sábado, 26 de junio de 2010

Sendero en San Marcos

Por Nelson Manrique
Con pocos días de distancia dos hechos recientes han movilizado a la opinión pública: la excarcelación de Lori Berenson y la marcha realizada por algunas decenas de adherentes de Sendero Luminoso en San Marcos. Lo de Berenson mostró cómo las consecuencias de la violencia vivida durante la década del 80 siguen siendo una herida abierta y hasta qué punto los miedos ciudadanos pueden ser utilizados políticamente. Es significativa la forma como el tema se consumió en pocos días, por falta de combustible.
Lo de San Marcos ha provocado una alarma semejante. La marcha de un pequeño grupo (los cálculos más alarmistas hablan de 80 manifestantes, mientras que las autoridades hablan de 30) portando banderas rojas y coreando consignas senderistas ha provocado alarma, más aún cuando entre los manifestantes la Dircote ha identificado a senderistas que anteriormente estuvieron en prisión.
Manuel Fajardo Cravero, abogado defensor de Guzmán y ponente en el evento en que comenzó la marcha, describe estas acciones como pasos de una campaña senderista iniciada en setiembre de 2009 con la presentación del libro de Abimael Guzmán De puño y letra.  Fajardo añade que estos actos están inscritos en una línea definida por Guzmán desde su captura, que a la fecha se concretaría en la consigna “Por una solución política de los problemas derivados de la guerra” con el pedido de una amnistía general y la liberación de Abimael Guzmán.
Entre los senderistas identificados en San Marcos figuran cuadros que actúan en organizaciones públicas, como Adelinda Sedelmayer Armas, presidenta de la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Presos Políticos, o José Machuca Urbina, presidente de la Asociación Cívica de Excarcelados Políticos del Perú, Amnistía y Reconciliación (ACCEP), o Alberto Mego, de un grupo teatral. No se trata de cuadros clandestinos, dedicados a operaciones terroristas, sino de activistas en el “frente abierto”.
¿Es esta la contrapartida de un trabajo clandestino, destinado a reiniciar la “guerra popular” senderista? Es dudoso. Como es sabido, estando en prisión, Guzmán cambió de línea y anunció a sus huestes que había llegado a la conclusión de que sin su dirección la victoria era imposible y que había que terminar la guerra popular. Lo anunció en una presentación de TV promovida por Montesinos, en setiembre de 1993. La nueva línea de Guzmán no fue bien recibida por todos los senderistas y esto provocó la división de SL, entre los “acuerdistas” (alineados con Guzmán y que defendían la necesidad de firmar un “acuerdo de paz”) y los de la línea “proseguir” (por “proseguir la guerra popular”). La marcha de San Marcos corresponde a la línea de los “acuerdistas” y su objetivo no es, como se ha venido diciendo, “reiniciar la guerra popular” sino, en palabras de Fajardo, abrir “un espacio político como izquierda radical”.
Los manifestantes están pues en la línea de Guzmán, no en la de los senderistas del VRAE (que son de la línea “proseguir”) y su acción no tiene como objetivo respaldar a este grupo (que acusa a Guzmán de “genocida”) o reiniciar la guerra popular.
La democracia debe defenderse sin renunciar a sus valores. ¿Qué hacer? En primer lugar prevenirse ante los intentos de utilización política de este hecho: una gran tentación en un periodo electoral. Se trata de un tema delicado, que no debe convertirse en botín politiquero. El servicio de inteligencia tiene bastante trabajo por hacer, para prevenir acciones que se salgan de la ley. Luego, es necesario responder a SL en el terreno en que éste ha planteado su desafío. Posiciones como la del presidente de la Comisión de Educación del Congreso Werner Cabrera, que piensa pedir la renuncia del rector de San Marcos porque considera apología del terrorismo pedir amnistía para líderes terroristas, o la de Alan García, que considera como el mismo delito “pedir perdón para un carnicero” se salen –como se ha encargado de señalar en estas páginas Federico Salazar– de la ley. En tanto el desafío de SL se plantee en el terreno de las ideas debe contestársele en ese mismo terreno. Es alentador que simpatizantes nacionalistas como Alberto Adrianzén y Carlos Tapia hayan asumido el desafío. A ver qué dicen los demás partidos.

¿Sendero Luminoso en la Universidad San Marcos (Perú)?

SAN MARCOS 
 Por: Carlos Meléndez
 Un video de estudiantes sanmarquinos pidiendo la amnistía de Abimael Guzmán ha abierto la polémica en la opinión pública, provocando ataques severos desde posiciones conservadoras que incluso piden intervención externa como un llamado al "orden", hasta defensas indignadas que cuestionan la estigmatización del estudiante sanmarquino. La primera posición vulnera los derechos de la autonomía universitaria y cae en el prejuicio que denuncia la segunda; y la segunda se estereotipa a sí misma y le escapa al debate de fondo (que no es la discriminación a priori).

Las condiciones para el radicalismo político (como el universitario) existen y existirán; y ello no se desaparece tan alegremente. El pedido de amnistía es uno dentro de una serie de actividades proselitistas -conferencias, talleres, charlas- que se desarrollan con frecuencia dentro de esta universidad, lo que no significa que San Marcos sea la cuna de Sendero Luminoso. Sin embargo, no hay que pasar por alto el crecimiento de este tipo de potenciales amenazas. Y aquí no hay que ser ingenuos: la lucha "ideológica" que algunos proponen es insuficiente.

Resulta errado reducir el debate a intervención versus discriminación. Los grupos radicales al interior de San Marcos tienen una estrategia política clara: la acumulación de capital político. ¿Por qué se concentran en el control del comedor universitario y la residencia estudiantil? Porque son causas que pueden devenir en una demagogia de izquierda y fácilmente convertirse en el puente para captar simpatizantes más allá de un fundamentalismo ideológico. El discurso radical, no lo olvidemos, es pragmático, por lo que una lucha en el "plano de las ideas" es insuficiente en sí misma. Mucho menos si los promotores del radicalismo son herederos (en muchos casos inclusive directos) de la tradición "roja" de universidades estatales postergadas.

Pero por otro lado, el orden en los claustros universitarios no se gesta a partir de guardias privados ("¿Usted no tiene siquiera unos guachimanes?", le preguntó Rosa María Palacios al rector Izquierdo) ni de intervenciones militares (fujimorismo), sino a partir de la eficiencia en la administración tanto organizativa como académica, algo muy lejano a la imaginación del rector sanmarquino.

Más allá de que sea un "sicosocial montesinista", el caso debería hacernos pensar en la situación de la Universidad en el país, tanto privada como estatal. Hay diversas maneras de estar de espaldas al país, tanto desde una posición de egocentrismo elitista como desde una prédica violentista que no ha aprendido las lecciones del pasado.

Si no, los profesionales que dirigirán el futuro del país pensarán que el futuro depende de cuánta "sangre te salpique en la cara" (J.C. Ubilluz, PUCP) o que la muerte de inocentes es parte de una lucha política. El primero peca de naive (quiero suponer); el segundo, de sanguinario.

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