Soras (1984): El Colectivo De la Muerte
Testimonio :::: Masacre desconocida que terminó con la vida de 104 personas recuerda que Abimael Guzmán planeó multitud de asesinatos en masa.
Niños hacen dramática recreación de los asesinatos durante reciente acto de reparaciones colectivas. En la comunidad se ha implementado el mejoramiento de pastos. También recibieron un tractor.
Julio Condori perdió un ojo y hasta hoy sufre de secuelas
La increíble historia de los sobrevivientes Celestino Jáuregui y su hija.
Hermanos Diómedes y Olimpio Jáuregui
En su libro pretende librarse de la responsabilidad por la masacre de Lucanamarca. Pero hubo decenas de crímenes semejantes.
Son postales
salidas del infierno. Celestino Jáuregui sobrevivió a un machetazo en la
cabeza. A su mujer la encontraron muerta mientras él yacía inconsciente,
también supuestamente asesinado. Su bebé de poco más de un año amamantó del
cadáver por una noche en la intemperie, lo que le permitió conservar la vida.
Es una escena de la masacre de Soras en la
provincia ayacuchana de Sucre. Hechos casi desconocidos ocurridos el 16 de
julio de 1984.
En su libro recientemente publicado, el líder
senderista Abimael Guzmán reitera durante varios pasajes su inocencia en torno
a otra masacre más famosa, la de Lucanamarca. Tal insistencia no es gratuita.
En 1988 ofreció a El Diario la autodenominada “entrevista del siglo” y allí
explicó cómo fue que la propia cúpula de Sendero Luminoso ordenó el terrible
crimen que segó la vida de 69 hombres, mujeres y niños: “Respondimos con una
acción devastadora”, reconoció entonces. “En algunas ocasiones, como esa, fue la
jefatura central misma quien planeó la acción y dio las instrucciones”.
Guzmán pretendió demostrar en su defensa
judicial que nunca ordenó la masacre y distanciarse así de las macabras
acciones que instigó durante doce años. Su negación es un chiste de pésimo
gusto. Más cuando es la única matanza senderista que se digna mencionar en el
libro.
“EN ALGUNAS OCASIONES”, dijo Guzmán. La
verdad es que hubo decenas de lucanamarcas. Jesús Aliaga, del programa de
reparaciones colectivas, considera que urge judicializar “cientos de masacres
senderistas cometidas en comunidades campesinas y nativas sobre las cuales
Abimael Guzmán y dirigentes como Osmán Morote aún tienen que pagar”.
En un país tan desconectado como el Perú, la
profundidad de algunas heridas puede conocerse en verdad después de décadas.
Diómedes y Olimpio Jáuregui, niños
sobrevivientes de la matazón, asistieron confundidos entre más de quinientos
asistentes a la ceremonia en el patio de honor en Palacio de Gobierno el pasado
viernes 2. Allí se entregaron cheques a las comunidades afectadas por la
violencia. Y Soras figuraba en la larga lista de crímenes imperdonables que
ahora Guzmán pretende omitir.
ERA UN MACABRO ENGAÑO. Feliciano Jáuregui
acudía en camino a la reunión pactada en el segundo piso del local municipal.
La oscuridad le obligó a encender su linterna y observó horrorizado cómo el
reguero de sangre anegaba las escaleras. Huyó y comenzó a alertar a la
población.
Sendero Luminoso perpetraba así el último
capítulo de un día que los habitantes de Soras no pueden superar hasta hoy.
Como ocurrió con otros casos, como el propio
Lucanamarca y los distritos vecinos de Saccsamarca y Sancos, la sangrienta
ofensiva senderista se desató en venganza por el levantamiento de los
campesinos contra los terroristas.
Olimpio Jáuregui –sin parentesco directo con
Feliciano ni Celestino– era militante aprista y presidente de la comunidad.
Desde que Sendero comenzó su trabajo en la zona persuadió a los demás comuneros
para que no se vinculen con los maoístas. Su hijo Diómedes recuerda que “lo
tomaron prisionero a las tres de la madrugada del 26 de noviembre de 1983”. Lo
pusieron de rodillas en la plaza junto con otros dos campesinos y los
ejecutaron a las 11 de la mañana. “La comunidad no entendía lo que era un juicio
popular”, recuerda Olimpio, otro de sus hijos. Diómedes fue testigo del
asesinato de su padre a sus doce años. “Le pegaron el letrero del soplón”,
recuerda.
La brutalidad de los terroristas ya era
notoria. Olimpio y otro campesino fueron muertos a bala. El tercero, Juan
Miranda, iba a ser asesinado a machetazos en el cuello. Pero a pesar de las
bárbaras heridas vivió once años más.
Hartos de los abusos, los comuneros
capturaron en 1983 a dos mandos senderistas que fueron castigados con latigazos
y luego puestos en libertad. Las acciones de los maoístas se incrementaron en
los meses siguientes y los dos mandos fueron capturados de nuevo, siendo
entregados a los sinchis. No se supo más de ellos.
LA REVANCHA dejó un largo reguero de sangre.
La madrugada del 16 de julio de 1984, fecha de la fiesta patronal de Soras, un
grupo de terroristas emboscó un bus de la empresa El Cabanino en la comunidad
de Pallcas. Allí mismo asesinaron a 36 personas a punta de picos, cuchillos y
pedradas a la cabeza. Dos sobrevivientes partieron a Pallcas a buscar ayuda.
Uno murió en el camino. Otros dos escaparon: un fotógrafo que vive hasta hoy y
un adscrito al ejército. Según Diómedes Jáuregui, cuando se presentó ante la
base militar horas después fue acusado de ser infiltrado de Sendero y
desaparecido.
Los terroristas dejaron vivo al chofer del
bus, Constantino León, y lo obligaron a seguir la marcha fúnebre. Siguieron al
anexo de Doce Corrales donde asesinaron por lo menos a tres personas más. En la
localidad de Chaupihuasi se hicieron pasar por una patrulla militar. Reunieron
a la población en la escuela y mataron en total a un número cercano, según el
recuento de Diómedes, a “medio centenar” de personas, entre las cuales había
mujeres y niños. Hubo violaciones y ensañamientos con las mujeres. Quedaron
cinco comuneros vivos en Chupihuasi. Un borrachito se salvó por estar durmiendo
la mona.
Entre los heridos graves estuvo Julio
Condori, que intentó defenderse y arrebató la ametralladora a uno de los
senderistas. Pero no logró disparar. Le reventaron el ojo derecho con una gran
piedra y lo abandonaron, dándolo por muerto. Hasta hoy arrastra las secuelas.
En la plaza del pueblo volvieron a
presentarse como militares y convocaron a una reunión en el segundo piso del
local municipal. “Escuchamos dieciocho disparos seguidos. Tiro por tiro”, narra
Diómedes Jáuregui. Igual número de víctimas mortales hubo en el último capítulo
de la historia de terror que Sendero Luminoso perpetró en Soras. Fueron 104
muertos en total. (Enrique Chávez)