Escrito por Leonel Pérez Belette
Durante las últimas semanas se ha hecho evidente la incoherencia del régimen de la familia Castro. Por un lado dicen estar en abierta lucha contra el flagelo de la corrupción y por el otro la dirigen. En esta oportunidad las víctimas son adolescentes, jóvenes y ya no tan bisoños personajes, apasionados de la música Rock.
La represión se refleja en los lugares donde se reúnen. Grupos de más de tres policías y paramilitares de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR)rodean la Avenida de los Presidentes cada fin de semana. Justo en las intersecciones de calle 23 y calle G y en Calle línea y calle G. Detenciones, comprobación de documentos, atropellos y la intimidante presencia policial siempre presente.
Sucede que estas personas bohemias, de ideas liberales y cabello largo, no le son de agrado a la dictadura. No encajan en el modelo del hombre nuevo. No son robots programables, que ejecutan eufóricamente las órdenes del sumo líder, tampoco son marionetas de organizaciones políticas como la Unión de Jóvenes Comunista (UJC), el brazo cultural hermanos Saíz, o el Ministerio de Cultura.
El hostigamiento contra los que gustan de este género musical, y toda la cultura que le acompaña, data desde el momento en que Fidel Castro llegó al poder. Hace poco se vislumbraba una esperanza después que el dictador y varios de sus seguidores develara una estatua dedicada a John Lennon en uno de los más céntricos parques de la capital. Los Beattles habían sido catalogados de propaganda enemiga por las autoridades de la Isla y la intolerancia gubernamental condujo a centenares de fans a campos de concentración conocidos por Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP).
El lugar donde los músicos del patio hacían gala de su virtuosismo en este estilo, fue clausurado desde hace un año. Aunque se han permitido algunos conciertos, estos han sido controlados por el estado y llevados de la mano por sus comisarios políticos. Estos incidentes desplazaron a los apasionados de la música Rock hacia la calle. De parque en parque.
Para asombro de los transeúntes, los mismos efectivos policiales que reprimen a este grupo social son los mismos que se dedican a servir de proxenetas de travestís y jineteras, entre otros turbios negocios, en la zona. Basta salir un día Rampa arriba y Rampa abajo para apreciar el fenómeno, que desde hace mucho tiempo vienen denunciando varios vecinos de la calle 23 y profesores de la Universidad de La Habana.
Los rockeros en Cuba no son un grupo antisocial y aunque en ocasiones han estado vinculados al consumo de psicofármacos, la mayor parte de ellos no consume ni siquiera alcohol. Proceden de los más diversos estratos sociales, estudiantes universitarios, obreros, profesionales. No median en sus agrupaciones la opinión política, ni las religiones, ni la preferencia social, ni la solvencia económica, ni el nivel cultural. Tan sólo son seres humanos diferentes con un interés común: la música.
Decenas de cubanos opinan que si el Gobierno actual y el MINCULT quiere buscar a drogadictos, proxenetas y corruptos, puede dirigirse a las mismas instituciones que patrocinan. La orquesta Van Van, la mega empresa CIMEX, o a la misma policía.
Durante las últimas semanas se ha hecho evidente la incoherencia del régimen de la familia Castro. Por un lado dicen estar en abierta lucha contra el flagelo de la corrupción y por el otro la dirigen. En esta oportunidad las víctimas son adolescentes, jóvenes y ya no tan bisoños personajes, apasionados de la música Rock.
La represión se refleja en los lugares donde se reúnen. Grupos de más de tres policías y paramilitares de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR)rodean la Avenida de los Presidentes cada fin de semana. Justo en las intersecciones de calle 23 y calle G y en Calle línea y calle G. Detenciones, comprobación de documentos, atropellos y la intimidante presencia policial siempre presente.
Sucede que estas personas bohemias, de ideas liberales y cabello largo, no le son de agrado a la dictadura. No encajan en el modelo del hombre nuevo. No son robots programables, que ejecutan eufóricamente las órdenes del sumo líder, tampoco son marionetas de organizaciones políticas como la Unión de Jóvenes Comunista (UJC), el brazo cultural hermanos Saíz, o el Ministerio de Cultura.
El hostigamiento contra los que gustan de este género musical, y toda la cultura que le acompaña, data desde el momento en que Fidel Castro llegó al poder. Hace poco se vislumbraba una esperanza después que el dictador y varios de sus seguidores develara una estatua dedicada a John Lennon en uno de los más céntricos parques de la capital. Los Beattles habían sido catalogados de propaganda enemiga por las autoridades de la Isla y la intolerancia gubernamental condujo a centenares de fans a campos de concentración conocidos por Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP).
El lugar donde los músicos del patio hacían gala de su virtuosismo en este estilo, fue clausurado desde hace un año. Aunque se han permitido algunos conciertos, estos han sido controlados por el estado y llevados de la mano por sus comisarios políticos. Estos incidentes desplazaron a los apasionados de la música Rock hacia la calle. De parque en parque.
Para asombro de los transeúntes, los mismos efectivos policiales que reprimen a este grupo social son los mismos que se dedican a servir de proxenetas de travestís y jineteras, entre otros turbios negocios, en la zona. Basta salir un día Rampa arriba y Rampa abajo para apreciar el fenómeno, que desde hace mucho tiempo vienen denunciando varios vecinos de la calle 23 y profesores de la Universidad de La Habana.
Los rockeros en Cuba no son un grupo antisocial y aunque en ocasiones han estado vinculados al consumo de psicofármacos, la mayor parte de ellos no consume ni siquiera alcohol. Proceden de los más diversos estratos sociales, estudiantes universitarios, obreros, profesionales. No median en sus agrupaciones la opinión política, ni las religiones, ni la preferencia social, ni la solvencia económica, ni el nivel cultural. Tan sólo son seres humanos diferentes con un interés común: la música.
Decenas de cubanos opinan que si el Gobierno actual y el MINCULT quiere buscar a drogadictos, proxenetas y corruptos, puede dirigirse a las mismas instituciones que patrocinan. La orquesta Van Van, la mega empresa CIMEX, o a la misma policía.
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