El "presidente de la República Socialista de Rumania" Nicolae Ceaucescu FOTO:http://civilizacionsocialista.blogspot.com/2009/11/para-horror-de-los-imperialistas-crece.html |
- Los disidentes eran perseguidos, encarcelados, ejecutados
Durante 45 años, Rumania vivió bajo un régimen comunista dictatorial
BUCAREST, RUMANIA. - Durante 45 años, Rumania vivió bajo un régimen comunista dictatorial. Los disidentes eran perseguidos, encarcelados, ejecutados. Tras 20 años de democracia, la verdad emerge gracias a libros, películas y exhumaciones, pero las víctimas lamentan la falta de justicia.
El juicio expeditivo del dictador Nicolae Ceausescu, el día de Navidad de 1989, privó al país de un verdadero examen colectivo de los crímenes de la dictadura.
Vasile Paraschiv fue uno de los disidentes perseguidos.
Este pequeño y vivaz anciano de 81 años, que vive en un modesto apartamento de Ploiesti, ciudad industrial al norte de Bucarest, había adherido al Partido comunista por convicción. En 1968, decepcionado, dimitió y militó por la creación de un sindicato libre.
En los años 1980, sería detenido, golpeado y torturado por la policía secreta, la Securitate.
Veinte años después de la sublevación anticomunista, la esperanza es reemplazada por la decepción.
"¿Donde está la justicia? Hoy, si alguien atropella a un peatón, es perseguido por la justicia, pero quienes me maltrataron y torturaron no pueden ser juzgados. Los oficiales de la Securitate tienen jubilaciones astronómicas, pero yo vivo con 700 lei (165 euros) por mes", afirma.
Paraschiv, al igual que los ex presos políticos o los hijos de resistentes al comunismo ejecutados en los años 50, intentó perseguir a sus verdugos, pero la ley impide esos procesos debido a los plazos de prescripción.
Las querellas son a menudo interpuestas tardíamente, subraya la fiscal general Laura Kovesi.
Sería necesaria una decisión política que anule la prescripción de estos hechos, tal como lo hizo la República Checa.
"Ninguno de los presidentes, desde Ion Iliescu a Traian Basescu, pasando por Constantinescu, quiso tomar esa decisión", se lamenta Paraschiv.
Así, "aunque hubo numerosos juicios sobre los acontecinmientos de la Revolución de 1989, en cambio la justicia casi no intervino respecto a los crímenes cometidos durante la dictadura comunista", escribe la historiadora Raluca Grosescu.
Rumania no es desde luego el único país en realizar una transición sin procesos judiciales, como ya ocurrió en España.
"Mientras los torturadores no sean juzgados, permanecerá vivo un sentimiento difuso de miedo", afirma no obstante Marius Oprea, director del Instituto par la investigación sobre los crímenes del comunismo (IICCR).
"Los procesos son importantes porque reactualizan los hechos, como si fuera necesario verlos una vez más antes de desactivarlos y expulsarlos, al fin, hacia el registro del pasado. Simbólicamente, en el tribunal, quien hacía daño se halla inmovilizado, mientras que la víctima es libre ", recuerda Antoine Garapon (Instituto francés de Altos Estudios sobre la Justicia).
Ante los vacíos judiciales, algunos se vuelcan hacia el pasado.
El IICCR y sus 30 historiadores exhuman los cadáveres de los hombres que resistieron a los comunistas y fueron lanzados a fosas, para entregárselos a sus familias.
Cristian Mungiu, Palma de Oro en Cannes, evocó en una película los abortos clandestinos a los que se veían obligadas miles de mujeres bajo el régimen de Ceausescu.
Ana Blandiana, poetisa, fundó en 1993 el memorial de las víctimas del comunismo, erigiéndolo sobre una antigua prisión política en Sighet (norte). Cada año, un escuela de verano enseña a los adolescentes lo que fue la represión.
Unico en la Europa ex-comunista, el memorial "es un homenaje a quienes fueron perseguidos por sus ideas", dice Blandiana.
Algunos analistas creen que Rumania necesitaría una revolución mental y espiritual, como la que forzó a Alemania en 1968 a asumir su pasado nazi.
Por otro lado cuando el joven soldado Dorin Marian Carlan dio un paso al frente el día de Navidad de 1989, no podía imaginar que pocas horas después daría muerte al dictador rumano Nicolae Ceausescu y a su esposa Elena.
Él, entonces un suboficial de 27 años de edad, fue quien vio, minutos antes de ejecutarle, lágrimas en los ojos de quien había regido los destinos de Rumanía durante 24 años de tiranía.
"Sólo sabíamos que íbamos a una 'misión de grado cero', que son las más arriesgadas que existen", relató Carlan en el bar de un céntrico hotel de Bucarest.
El juicio expeditivo del dictador Nicolae Ceausescu, el día de Navidad de 1989, privó al país de un verdadero examen colectivo de los crímenes de la dictadura.
Vasile Paraschiv fue uno de los disidentes perseguidos.
Este pequeño y vivaz anciano de 81 años, que vive en un modesto apartamento de Ploiesti, ciudad industrial al norte de Bucarest, había adherido al Partido comunista por convicción. En 1968, decepcionado, dimitió y militó por la creación de un sindicato libre.
En los años 1980, sería detenido, golpeado y torturado por la policía secreta, la Securitate.
Veinte años después de la sublevación anticomunista, la esperanza es reemplazada por la decepción.
"¿Donde está la justicia? Hoy, si alguien atropella a un peatón, es perseguido por la justicia, pero quienes me maltrataron y torturaron no pueden ser juzgados. Los oficiales de la Securitate tienen jubilaciones astronómicas, pero yo vivo con 700 lei (165 euros) por mes", afirma.
Paraschiv, al igual que los ex presos políticos o los hijos de resistentes al comunismo ejecutados en los años 50, intentó perseguir a sus verdugos, pero la ley impide esos procesos debido a los plazos de prescripción.
Las querellas son a menudo interpuestas tardíamente, subraya la fiscal general Laura Kovesi.
Sería necesaria una decisión política que anule la prescripción de estos hechos, tal como lo hizo la República Checa.
"Ninguno de los presidentes, desde Ion Iliescu a Traian Basescu, pasando por Constantinescu, quiso tomar esa decisión", se lamenta Paraschiv.
Así, "aunque hubo numerosos juicios sobre los acontecinmientos de la Revolución de 1989, en cambio la justicia casi no intervino respecto a los crímenes cometidos durante la dictadura comunista", escribe la historiadora Raluca Grosescu.
Rumania no es desde luego el único país en realizar una transición sin procesos judiciales, como ya ocurrió en España.
"Mientras los torturadores no sean juzgados, permanecerá vivo un sentimiento difuso de miedo", afirma no obstante Marius Oprea, director del Instituto par la investigación sobre los crímenes del comunismo (IICCR).
"Los procesos son importantes porque reactualizan los hechos, como si fuera necesario verlos una vez más antes de desactivarlos y expulsarlos, al fin, hacia el registro del pasado. Simbólicamente, en el tribunal, quien hacía daño se halla inmovilizado, mientras que la víctima es libre ", recuerda Antoine Garapon (Instituto francés de Altos Estudios sobre la Justicia).
Ante los vacíos judiciales, algunos se vuelcan hacia el pasado.
El IICCR y sus 30 historiadores exhuman los cadáveres de los hombres que resistieron a los comunistas y fueron lanzados a fosas, para entregárselos a sus familias.
Cristian Mungiu, Palma de Oro en Cannes, evocó en una película los abortos clandestinos a los que se veían obligadas miles de mujeres bajo el régimen de Ceausescu.
Ana Blandiana, poetisa, fundó en 1993 el memorial de las víctimas del comunismo, erigiéndolo sobre una antigua prisión política en Sighet (norte). Cada año, un escuela de verano enseña a los adolescentes lo que fue la represión.
Unico en la Europa ex-comunista, el memorial "es un homenaje a quienes fueron perseguidos por sus ideas", dice Blandiana.
Algunos analistas creen que Rumania necesitaría una revolución mental y espiritual, como la que forzó a Alemania en 1968 a asumir su pasado nazi.
Por otro lado cuando el joven soldado Dorin Marian Carlan dio un paso al frente el día de Navidad de 1989, no podía imaginar que pocas horas después daría muerte al dictador rumano Nicolae Ceausescu y a su esposa Elena.
Él, entonces un suboficial de 27 años de edad, fue quien vio, minutos antes de ejecutarle, lágrimas en los ojos de quien había regido los destinos de Rumanía durante 24 años de tiranía.
"Sólo sabíamos que íbamos a una 'misión de grado cero', que son las más arriesgadas que existen", relató Carlan en el bar de un céntrico hotel de Bucarest.
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