viernes, 18 de junio de 2010

La izquierda peruana y las palabras

En una reciente entrevista al diario El Mundo, Alan García confirma la modernización programática que llevó a cabo en el APRA a lo largo de los últimos años. Aunque todavía existen algunos desubicados que sostienen que el aprismo se mantiene anclado en el oxidado marxismo, lo cierto es que el partido de Haya de la Torre ha dado un salto cualitativo en su comprensión de la realidad política, superando el corsé dogmático del barbudo de Tréveris y apostando por una socialdemocracia moderna con algunos destellos de originalidad.

Estas luces no son, de ningún modo, creaciones del pensamiento García. Surgen, más bien, de la peculiaridad ideológica de Haya de la Torre, un político visionario que supo evolucionar a lo largo de su vida dotando al aprismo de un corpus ideológico capaz de regenerarse y prosperar. Si se mantiene como la izquierda realista que el país necesita, el APRA copará el sector socialdemócrata de nuestro espectro político, arrinconando a la menudencia caviar-progresista, que prefiere los discursos sinuosos a los rigores técnicos de un gobierno eficaz.

La modernización programática no implica, por supuesto, que la gangrena putrefacta de la corrupción desaparezca. Las ideas se desarrollan porque el mejor Haya es exaltado. Sin embargo, nada es suficiente si a ello se opone, en la práctica, la acción perversa de un puñado de ladrones capaces de jaquear a la democracia con el triste espectáculo de un faenón.

Pese a todo, es lamentable que el afán renovador del aprismo no sea compartido por el resto de la izquierda. El cumpleaños sangriento de Sendero Luminoso sirve para recordarnos que perdura entre nosotros el terrorismo de cuño maoísta. Pol Pot se resiste a morir.

También se fortalece, en vastos sectores del país, una izquierda etnonacionalista con pretensiones electorales, capaz de obtener triunfos en provincias. A este proyecto, el más viable desde el punto de vista táctico, se sumaron, felices, los viejos santones del marxismo peruano, dinosaurios de mil y una batallas, intelectuales capaces de todos los malabares ideológicos, todas las claudicaciones teóricas y la más absoluta y despreciable abyección. Chávez, por supuesto, es su avatar.

"Para ser de izquierda hay que obtener resultados, el resto son palabras", ha dicho el Deng Xiaoping de Alfonso Ugarte. Esto, para desgracia de la República, no lo entiende la juventud izquierdista. Son minoritarios, cuasi virtuales, endogámicos y ferozmente sectarios. Empiezan a crear una suerte de burbuja teórica -la famosa blogresía- destinada a perpetuar los errores históricos de sus mayores. Podrían liderar una revolución generacional, pero abrazan el antiguo régimen del izquierdismo romántico. Su ingenuidad quebraría al país. Su pacifismo nos condenaría a la indefensión. Con ellos, fatalmente, el Perú pierde otra gran oportunidad.

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