jueves, 5 de noviembre de 2009

Las elecciones que la derecha quiere

Por Javier Diez Canseco
A un año de las elecciones municipales y regionales y 18 meses de las generales, un intenso reacomodo político –coqueteos, alianzas, transfugismo, fracturas– está en curso y dibuja una clara estrategia de los sectores más conservadores. La derecha sabe que un amplio sector de la población, fundamentalmente en la sierra, la costa sur y la amazonía, quiere un cambio de rumbo.
¿Adónde? Aunque es impreciso, hay tres elementos claves: 1) Demanda de reconocimiento e inclusión de los pueblos, nacionalidades y sectores sociales excluidos sistemáticamente (aunque ellos no constituyan un solo movimiento); 2) Demanda de presencia de Estado –descentralizado, plurinacional, con autoridades bajo mayor control ciudadano, regulador, garante de servicios básicos y seguridad ciudadana– que atienda las secuelas de un desarrollo centralista y desigual, reconociendo la diversidad; 3) Justicia y soberanía: mejor distribución de la riqueza con una economía en que recuperemos los beneficios de la explotación de nuestros recursos naturales, apoyemos a los productores nacionales, respetemos los ecosistemas y derechos de los pueblos originarios y productores agrícolas.
La derecha, consciente de la ilegitimidad y desprestigio del sistema político (abuso de poder, corrupción y entreguismo), quiere destruir las opciones de cambio. Por ello se apoya en los poderes fácticos: medios de comunicación, empresas privadas de seguridad y espionaje, mandos autoritarios de las FFAA, estudios legales y poderosos gremios empresariales. Desde esos espacios busca fijar la agenda política nacional, centrada en crímenes pasionales y escandaletes, y desvía la atención del debate del cambio que se reclama.
Pero también imponen lo “políticamente correcto”, chantajean a quienes aspiran a ser opciones de cambio y alientan su fraccionamiento. Titulares para las divisiones y conflictos. Silencio a los esfuerzos unitarios. La derecha, que se sabe ella misma sobrepoblada de candidaturas, sin éxito en su afán de moverse al “centro”, necesita dividir a las fuerzas del cambio, socavar sus liderazgos e impedir la unidad, para cerrarle opciones en la segunda vuelta del 2011.
Y, como bien lo señalara Nelson Manrique hace unos días, esta operación parece contar con una casi entusiasta cooperación de fuerzas que se definen por el cambio. Algunos ganados por la idea de su “destino manifiesto”, otros jugándose una “rifa política” (si Fujimori pudo...), y alguno jugando el papel del guión divisionista de la derecha. Parece haberse aprendido poco de las lecciones de la historia reciente.
Hace 29 años, en setiembre de 1980, se fundó Izquierda Unida, aprendiendo de la derrota electoral, ese año, de las fuerzas de izquierda que habían sumado (separadas) primera votación en la Constituyente de 1978. El fracaso del 80 abrió paso a la unidad. En tres años, IU ganó la Municipalidad de Lima con Barrantes y luego dirigió 50% de los gobiernos regionales, un tercio de los municipios y fue la segunda fuerza electoral el 85.
La unidad demostró ser condición de avance y victoria. Pero debía cultivarse. El sectarismo, el maltrato de las diferencias, la falta de democracia interna, el cuoteo partidario de puestos, viejos estilos de gestión de los gobiernos ganados, la falta de renovación programática y organizativa, de trato horizontal con las organizaciones populares, de mujeres y de jóvenes, la falta de conciencia de ser país plurinacional, el impacto del terrorismo senderista que la derecha machacaba como de izquierda y, sobre todo, la falta de voluntad de poder y de capacidad de poner por delante el cambio del Perú, nos llevaron a la disgregación de la izquierda más grande de América del Sur.
El 2006, una avalancha por el cambio volvió a abrir una oportunidad que se perdió por un pelo, pero la lección de unidad y organización fue escasa. ¿Se refundarán las fuerzas del cambio o se cumplirá el libreto de la derecha?
FUENTE: http://www.larepublica.pe/node/225692

Un fantasma recorre la izquierda


LIMA Sendero Luminoso ha dejado de ser una amenaza en el VRAE o el Huallaga, para convertirse nuevamente -y quizás involuntariamente- en un actor de la política nacional.

Hace sólo una semana, Elena Yparraguirre, en declaraciones a la agencia española Efe (que recogiera este diario), mostraba sus buenas intenciones por lograr una alianza con Marco Arana y su Movimiento Tierra y Libertad. Y esta semana se ha hecho pública la supuesta relación de la parlamentaria andina Elsa Malpartida con Sendero Luminoso, de la cual aparecería como acogiéndose a la Ley de Arrepentimiento o, lo que es más preocupante, relacionada actualmente con los círculos de Abimael Guzmán.

Este súbito protagonismo de Sendero Luminoso no deja de llamar la atención. El grupo terrorista no es parte de nuestro pasado aún, y a pesar de la derrota sufrida en la década de los noventa, es un fantasma que recorre las puertas de los partidos de izquierda y aparece mencionado como una señal de un peligro todavía inminente.

Es una suerte de terrorismo mediático, que no pone bombas ni asesina inocentes, pero sí puede afectar a aquellos con los que aparece.

En los ochenta, la izquierda era especialista en buscar todo tipo de vericuetos con tal de no zanjar con Sendero Luminoso. Se discutía si la revolución debía venir del campo a la ciudad, o ir de la ciudad al campo; si la vanguardia de la revolución era la clase obrera o si los intelectuales comprometidos; si las condiciones estaban dadas para la revolución o no. Se discutía, pero no se cuestionaba ni se tomaba distancia. Hasta que Sendero comenzó a asesinar también a los líderes de las comunidades organizadas.

Hoy la situación es distinta. Cualquier relación con Sendero Luminoso es intolerable, así como cualquier esfuerzo violentista que intente cambiar el orden establecido. En eso hemos avanzado. Ya no nos dejamos engañar por articulaciones ideológicas ni por interpretaciones sesgadas de nuestra realidad. Pero hay que tener cuidado con aquellos que siempre estarán dispuestos a convertirse en aliados de la muerte.

Por JUAN CARLOS VALDIVIA
FUENTE:http://www.correoperu.pe.com

La izquierda Plaza Sésamo

Por Martín Santivánez Vivanco

LIMA En el Perú existe una izquierda terruca, filosenderista, amante del peligro y la revolución, con aspiraciones electorales e ínfulas de poder. Es pequeña, marginal, utópica en sus aspiraciones y realista, muy realista en los medios. Con la misma precisión matemática con que antes volaban por los aires a sus enemigos y masacraban poblaciones enteras meándose en el dolor, hoy pretenden regresar a la vida pública empleando las ánforas y apelando a las libertades que con tanta saña quisieron destruir.

Esa izquierda contaminada por la lucha de clases y el terror marxista, devota del pensamiento Gonzalo y perfumada con el anfo de Tarata, pretende legitimarse mimetizándose en los partidos políticos, asesorando a los demagogos progresistas y vendiéndonos con lágrimas de cocodrilo un pasado de víctimas sin atisbo de contrición.Es, qué duda cabe, una izquierda asquerosa y deleznable, tan pervertida como la derecha fascista.

El problema es que la primera, a diferencia de su némesis radical, recibe en pleno siglo XXI el apoyo insensato de su hermana de teta, la izquierda caviar. ¡Qué decepción, carajo! Han pasado treinta años desde que empezó la furia terrorista y los herederos de los hippies ochenteros, en vez de superar los errores de sus padres putativos y mandar al tacho a sus jefes en las ONG, prefieren tropezar con la misma piedra y exculpan, comprenden y apapuchan a los cobardes que pactaron con los peores enemigos que ha tenido este país.

Los que le siguen el juego a Sendero son tarados de la política, subnormales de la ciudadanía, gente que no merece integrar un Congreso ni escribir en un medio de comunicación. Sendero los contempla y se ríe, como lo hace un niño al ver un programa de Plaza Sésamo. "¡Complot!", gritan, aguerridos."¡Cargamontón!", estallan, contrariados. La blogresía repite el mantra ochentero y carga contra el Estado, el sistema y las Fuerzas Armadas.

Estos Elmos y teletubbies de la izquierda del siglo XXI, tan pueriles como los muppets de los ochenta, desatan sonrisas de aprobación en el buró político senderista, feliz de constatar que la estupidez se transmite con la ideología y florece imbatible entre los progres de la nueva generación.

No cometamos el error de la izquierda Plaza Sésamo, instrumento absurdo del terror demencial. Con Sendero, ni olvido ni perdón. Y para los que cayeron en sus redes nauseabundas, el ostracismo, el repudio civil, la condena permanente. Los peruanos no seremos las marionetas infantiles de los que nos acuchillaron por la espalda. Eso nunca. Nunca más.

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