De la primera, en 1985, se libró por un indulto. El tribunal le considera «máximo responsable» de confeccionar un plan sistemático «para eliminar opositores» entre los años 1976 y 1980. Deberá cumplir la pena en una cárcel común
El dictador argentino Jorge Rafael Videla ha sido condenado este miércoles a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura (1976-1983). El Tribunal Oral Federal 1 de Córdoba impone también a la misma pena al general Luciano Benjamín Menéndez y a otros 28 acusados que desde julio eran juzgados en esta capital provincial, a 800 kilómetros al norte de Buenos Aires. Variso organismos humanitarios han calificado el proceso como el más importante en el último cuarto de siglo, ya que se trata del primer veredicto que escucha Videla en 25 años, desde el juicio a las Juntas Militares de 1985, en el que tambié fue condenado a cadena perpetua de la que se libró por un indulto.
La sentencia, que ordena que la condena se cumpla en una cárcel común, ha sido recibida con muestras de satisfacción por familiares de las víctimas y supervivientes de la represión ilegal, tanto a las puertas del tribunal de Córdoba como en Buenos Aires, donde el veredicto fue transmitido en directo en la sede de la Secretaría de Derechos Humanos de Argentina. La condena atiende la solicitud del fiscal Maximiliano Hairabedián, quien señaló a Videla, de 85 años, como «máximo responsable» de la confección de un plan sistemático «para eliminar opositores» durante el régimen militar.
Quien fuera el primer presidente de la pasada dictadura argentina y el resto de los acusados fueron llevados a juicio por el asesinato de 31 presos de la Unidad Penitenciaria San Martín de Córdoba, conocida como UP1, y por los secuestros y torturas en 1976 de seis víctimas señaladas por el régimen como «infiltrados de organizaciones revolucionarias». En su alegato final, Videla insistió en que los militares libraron «una guerra justa» contra «terroristas» que buscaban «la destrucción de bienes materiales o de personas» y pretendían instalar en Argentina un régimen marxista leninista. Reclamó, además, «el honor de la victoria» ante la guerrilla y remarcó que asume «todas sus responsabilidades» como jefe del Estado, cargo que ocupó entre 1976 y 1980.