos.

“El aprista acepta alianzas porque, ante largos años de persecución, las ve como la única forma de conquistar la legalidad. Incluso aceptaron cambiar su nombre por el de Partido del Pueblo, apoyar a Prado o a Odría con la sola finalidad que se elimine el veto que había de las Fuerzas Armadas contra ellos”, dijo.

Y cuando ha hecho esas alianzas (Haya) siempre dijo que era algo temporal, una táctica necesaria por la debilidad de la democracia peruana, por la fuerza de los enemigos, por el peligro de nuevos golpes de estado, para poco a poco crear condiciones para relanzar un programa más agresivo de reformas”.

Según Vallenas, el Haya y el Apra radical de Manrique solo existen en su tesis, mas no así en los hechos ni en los libros ni en la historia de ese partido. Por ejemplo, menciona que desde su primer libro, “Por la emancipación de América Latina”, Haya precisa que el antiimperialismo del Apra no es tajante, sino que selecciona las inversiones extranjeras y trata de adecuarlas a una política realista. Ilustra que se trata de un antiimperialismo selectivo, a diferencia del que planteaba Mariátegui, de corte estrictamente radical

REACCIONES

"“…La sola sobrevivencia del APRA como el partido más importante del país, ¿no plantea que hubo cierta racionalidad en esas decisiones?”.

Martín Tanaka
Sociólogo

"“¿Por qué (el Apra) se mantiene por 80 años como un partido de masas, bien organizado, mientras nosotros (la izquierda) permanecemos dispersos?”.

Antonio Zapata
Historiador

La clave

¿Usted fue aprista? Para Hugo Vallenas, el título de la obra de Manrique alude no a una traición a los principios del Apra sino a que ser aprista es una manera de ser peruano. “¿Quién no ha sido aprista en el Perú?”, preguntó. Manrique más bien cuenta la anécdota que se dio en un evento social entre Haya y el poeta Juan Gonzalo Rose que se había apartado del partido. Haya le recordó: “¡Usted fue aprista!”, y Rose le respondió: “¡Usted también!”.

Otras miradas críticas

Para el politólogo Martín Tanaka, la tesis de Manrique no es del todo convincente. “Si miramos la conducta de Haya, no desde la inconsecuencia revolucionaria sino a la luz de los procesos truncos de aparición de una comunidad democrática, la estrategia del Apra de abandono de estrategias insurreccionales por vías electorales y búsqueda de acuerdos políticos con sus adversarios, no resulta negativa”.

Para el historiador Antonio Zapata, “Manrique ha empleado el antiimperialismo como los protestantes usan la Biblia, contrastando
sus enseñanzas morales con el comportamiento disoluto de la grey” y “solo se enfoca en los defectos del Apra, sin ofrecer una explicación de sus virtudes políticas”.


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