México, 2 oct (PL) A 41 años de la Matanza de Tlatelolco México no olvida a sus muertos y amanece hoy de luto por la efemérides.
Celebrará por ello actividades en todo el país y en el propio recinto donde ocurrieron los hechos en 1968, la plaza de las Tres Culturas.
También los estudiantes universitarios de la nación y activistas sociales, así como las familias de las víctimas, y quienes aun lamentan los tristes acontecimientos, no dejarán pasar inadvertida la fecha.
Muchos se reunirán para discutir temas como la militarización y los derechos humanos, según advierte la Asociación de Estudiantes de la Escuela de Salud Pública de México y el Instituto Nacional de Salud Pública.
El 2 de octubre de 1968, a pocos días de realizarse los juegos olímpicos, cuando las calles capitalinas estaban llenas de deportistas, reporteros, y la gente esperando el acontecimiento, ocurrió una de las matanzas más cruentas de que tenga memoria la historia de este país.
El movimiento estudiantil llevaba a cabo acciones pacifistas por sus pedidos de reforma al gobierno de Gustavo Días Ordaz, y esa tarde decide marchar sobre la Plaza de las tres Culturas, la Unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco.
Eran alrededor de las 5 cuando el fuego se mezcló con la sangre de los estudiantes allí congregados, pero también con la de ancianos, niños, mujeres, porque todos habían ido a la impresionante marcha en el sitio donde convivía lo precolombino, con lo colonial y lo moderno.
El saldo fue de entre 300 y 500 jóvenes masacrados por disparos del Ejército en la Plaza de Tlatelolco, y más de seis mil detenidos.
Luego, durante tres décadas, los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional aseguraron en su defensa que fueron los estudiantes quienes iniciaron los tiroteos con francotiradores colocados en los edificios de la plaza.
Mas, esta hipótesis imprudente fue rebatida por protagonistas e investigadores, quienes demostraron lo contrario: agentes provocadores infiltrados, gente vestida de civil con guante blanco en la mano izquierda, iniciaron el fuego indiscriminado.
La escritora Elena Poniatowska, quien se dedicó a estudiar la masacre, relata en su premiado libro, La noche de Tlatelolco, que la repentina aparición de luces de bengala en el cielo de la Plaza, obligó a todos a mirar arriba, y desencadenó la balacera que convirtió el mitin estudiantil en la tragedia de Tlatelolco.
El movimiento conocido hoy como de 1968, fue un movimiento social en el que además de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional, participaron profesores, intelectuales, profesionales, obreros, amas de casa.
Su represión mayor fue acometida la noche del 2 de octubre de ese año por el grupo paramilitar denominado Batallón Olimpia y el Ejército Mexicano, en contra de una manifestación pacífica convocada por el Consejo Nacional de Huelga.
Al día siguiente, las madres recorrían las calles buscando a sus hijos, convencidas de que tras la matanza, la nación debía levantarse en armas. Pero encontraron silencio total, ni los muertos pudieron ser fotografiados, ni la prensa daba noticias, ni las actividades oficiales habían sufrido el más mínimo cambio.
Tlatelolco era una tragedia secreta que solo importaba a los que estuvieron allí, pero el mundo habría de desagraviarlos, al menos exponiendo y desentrañando los hechos.
Tres siglos antes, el 13 de agosto de 1521, en ese mismo sitio, Cuauhtemoc había perdido con sus muertos el recinto, que cayó en poder del conquistador español Hernán Cortés. Comenzaba el doloroso proceso de colonización y el nacimiento del pueblo mestizo que es ahora México, según la placa que figura en el lugar.
Hoy la Plaza de las tres Culturas es un sitio arqueológico, histórico, imponente. Sus edificaciones, y la tarja donde aparecen los nombres de los estudiantes muertos e identificados, impresionan por la crueldad de la historia.
Mientras, un viejo cantor sigue regalando rancheras y notas de un pasado que a todos pertenece, incluso, al que llega por casualidad a este espacio de demonios y flores.
Celebrará por ello actividades en todo el país y en el propio recinto donde ocurrieron los hechos en 1968, la plaza de las Tres Culturas.
También los estudiantes universitarios de la nación y activistas sociales, así como las familias de las víctimas, y quienes aun lamentan los tristes acontecimientos, no dejarán pasar inadvertida la fecha.
Muchos se reunirán para discutir temas como la militarización y los derechos humanos, según advierte la Asociación de Estudiantes de la Escuela de Salud Pública de México y el Instituto Nacional de Salud Pública.
El 2 de octubre de 1968, a pocos días de realizarse los juegos olímpicos, cuando las calles capitalinas estaban llenas de deportistas, reporteros, y la gente esperando el acontecimiento, ocurrió una de las matanzas más cruentas de que tenga memoria la historia de este país.
El movimiento estudiantil llevaba a cabo acciones pacifistas por sus pedidos de reforma al gobierno de Gustavo Días Ordaz, y esa tarde decide marchar sobre la Plaza de las tres Culturas, la Unidad habitacional Nonoalco-Tlatelolco.
Eran alrededor de las 5 cuando el fuego se mezcló con la sangre de los estudiantes allí congregados, pero también con la de ancianos, niños, mujeres, porque todos habían ido a la impresionante marcha en el sitio donde convivía lo precolombino, con lo colonial y lo moderno.
El saldo fue de entre 300 y 500 jóvenes masacrados por disparos del Ejército en la Plaza de Tlatelolco, y más de seis mil detenidos.
Luego, durante tres décadas, los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional aseguraron en su defensa que fueron los estudiantes quienes iniciaron los tiroteos con francotiradores colocados en los edificios de la plaza.
Mas, esta hipótesis imprudente fue rebatida por protagonistas e investigadores, quienes demostraron lo contrario: agentes provocadores infiltrados, gente vestida de civil con guante blanco en la mano izquierda, iniciaron el fuego indiscriminado.
La escritora Elena Poniatowska, quien se dedicó a estudiar la masacre, relata en su premiado libro, La noche de Tlatelolco, que la repentina aparición de luces de bengala en el cielo de la Plaza, obligó a todos a mirar arriba, y desencadenó la balacera que convirtió el mitin estudiantil en la tragedia de Tlatelolco.
El movimiento conocido hoy como de 1968, fue un movimiento social en el que además de estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional, participaron profesores, intelectuales, profesionales, obreros, amas de casa.
Su represión mayor fue acometida la noche del 2 de octubre de ese año por el grupo paramilitar denominado Batallón Olimpia y el Ejército Mexicano, en contra de una manifestación pacífica convocada por el Consejo Nacional de Huelga.
Al día siguiente, las madres recorrían las calles buscando a sus hijos, convencidas de que tras la matanza, la nación debía levantarse en armas. Pero encontraron silencio total, ni los muertos pudieron ser fotografiados, ni la prensa daba noticias, ni las actividades oficiales habían sufrido el más mínimo cambio.
Tlatelolco era una tragedia secreta que solo importaba a los que estuvieron allí, pero el mundo habría de desagraviarlos, al menos exponiendo y desentrañando los hechos.
Tres siglos antes, el 13 de agosto de 1521, en ese mismo sitio, Cuauhtemoc había perdido con sus muertos el recinto, que cayó en poder del conquistador español Hernán Cortés. Comenzaba el doloroso proceso de colonización y el nacimiento del pueblo mestizo que es ahora México, según la placa que figura en el lugar.
Hoy la Plaza de las tres Culturas es un sitio arqueológico, histórico, imponente. Sus edificaciones, y la tarja donde aparecen los nombres de los estudiantes muertos e identificados, impresionan por la crueldad de la historia.
Mientras, un viejo cantor sigue regalando rancheras y notas de un pasado que a todos pertenece, incluso, al que llega por casualidad a este espacio de demonios y flores.
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