domingo, 28 de febrero de 2010

Firmas libres: Manifiesto solidario por la libertad de los presos políticos cubanos



LIMA
Destacados artistas, escritores e intelectuales españoles y latinoamericanos, como Pedro Almodóvar, Mario Vargas Llosa, Antonio Muñoz Molina, Juan Marsé, Ana Belén, Víctor Manuel o Ángeles Mastretta se han adherido a un manifiesto en internet por la libertad de los presos políticos cubanos.

Los blogs orlandozapatatamayo.blogspot.com y firmasjamaylibertad.com/ozt/ han publicado un manifiesto bajo el lema "Orlando Zapata Tamayo. Yo acuso al gobierno cubano", que ha recibido hasta ahora más de 15,120 firmas de adhesión.

Entre los firmantes figuran el director de cine Pedro Almodóvar, cuya productora, El Deseo, confirmó esta adhesión, y los escritores españoles Antonio Muñoz Molina, Elvira Lindo, Juan Marsé, Fernando Savater, Rosa Montero y Ana María Matute, la editora Esther Tusquets y los cantantes Ana Belén y Víctor Manuel.

Desde Latinoamérica firman el manifiesto, según los organizadores de la campaña, escritores como el peruano Mario Vargas Llosa, el cubano afincado en México Rafael Rojas, el boliviano Edmundo Paz Soldán, los cubanos Abilio Estévez, Zoe Valdés y María Elena Cruz Varela, los mexicanos Jorge Volpi, Ángeles Mastretta y Carmen Boullosa, y el argentino Andrés Neuman.

También se adhieren la actriz cubano-venezolana María Conchita Alonso, los músicos cubanos Willy Chirino y Paquito D'Rivera, así como destacados opositores como la bloguera Yoani Sánchez, Vladimiro Roca, Carlos Alberto Montaner y Raúl Rivero En el manifiesto, los firmantes exigen la liberación "inmediata e incondicional de todos los presos políticos en las cárceles cubanas".

También se implora "el respeto a la vida de quienes corren el riesgo de morir como él para impedir que el gobierno de Fidel y Raúl Castro continúe eliminando físicamente a sus críticos y opositores pacíficos, condenándolos a penas de hasta 28 años de cárcel por "delitos" de opinión".

Para firmar el manifiesto haz click aqui
    http://firmasjamaylibertad.com/ozt/      o   
    http://orlandozapatatamayo.blogspot.com/

FUENTE:

En Cuba no todos son iguales


Por:
María Cecilia Villegas Otero*
LIMA
El 24 último murió en La Habana Orlando Zapata, quien empezó una huelga de hambre que duro 85 días. No era delincuente, era un disidente del régimen. Luchaba por la libertad y por ello fue condenado a 36 años. En una dictadura como la cubana la oposición es delito.

Estuve en La Habana y conocí la realidad. En Cuba no todos son iguales y el gobierno no cubre las necesidades básicas que se suponía: trabajo, vivienda, educación, salud y seguridad.

El sueldo promedio es de $14. Los alimentos garantizados en la libreta de racionamiento a un precio subsidiado cada vez son menos y la gente tiene hambre. La educación se centra en la Revolución, nada de derechos de la persona, nada de libertad, nada del resto del mundo. El acceso a internet está restringido. Para inscribir a los niños, se debe informar de las organizaciones revolucionarias a las cuales pertenecen los padres.

Los hospitales no tienen medicinas ni tecnología y allí funciona también el "tarjetazo", primero se atiende al que tiene plata y puede traerles un regalito a las enfermeras y doctores.

En La Habana estuve con Yoani Sánchez, la blogera** cubana opositora al régimen y Reinaldo su marido, a pesar de haber sido advertida de que era muy peligroso y de que sólo debía verla en el hotel, para evitar problemas con la Policía que la sigue constantemente. �Por qué nadie hace nada?, pregunté. Su respuesta fue triste.

Esta es la tercera generación que crece bajo la dictadura. Donde por oponerte al régimen y hablar en voz alta eres detenido en un auto y golpeado, luego liberado sin récord alguno y sin haber llegado a la comisaría. Sin posibilidad de trabajo, donde el único empleador es el Estado y donde para viajar al extranjero se necesita autorización del gobierno. Entonces, quién va a querer decir nada contra el gobierno si les queda la esperanza de algún día poder irse. Y si por causalidad el gobierno abrió un expediente, no habrá quién le permita salir del paraíso.

�Por qué seguimos manteniendo relaciones con una dictadura? �Qué dijo Insulza, declarado admirador de Fidel, de la muerte de Zapata? �Dónde están los defensores de Derechos Humanos? �Los caviares de la CIDH? �Los embasuradores y lavadores de banderas contra la "dictadura" fujimorista? Ah, me olvidaba, es que ellos son amigos de Fidel. Y como bien dice el dicho, a mis amigos todo, a mis enemigos la ley.

*Abogada , LLM Duke University
**Blog de Yoani  Sánchez   www.desdecuba/generaciony.com

FUENTE:

La muerte valiente de Zapata (preso político cubano)


El disidente Guillermo Fariñas (derecha), acompañado de otros opositores, en su casa de Santa Clara, el viernes.- EFE


REPORTAJE: Los derechos humanos en Cuba


El castrismo desacredita al disidente fallecido tildándole de "preso común" - Sus compañeros de lucha recuerdan su humildad y destacan su coraje


MAURICIO VICENT - La Habana - 28/02/2010

Antes de convertirse en mártir y símbolo de la disidencia cubana, Orlando Zapata Tamayo era un opositor desconocido, callado y con poco peso específico. Nunca destacó ni tuvo afanes de protagonismo. Quizás por ello el 20 de marzo de 2003, día en que fue detenido en La Habana junto a Marta Beatriz Roque y otros cuatro disidentes, el Gobierno lo excluyó del grupo de los 75 a los que enjuiciaría después por "conspirar" con Estados Unidos.


A Zapata lo dejaron morir tras una huelga de hambre que duró 85 días

En los años noventa emigró a la capital cubana y trabajó duro como albañil

Nunca formó parte del Grupo de los 75, los llamados disidentes ‘oficiales’

Su caso ha alentado la unidad y servido de acicate para la dividida oposición


Mientras éstos fueron condenados de inmediato a penas de prisión de hasta 28 años de cárcel, Zapata, un humilde albañil negro que entonces tenía 35 años, quedó fuera del escarmiento.

Su juicio no fue sumarísimo. Se realizó meses después y fue sancionado a tres años de privación de libertad por desobediencia y desacato. Orlando Zapata nunca llegó a ser el número 76 de aquel grupo selecto de disidentes, pero al final se convirtió en el primero de la lista debido a una huelga de hambre de 85 días que lo dejó en el camino y que ha movilizado como nunca antes al movimiento opositor cubano.

Activistas de la vieja guardia como Óscar Espinosa Chepe, uno de los 75 condenados aquella primavera de 2003, asegura que su muerte ha provocado una "conmoción sin precedentes" en las filas de la disidencia. "En los últimos 50 años no sucedía nada así", afirma este economista de 70 años de edad, condenado a 20 de prisión en aquellos procesos y luego puesto en libertad con una 'licencia extrapenal' por motivos de salud.

"Era un hombre muy humilde, no quería hablar ni aparecer en las fotos. Fue el régimen el que lo convirtió en líder y en mártir con su intolerancia", piensa Chepe.

A su entender, la muerte de Orlando Zapata marca un "antes y un después" en su país, "y no sólo para la disidencia, también para el Gobierno". De modo similar piensan todos los opositores consultados para este reportaje, de todas las tendencias (y muchas veces no bien avenidos): el criterio general hoy es que el "caso Zapata" ha fomentado la unidad y servido de acicate al movimiento opositor, mientras que para el Gobierno, en términos de imagen, el resultado es demoledor.

En los últimos días, media docena de presos políticos y un periodista disidente se han declarado en huelga de hambre en la isla, además de varios más en ayuno, para protestar por la muerte de Orlando Zapata. También exigen la liberación de todos los prisioneros políticos, que según datos de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CDHRN) son alrededor de 200, de ellos 65 adoptados por Amnistía Internacional como prisioneros de conciencia.

Orlando Zapata Tamayo era uno de esos presos de conciencia. Pero la historia de cómo ese joven albañil negro de una pequeña localidad del oriente cubano llegó a convertirse en el mártir de la disidencia que es hoy, es larga y gris. Zapata era el segundo hijo de una familia humildísima de Banes, un pueblo de 35.000 habitantes situado a 830 kilómetros al este de La Habana. De allí era oriundo Fulgencio Batista, contra quien se alzaron en armas Fidel y Raúl Castro, que nacieron a pocos kilómetros del lugar, en el asentamiento de Birán.

Zapata nunca destacó ni tuvo carisma, está claro. Sus compañeros de disidencia lo recuerdan como alguien "muy sencillo" y de "pocas palabras", pero "valiente". "No tenía miedo", asegura Marta Beatriz Roque, la disidente del grupo de los 75 que fue arrestada junto a él aquel 20 de marzo de 2003. "Aquel día, cuando llegó la policía y nos detuvo, le pegaron: a cada golpe gritaba ¡vivan los Derechos Humanos¡". Marta Beatriz Roque (sancionada a 20 años de cárcel, en libertad por motivos de salud) admite que entonces casi nadie lo conocía y que hasta hace no mucho eran pocos los que se preocupaban por su situación, "aunque ahora todo el mundo habla de él y lo quiere mucho".

Está claro que Orlando Zapata no era un disidente mediático y además había llegado relativamente tarde a la oposición. En los años noventa del pasado siglo emigró de Banes a la capital cubana y se buscó la vida como pudo, fundamentalmente de obrero y albañil. Cuenta Roque que tuvo muchos problemas... "Le pagaban poco, lo trataban mal, se sentía engañado y decía que constantemente violaban sus derechos... Fue así como poco a poco entró en contacto con el movimiento de derechos humanos".

Inicialmente se vinculó al grupo de Oscar Elías Biscet, líder de la Fundación Lawton, y también apoyó en las calles la iniciativa del Proyecto Varela, de Oswaldo Payá, y militó en el Movimiento Alternativo Republicano, un pequeño grupo opositor. Pero su trayectoria como activista fue corta.

La policía la interrumpió en diciembre de 2002, cuando se dedicaba a actividades opositoras junto a Biscet. Fue acusado de "alteración del orden" y "desórdenes públicos", pero el 9 de marzo de 2003 salió en libertad condicional. A los pocos días se sumó a un ayuno en demanda de la libertad de Biscet que organizaban Roque, el opositor Nelson Molinet -otro de los presos del grupo de los 75, condenado a 20 años de cárcel- y tres disidentes más.

De aquí en adelante su historia es conocida. Descartado como disidente de primera división, los tribunales lo condenaron a una sanción menor fuera del grupo de los 75. Tres años de privación de libertad. "Pero Orlando era de los bravos, de los que no se doblegan ni tolera las injusticias", recuerda Oswaldo Paya. "En la cárcel lo maltrataron brutalmente, pero el siempre se rebeló", asegura el opositor, que explica que sólo así, "por la saña de los carceleros", pudo acumular 36 años de condenas en juicios realizados dentro de la propia prisión.

Elizardo Sánchez, presidente de la CDHRN, considera que la "intolerancia del régimen totalitario" y el "ensañamiento" de sus victimarios fue lo que convirtió a Orlando Zapata en un símbolo de la disidencia y en un "mártir de la nación cubana". "Sólo de ellos es la responsabilidad, y aunque ahora van a tratar de desprestigiarlo su muerte va a suponer un punto de inflexión".

Sanchez recuerda que Zapata inició la huelga de hambre sólo para exigir un trato humanitario. Pero ahora, dice, su símbolo va a "radicalizar el discurso y las acciones" del movimiento opositor y esta "indignación" se va a traducir en una mayor "unidad". "Ya estamos viendo movilizados juntos a los grupos de la disidencia tradicional con las Damas de Blanco y los blogueros y ciberdisidentes", opina.

Ayer, cinco días después del fallecimiento de Orlando Zapata, la prensa cubana mencionó por primera vez su caso y, efectivamente, lo hizo para desacreditarle. Según Granma, "pese a todos los maquillajes" Zapata era un simple "preso común".

El diario comunista dice que fue "procesado por los delitos de violación de domicilio (1993), lesiones menos graves (2000), estafa (2000), lesiones y tenencia de arma blanca (2000: heridas y fractura lineal de cráneo al ciudadano Leonardo Simón, con el empleo de un machete)". El periódico asegura, además, que "adoptó el perfil político cuando ya su biografía penal era extensa" y ratifica la posición oficial: todos los opositores son "mercenarios" al servicio de Washington.

Disidentes de todas las tendencias, de nuevo unidos, criticaron al Gobierno por la "canallada" de estos argumentos. La mayoría coincidieron en que si Zapata tuvo antecedentes, también los tuvieron muchos próceres cubanos y eso no les resta méritos. Activistas de línea dura y socialdemocratas como Manuel Cuesta Morúa consideran que "lo importante es que estuvo dispuesto a dar la vida pacíficamente por demostrar la soberbia del Gobierno". Afirma Cuesta Morúa que "curiosamente, el Gobierno lo subestimó por ser negro, ser humilde y no pertenecer a ningún partido opositor conocido"; y ahora, aquel "a quien dejó morir", el preso que nunca fue de los 75, "se ha convertido en el símbolo de una sociedad que vive en un minuto de desesperación histórica y que merece la atención del mundo".

FUENTE:
http://www.elpais.com/articulo/internacional/muerte/valiente/Zapata/elpepiint/20100228elpepiint_6/Tes

Si el régimen político no es de izquierda, no es democrático (o el blues de los intocables)



Por Alberto Vergara (*) (Perú)

Let’s sing another song, boys,
this one has grown old and bitter.

Leonard Cohen


Durante las últimas semanas, la página editorial de este periódico ( Diario La República-Perú) ha sido tribuna de un enconado debate entre varios de sus columnistas. Los involucrados han sido Alberto Adrianzén y Nicolás Lynch, en una esquina y, en la de enfrente, Martín Tanaka. El origen de la discusión está en los artículos de este último criticando moderadamente los libros que recientemente publicaron Lynch y Adrianzén. Pero las respuestas han sido agrias. Nicolás Lynch trató a Tanaka de “malagua” y le achacó una “epistemología de supermercado”. Adrianzén, menos fosforito, le increpó ser un defensor del orden social prevaleciente.

¿A qué se debe la vehemencia en las respuestas de Lynch y Adrianzén? Aunque son varios los temas que animan este debate, quisiera detenerme en dos aspectos especialmente pertinentes.

Primer punto: ¿el régimen democrático debe ser de izquierda? La pregunta puede sonar absurda pero no lo es ya que en los escritos de Lynch y Adrianzén tal ecuación es siempre sugerida. Permanentemente, mencionan que “Toledo frustra la transición” (Lynch, 9 de febrero). La frustración, desde luego, proviene de haber mantenido el régimen económico neoliberal. Debemos asumir, entonces, que para ellos en el Perú carecemos de una democracia ya que una transición frustrada, por definición, es una que no desembocó en el régimen democrático.

El argumento parece ser la versión contemporánea de uno que la izquierda solía utilizar en los ochenta. El movimiento popular y movilizado que había derrocado a la dictadura de Morales Bermúdez no encontró un espacio en el juego de las instituciones democráticas que se abrieron con la Asamblea Constituyente de 1978. Lo que se recuperó fueron “solamente” las dimensiones políticas de la ciudadanía (básicamente el derecho al voto) pero se dejaron de lado las dimensiones sociales y económicas. Así fue que Lynch bautizó a aquella transición como “conservadora” (Ver “La transición conservadora. Movimiento social y democracia en el Perú 1975-1978”. Lima, Ediciones El zorro de abajo, 1992). Tal era el desagrado con la institucionalidad surgida de aquella transición que la representación izquierdista en la Asamblea Constituyente (¡un tercio!) se negó a suscribir la Constitución de 1979. Y posteriormente, de 1980 a 1985, solo tuvo palabras de desprecio para el gobierno de Acción Popular. Es por lo menos curioso que varios ex militantes de aquella izquierda hoy echen de menos la constitución que negaron y se deshagan en mimos nostálgicos hacia Valentín Paniagua, prominente líder de aquel gobierno que solo supieron insultar.

En fin, el argumento está de vuelta treinta años después: los ocho meses en que Valentín Paniagua fue presidente contenían el germen de una refundación republicana en la que no solo cambiaría el régimen político sino el modelo económico neoliberal (inseparable de la dictadura fujimorista). Para avalar esta idea, Adrianzén (13 de febrero) cita unas frases de Paniagua en que, efectivamente, don Valentín alude a una refundación republicana… ¡pero nunca alude a deshacerse del modelo económico neoliberal! Debo confesar que me perpleja este trapicheo con el recuerdo de Paniagua. Según Adrianzén, “las ideas de Paniagua, en cierta forma, eran cercanas a las que se viven actualmente en los países andinos”. ¿Perdón? Paniagua, que estudió y defendió toda su vida el constitucionalismo y el imperio de la ley contra el militarismo y el caudillismo, ¿estaría entusiasmado con caudillos plebiscitarios que cambian las constituciones como les da la gana para perpetuarse en el poder?

Y luego llegan las “traiciones”. Según Lynch y Adrianzén, Toledo se burló del electorado pues olvidó sus promesas electorales del 2001. A ver, Toledo nunca fue ni nacionalista ni socialista. La idea de un Toledo traidor no tiene pies ni cabeza. Aquí les va una pista: Mario Vargas Llosa apoyó su candidatura el 2001. ¿De dónde sacaron, entonces, las esperanzas de que Toledo fuese un Humala avant la lettre? Más bien, creo que Tanaka tiene razón cuando afirma que estos intelectuales se han ido radicalizando en los últimos años, alejándose de posiciones socialdemócratas para terminar de groupies de un caudillo nacionalista. Y luego aparece la traición de García. Según Lynch (6 de febrero), García candidato había utilizado una retórica inflamada contra el TLC y finalmente traicionó ese discurso al moderarse y dar luz verde a dicho tratado. Pero esto es incorrecto. Quien se opuso abiertamente fue Humala. García, cínica y hábilmente, puso montones de reparos al TLC sin dejar en claro si lo firmaría o rechazaría. De hecho, esta fue una de las sinuosas estrategias por las cuales terminó estando a la derecha de Humala (que lo rechazaba tajantemente) y a la izquierda de Lourdes Flores (que lo aceptaba sin reservas), consiguiendo así avanzar a la segunda vuelta.

El problema, entonces, no son las traiciones, sino los sueños transicionales. Durante las transiciones nuestros intelectuales orgánicos suelen imaginar el advenimiento de un movimiento “plebeyo” que tomará el Estado y luego, ¡zas!, se despiertan con el baldazo de agua fría de las elecciones. En lugar de cargar las tintas contra el régimen político (contra las reglas del juego democrático), sería más justo que dediquen ese esfuerzo a analizar por qué sus opciones preferidas –a pesar de la enorme cantidad de votos recibidos el 2006 tanto en la presidencial como en el congreso—, no han logrado consolidar una agenda o un partido. En resumen, si Toledo o García hubiesen gobernado como Adrianzén y Lynch fantaseaban, el régimen político sería democrático. O sea, para ellos el carácter democrático del régimen no proviene de la sucesión de elecciones limpias y justas, sino de las políticas públicas que los gobernantes deberían haber puesto en marcha.

Segundo punto. La objetividad y el activismo del científico social. Aquí quien ha lanzado la frase clave es Nelson Manrique: Tú también tienes ideología, le ha dicho a Tanaka. Y todos han secundado esta idea de que la crítica se realiza desde alguna posición política y, por lo tanto, no se debe ir por la vida pretendiendo la “objetividad”. Pero digamos lo evidente: los libros y los artículos pueden ser deficientes o logrados, mejores o peores, independientemente de la orientación política que ellos o sus autores tengan. La posibilidad de verificar ciertos niveles de calidad objetivos es lo que permite que la academia y el debate de ideas sobrevivan. Los libros de Manrique son estupendos porque cumplen con estos estándares y no porque sean de izquierda.

¿Cuál es la utilidad de exigir a quienes reseñan libros que anuncien en qué equipo político juegan? Peor aún, ¿por qué asumir que todos juegan en algún proyecto político? Yo le veo una intención muy clara. Es la vía por la cual todos los argumentos valen lo mismo, todos los libros terminan reducidos a ser expresión de una ideología, todos serían expresión de unos “intereses” particulares. Se instaura el relativismo más nocivo para el conocimiento pues nadie tendría ideas o hallazgos originales sino apenas reflejos de una agenda política implícita o explícita ¿Y a quién favorecería todo este relativismo? A quienes escriben libros deficientes.

(*) Politólogo


FUENTE:
http://www.larepublica.pe/archive/all/domingo/20100228/10/node/252517/todos/1558

Orlando Zapata

Por Fernando Rospigliosi

frospigliosi@larepublica.com.pe

La muerte del obrero cubano Orlando Zapata, en una mazmorra de los hermanos Castro, muestra la auténtica faz de la más antigua y feroz dictadura de América Latina.

La infame prisión norteamericana de Guantánamo es un hotel de cinco estrellas comparada con las espantosas cárceles cubanas, donde son arrojados los disidentes políticos.

Orlando Zapata, obrero, negro, pobre, fue detenido hace siete años. No era un terrorista, no ponía bombas. No era un delincuente, no asaltaba bancos. Fue adoptado como preso de conciencia por Amnistía Internacional. Era miembro del Directorio Democrático Cubano, organización que lucha por elementales libertades democráticas en la Cuba gobernada desde hace 51 años por los hermanos Fidel y Raúl Castro.

El crimen

Zapata fue apresado porque cometió el peor de los delitos que se puede perpetrar en una dictadura totalitaria, oponerse con la cara descubierta al régimen de terror, que se sostiene por el miedo de la mayoría a un sistema represivo omnipresente que parece invencible.

El régimen tiene que sancionar con rapidez, brutalidad y extrema crueldad a los disidentes, porque de lo contrario el “mal ejemplo” se extiende y las masas adormecidas y resignadas, pero hartas de un sistema corrupto que las ha privado de libertad y de los bienes más esenciales, se rebelarían.

Por el hecho de expresar su deseo de libertad, el obrero Orlando Zapata, fue condenado a 32 años de prisión en juicios sumarios, una farsa peor a la de los tribunales sin rostro de la época de Alberto Fujimori.

En esa misma época, la “primavera negra” del año 2003, fueron detenidos otros 75 periodistas y activistas de la democracia y los derechos humanos.

El horror de Kilo 8

La bloguera cubana Yoani Sánchez ha publicado un testimonio desgarrador sobre la situación de Zapata en la prisión Kilo 8, en Camagüey, testimonio reproducido en El País de España:

“Después llegó la soledad de una celda tapiada, los malos tratos, las palizas y con ello terminó la ilusión de que un preso no condenado a muerte tiene derecho a que le respeten la vida.

“Al cancelarse la visita a Cuba del relator de las Naciones Unidas contra la tortura, terminó para muchos la esperanza de ser rescatados de los malos tratos en los penales. Aprovechándose de su impunidad, los guardas metieron a Orlando en un espacio breve, donde tenía que compartir el suelo con las ratas y las cucarachas.

“Le gritaban por la rendija de una puerta de hierro que no iba a salirse con la suya, pues en una prisión revolucionaria un preso político equivale a los gorgojos que acompañan –permanentemente– al arroz.

“Se resistió a ponerse el uniforme de presidiario y eso le trajo otra andanada de golpes y el punzante castigo de reducirle las visitas de sus familiares. Cuando abrieron el sitio donde lo habían enterrado vivo, ya el daño era irreversible y la culpa salpicaba hasta la mismísima silla del actual presidente cubano.” (“¿Quién mató a Orlando Zapata?”, El País, 26.2.10).

En esas condiciones, Zapata realizó una huelga de hambre, de las de a verdad. Murió 86 días después, el 23 de febrero. Ningún medio de prensa de la dictadura totalitaria de los hermanos Castro informó nada en Cuba sobre la huelga, la muerte y el entierro de Zapata.

Ahora cinco disidentes más –cuatro de ellos en prisión– se han declarado también en huelga de hambre en Cuba.
Los cómplices

Mientras Zapata moría lentamente, los presidentes de América Latina –incluido el sátrapa cubano– se reunían en México para formar una organización –¡otra más!– regional. Ni una palabra salió de allí para demandar la libertad o un mejor trato para los más de 200 presos políticos cubanos.

Peor aún, el antiguo sindicalista, luchador antidictatorial y hoy presidente del Brasil, Lula da Silva, visitó Cuba y se reunió con los hermanos Castro. Por supuesto, no dijo una palabra sobre Zapata –que agonizaba en ese momento– ni sobre los presos de conciencia.

El jueves pasado, otro dictador que sigue los pasos de los Castro, abandonó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (como Fujimori) e insultó procazmente a su Secretario, el argentino Santiago Cantón: “excremento puro” le dijo.

Cantón es conocido en el Perú. Visitó muchas veces el país en la década de 1990 como funcionario internacional, apoyando a los periodistas y demócratas que luchábamos contra la dictadura de Fujimori y Montesinos.

¿Qué dicen de todo esto los izquierdistas peruanos? Están mudos. Los más desvergonzados defenderán a Castro y Chávez, la mayoría no se atreverá, pero guardará silencio cómplice.

Como se dijo en esta columna la semana pasada, el compromiso con la democracia y los derechos humanos de las élites de izquierda y derecha es oportunista, los defienden solo cuando les conviene.
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