FOTO:http://www.congreso.gob.pe/congresista/2001/lsanchez/4-suyos.htm |
Fernando Yovera (periodista) y Javier Morán, dirigente del APRA |
Gustavo Gorriti |
Por Raúl Mendoza
Todo empezó el día en que Alejandro Toledo se convenció de que no había forma de ganar la segunda vuelta de las elecciones del 2000. Y no porque le faltaran votos, sino porque el fraude estaba cantado: los canales de TV estaban comprados por el fujimorismo, no se podía auditar el software electoral, se ‘mecía’ a los observadores internacionales. Toledo decidió entonces no avalar con su presencia esa elección tramposa y a partir de ese momento su entorno buscó una forma de protesta que expresara el descontento contra un régimen ilegítimo. Ese fue el germen de la “Marcha de los Cuatro Suyos”.
Una década después Carlos Bruce, coordinador general de la movilización, recuerda: “Una vez que Fujimori se reeligió como presidente, era claro que solo un movimiento mayoritario de masas podía debilitar ese régimen”. Un día, conversando con Javier Diez Canseco, surgió la idea del llamado a todas las fuerzas democráticas del país para una gran marcha hacia Lima. Así se empezó a coordinar con los partidos de la oposición, la CGTP y otros gremios, estudiantes y decenas de organizaciones nacionales. Una multitud de voluntades se echó a andar.
Considerando que a Toledo le decían –le dicen– “el Cholo” y muchas veces en el fragor de los mítines lo nombraban “Pachacutec”, era obvio que el nombre de la marcha fuera Cuatro Suyos. El periodista Gustavo Gorriti, entonces asesor de Toledo e integrante de su entorno más cercano, cuenta que esto aportó a la movilización, porque “los mejores ejemplos de protestas que tienen éxito son aquellas con una fuerte carga simbólica”. Además la voluntad de combatir al régimen flotaba en el aire. Solo eso explica, según Gorriti, que tamaña movilización de gente “se armara en poco tiempo, con una energía febril”.
Pueblo en marcha
Desde Lima, Bruce y su grupo de trabajo se encargaron de organizar los tambos, la logística para las movilizaciones, la llegada de las delegaciones. Pero nada se hubiera hecho sin la voluntad de muchísima gente. “Se me encargó la coordinación general y conté, entre otros, con la estrecha colaboración de Javier Morán –hoy secretario general institucional del APRA– y José Luis Risco de la CGTP”. Algunos cálculos señalan que unas 200 mil personas llegaron días antes de Fiestas Patrias a la capital. Miles no pudieron porque el gobierno impidió el paso de buses, paró marchas y cerró carreteras.
El objetivo era hacerle sentir a Fujimori la protesta del país en la calle, marchar al Congreso el 28 de Julio para impedir o afectar la juramentación y, si esto fuera posible, conseguir que la dictadura se cayera. Antes, las movilizaciones de los días 26 y 27 fueron masivas, pacíficas, alentadoras: estaba la sociedad civil organizada, partidos políticos, gremios, estudiantes, ciudadanos comprometidos. “Realmente el 27 fue la gran marcha, el gran desfile. Pocas veces he visto una coalición tan intensa de gente”, dice Gorriti.
Toledo y un grupo de colaboradores cercanos –Carlos Bruce, Gustavo Gorriti, Álvaro Vargas Llosa, Fernando Yovera y algunos más– dormían por esos días en el hotel Cesar’s. Allí se planeó la mayoría de acciones de la marcha. Hoy se sabe que muchos militares colaboraron con ella, entre ellos el general Roberto Chiabra, quien concibió un plan de acción para esos días –sobre todo el 28– cumplido solo en parte. Al hotel también llegaron las máscaras antigas que el empresario Marco Díaz compró en Estados Unidos y logró introducir por piezas en un cargamento de ropa al país. El periodista Fernando Yovera cuenta que los días previos al 28 armaron las máscaras en el ‘bunker’ toledista: “Eran unas 200 y las repartimos entre líderes nuestros y de otros partidos”.
Álvaro Vargas Llosa ha contado que se planeó tomar la Plaza de Armas antes del 28 y permanecer hasta después de la toma de mando de Fujimori. Yovera rememora que iban a aprovechar una verbena organizada por la Municipalidad de Lima –Alberto Andrade era el alcalde– para que estudiantes, obreros y militantes tomaran la plaza al final de la fiesta y acamparan ahí. “Hasta se pensó traer un tráiler para estacionarlo en la plaza, bajarle las llantas y quedarse ahí por días. Pero no se movilizó suficiente gente”.
Un día de lucha
Una vez concluida la multitudinaria marcha del 27, quedaba la jornada de lucha del 28 de Julio: había que marchar contra Fujimori y la dictadura. Muchos durmieron en la Plaza Grau o en el Paseo de los Héroes Navales. Toledo se quedó en el hotel Sheraton y de ahí salió con dirección al Congreso. Mientras tanto, la policía había puesto tres anillos de seguridad en el centro de Lima y estaba armada con una enorme cantidad de bombas lacrimógenas y vomitivas. Javier Morán, dirigente del APRA, cuenta que a las 8 de la mañana encabezó una de las primeras marchas “pero fuimos dispersados en jirón Lampa y después en Camaná”.
Cerca de las 10 de la mañana, Toledo y un grupo de sus allegados decidieron marchar en el Paseo de los Héroes Navales.
“Apenas empezamos a caminar fuimos seguidos por un grupo grande de gente que nos rodeó y fue creciendo. Pasamos por Lampa y avanzamos hacia el Parque Universitario. Ahí la policía disparó una andanada espesísima de gases. He estado en muchas marchas, pero nunca vi una densidad de gases como esa”, recuerda Gorriti. “La potencia de las bombas era impresionante. Ni con las máscaras era posible respirar”, confirma Carlos Bruce.
Gorriti y Bruce marchaban al lado de Toledo y la máscara de este no funcionó. Tuvieron que retirarlo porque se ahogaba. Se ha dicho que infiltrados le quitaron los filtros a la máscara, pero puede que solo fuera un error de la organización. “La marcha se fue formando, dispersando, agrupando en varios sectores. Hicimos dos mítines en la Plaza San Martín, pero fuimos dispersados con bombas lanzadas por policías desde el techo del Jurado Nacional de Elecciones”, cuenta Gorriti. En distintos momentos también estuvieron presentes líderes opositores como Jorge del Castillo, Carlos Ferrero, Gloria Helfer, Valentín Paniagua y Víctor Delfín.
A las 2 de la tarde la policía tenía el control del centro de Lima, pero sorprendentemente a esa hora empezó el incendio del Banco de la Nación, con un saldo de seis muertos. “Había grupos de gente lumpen organizada para generar destrozos y desvirtuar la protesta. Actuaban de manera impune y sin ningún control de la Policía”, recuerda Javier Morán. Sobre este vandalismo extraño, Gustavo Gorriti reunió en los días siguientes material fílmico que demostraba una verdad gigante: cuando la marcha era pacífica la policía la dispersaba con gases, y cuando arremetían los vándalos la policía retrocedía y les dejaba el campo libre. Toledo deslindó el mismo día con esa violencia.
Evaluación y balance
La noche del 28 de Julio se rumoreó que los organizadores iban a ser detenidos. Toledo, Bruce y Álvaro Vargas Llosa pasaron a la clandestinidad. En la madrugada Gorriti y Yovera recibieron en el César’s la visita de diplomáticos argentinos ofreciendo asilo para el “Cholo”. “Era parte de lo que quería el fujimorato para luego culparnos de las muertes y de haber huido”, explica Gorriti. Pero nadie se asiló y en los días siguientes confrontaron las acusaciones de terrorismo que agitaba el oficialismo. “Solo dos periodistas aceptaron entrevistarme: Jaime de Althaus y Beto Ortiz”, cuenta Bruce. El programa de Althaus también mostró el material preparado por Gorriti sobre el accionar policial respecto a los vándalos. Ahí el gobierno retrocedió en el empeño de criminalizar la protesta.
Sin embargo, el 29 de julio del 2000 traería sorpresas. Ese día el gobierno decidió abandonar la avenida Brasil como tradicional escenario de la parada militar y hacerlo a puertas cerradas, dentro de las instalaciones del Pentagonito. “En ese momento las calles eran nuestras y al ceder ese espacio sabíamos que la dictadura estaba derrotada. Para decirlo con una frase antigua: llevaban el perdigón bajo el ala”, cuenta Gorriti. En efecto, la dictadura había sido herida y apenas mes y medio después, con el video Kouri-Montesinos, empezaría a derrumbarse.
¿Cuál es la reflexión diez años después? “Ahora sabemos de lo que era capaz el fujimontesinismo y, visto en perspectiva, arriesgamos mucho. Hubiera pensado que un régimen así no volvería a instalarse en el Perú, pero veo cómo se reciclan e intentan volver al poder. Hay que estar alertas”, dice Bruce. Según Gustavo Gorriti, con Toledo se creció como nación, se logró buenas cifras macroeconómicas, pero la lucha anticorrupción no fue todo lo buena que debió ser. “Lo que era una gran posibilidad terminó convertida en una realidad mediocre”. Dice más Gorriti: hoy con Alan García se ha retrocedido mucho en el aspecto democrático y otra vez, como en el año 90, nos ha puesto ante el peligro del resurgimiento autoritario.
FUENTE: http://www.larepublica.pe/archive/all/domingo/20100725/22/node/280177/todos/1558