sábado, 17 de julio de 2010

Atentado terrorista de Tarata de cara al 2011


Tras 18 años de aquel atentado no podemos olvidar las miles de víctimas que dejó el terrorismo, quienes perdieron la vida para lograr la paz
El 16 de julio de 1992 el sangriento atentado terrorista de la calle Tarata, en Miraflores, fue la última escalada delincuencial de Sendero Luminoso. El repudio hacia los subversivos era ya generalizado por los horrendos crímenes perpetrados en la zona andina contra dirigentes rurales, ronderos, campesinos, mujeres, niños y fuerzas del orden.

Entre enero y julio de 1992 los terroristas habían perpetrado 37 atentados en Lima Metropolitana, usando carros-bomba. En febrero de ese año, además, las hordas de Abimael Guzmán asesinaron a la lideresa popular María Elena Moyano, en Villa El Salvador, frente a sus dos pequeños hijos para luego dinamitar su cuerpo, simplemente por haberse atrevido a convocar una marcha de mujeres por la paz en ese populoso distrito. Visto estaba que el odio senderista era contra quienes no comulgaban con su criminal ideología, más allá de su condición o clase social.

La noche del 16 de julio de hace 18 años los seguidores de Guzmán hicieron estallar dos carros-bomba con 500 kilos de anfo en la concurrida calle Tarata. Veinticinco personas murieron, en tanto que los heridos fueron más de 155. Vanessa Quiroga, por entonces una niña de casi 5 años, perdió una pierna en el atentado y hace casi un mes, en entrevista concedida a este Diario, recordó cómo su madre, en medio del caos, los gritos y el fuego, encontró su extremidad a dos cuadras de distancia de la explosión.

En Tarata muchos perdieron a sus seres queridos y los daños materiales se contabilizaron en millones. La conmoción nacional e internacional fue profunda. El doctor Oswaldo Cava Gárate —quien perdió a su hijo Pedro de 27 años— invocó a rezar el rosario por la pacificación y unión de los peruanos, y a usarlo como el arma más poderosa contra Guzmán. Hoy integra el grupo In Memóriam Tarata que cada 16 de julio organiza el rosario por la paz.

Tras el atentado, el gobierno de Alberto Fujimori reaccionó con mayor firmeza y rapidez frente a lo que se consideró una señal de arrogancia y demostración de poder de la cúpula senderista en su empeño de destruir el Estado.

Una articulada labor de los grupos policiales de Inteligencia, al mando del general Ketín Vidal, logró en los pocos meses siguientes la captura de Abimael Guzmán y los principales miembros de su banda criminal, con lo que se propició la derrota militar y política de Sendero Luminoso, y luego del MRTA.

Tras 18 años de aquel atentado no podemos olvidar las miles de víctimas que dejó el terrorismo, a lo largo y ancho del país, con el sacrificio de policías, militares, ronderos, campesinos e indígenas, que perdieron la vida en esta cruzada por la paz. Fue acertada la reacción de las autoridades para promover las deserciones de algunos cabecillas terroristas, a través de la ley de arrepentimiento, así como otras modificaciones a la legislación antiterrorista que permitieron grandes avances en la erradicación de ese flagelo.

Son lecciones que debemos tener presentes cuando algunos grupúsculos terroristas, en el VRAE y centros urbanos de Ayacucho y Lima, pretenden resucitar las tesis senderistas, exigir absurdamente la amnistía para los subversivos que desangraron el país y enmascararse a través de grupos políticos para participar en elecciones propias de una democracia que ellos trataron de destruir.

De cara a las elecciones, urge un consenso nacional para rechazar esas pretensiones con una estrategia integral. Esta debe incluir la denuncia de la infiltración en movimientos regionales y estudiantiles y proponer alternativas coherentes con la democracia. No debe descuidarse la estrategia policial, de inteligencia e interdicción para capturar a los cabecillas remanentes, hoy tan ligados al narcotráfico. El desarrollo en democracia, justicia y paz es absolutamente incompatible con la consigna de muerte y destrucción que propugna el senderismo, como nos lo recuerda por estos días Tarata.

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