miércoles, 28 de enero de 2009

EL HORROR DE PUTIS (AYACUCHO)


La primera exhumación de más de cien desaparecidos en cuatro fosas en los Andes de Perú desnuda la salvaje respuesta del Ejército ante la vesanía de Sendero Luminoso: el 49 por ciento de las víctimas está compuesto por niños
En la presentación del informe final -de nueve tomos de longitud- que reveló que fueron cerca de 70.000 las víctimas de la guerra interna ocurrida entre 1980 y 2000, el presidente de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Perú (CVR), Salomón Lerner señaló que se expone un doble escándalo: "el del asesinato, la desaparición y la tortura masivos, y el de la indolencia, la ineptitud y la indiferencia de quienes pudieron impedir esta catástrofe humanitaria y no lo hicieron".
De cada cuatro víctimas de la violencia, tres fueron campesinos o campesinas cuya lengua materna era el quechua, un amplio sector de la población históricamente ignorado (a veces hasta despreciado) por el Estado y por la sociedad urbana, aquélla que sí disfruta de los beneficios de la comunidad política.
"El insulto racial, el agravio verbal a personas desposeídas, resuena como abominable estribillo que precede a la golpiza, al secuestro del hijo, al disparo a quemarropa... mucho se ha escrito sobre la discriminación cultural, social y económica persistente en la sociedad peruana. Poco han hecho las autoridades del Estado o los ciudadanos para combatir semejante estigma de nuestra comunidad, enfermedad que acarrea daños tangibles e imperecederos", dijo Lerner, en agosto de 2003.
El poblado de Putis -enclavado en una quebrada de 4.000 metros de altura, a cinco horas de Ayacucho- entró a la historia de Perú de modo sangriento: el 13 de diciembre de 1984, un pelotón del Ejército juntó a un grupo de pobladores y, tras obligarles a cavar una fosa, violaron a las mujeres y les dispararon a mansalva. Ese día murieron 147 personas.
¿El delito? Supuestamente ser parte del grupo terrorista Sendero Luminoso.
La matanza fue la respuesta de las Fuerzas Armadas a la guerra que sacudió a Perú entre 1980 y 2000, declarada al Estado peruano por los grupos terroristas, Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA).
Luego de la masacre, los pobladores de Putis que se dedicaban a la ganadería y tenían como lengua materna el quechua se vieron forzados a huir hacia la selva. Ahora, más de dos décadas después, han regresado para ayudar activamente en las labores de exhumación que desarrolla a pedido de la Fiscalía, el Equipo Peruano de Antropología Forense (EPAF), que dirige el peruano José Pablo Baraybar.
Las exhumaciones que empezaron en mayo revelan que el 49 por ciento de víctimas consiste en niños muertos por el Ejército -entre ellos un feto de ocho meses que presenta una bala en el cráneo-, que fallecieron tras recibir una lluvia de balas por los militares, quienes incluso los balearon estando dentro de la fosa común, revela el hallazgo de balas en la tierra debajo de los cadáveres.
Sobre la masacre de Putis, el ex presidente de la CVR y filósofo de profesión, Salomón Lerner, dijo a Terra Magazine: "Revela la descomposición moral, una crisis que aquejaba al Perú en la época, y que con el tiempo se iba a confirmar lo que dijimos, hay 3.500 fosas sin exhumar, por eso pedimos un plan nacional de exhumaciones. ¿Cómo continuar así? En el mundo andino mientras no aparece el cuerpo del fallecido, se considera que el alma sigue vagando, que no descansa. Lo que encuentras es a familias traumatizadas, es una desgracia, se deberia apresurar como una manera de respeto elemental. Y no nos engañemos, están muertos no desaparecidos".
"Putis nos remece porque es prueba más de lo que revelamos en la Comisión de la Verdad. Es una llamada de atención de que no nos equivocamos, en cuanto al número de muertos y la barbarie que revelamos hace cinco años, hay niños, mujeres. Solo vivido en la Segunda Guerra Mundial, en Sarajevo y aquí nos damos cuenta de la magnitud de la masacre, 24 años después", concluyó.
Por su parte, en entrevista con Terra Magazine, el jefe del Equipo de Antropología Forense, José Pablo Baraybar, habló de la espeluznante experiencia de exhumar una de las más cruentas masacres cometidas por el Ejército en Perú.
¿Por qué es importante saber lo que pasó en Putis?
Putis es un caso cruel, horroroso, espantoso, pero no es diferente a los tantos miles de casos que hay todavía enterrados en las 3.500 fosas que existen en el país. Lo más importante de Putis es que hace un llamado de atención al mundo al iniciar un proceso de desentierro que no debe detenerse. De alguna manera, Putis ha servido para abrir un poco los ojos.
Gracias al informe de la Comisión de la Verdad contábamos con mucha información de lo que había pasado, todo eso ha ayudado a crear la imagen de un Perú que no conocíamos, un poco la tierra de Jauja. No hay nada, solo un río miserable que no tiene ni truchas. Básicamente es darnos cuenta de que hay un Perú, que sigue siendo invisible hasta ahora y que estaba ahí. Hay muchos Putis más, sólo hemos rasgado la superficie.

¿Ustedes cuentan con alguna clase de instrumento que mida el salvajismo del ser humano en cada exhumación que realizan?
No hay nada que pueda medir tal grado de eliminación hacia el otro, hay un elemento de salvajismo que no lo tienen ni los animales. Putis es un caso en el que se pone de manifiesto la capacidad de realizar acciones depredadoras por depredar, es todo muy salvaje, muchos niños, muchas mujeres. Los niños no son un objetivo militar bajo ningún concepto, no son combatientes. Debemos sentirnos removidos por la muerte de otra persona sea de la edad que fuere y sea del género que fuere, no debemos perder la capacidad de indignarnos o condolernos ante la desaparición a la fuerza de un prójimo.
¿Cuál es la mejor cura para los familiares de las víctimas de una masacre?
Lo que buscamos es conocer la verdad, preservar la memoria y que las familias recuperen los cuerpos de sus seres queridos para que cierren su duelo. En Putis, por ejemplo, lo que más impacta es que una localidad alejada de todo, con una densidad poblacional baja, parece Escocia, solo le falta el lago y el monstruo. Es pobre y vivían de la venta del ganado.
Pasados 24 años, ¿cómo reparar los daños causados por el Estado?
Lo que trataría es hacerlos ciudadanos y no solo darles un cheque sino de tratarlos de incorporar en cadenas de producción. Que se vuelva gente que deje de vestir harapos y pueda comprar ropa y construir una casa que pueda cobijarlo del frío. Que no dependan de la caridad que llega de Lima.
¿Cómo dignificas a la gente después de la masacre y el olvido?
Ellos han vivido vejación tras vejación. Los Putis del Perú son otro Perú, otro lugar. Es un deber dignificarlos y claro me dirán: "eres un soñador, estas pidiendo mucho, es imposible, es un proceso". El problema es que han pasado 24 años, y en el momento en que pasó eran tan miserables como ahora, entonces el problema es una deuda interna que arrastramos de años y si multiplicas esta deuda a las familias de los 15.000 o más desaparecidos que hay, es un montón de gente.
El objetivo fundamental es que el Estado peruano sea capaz de reciudadanizar a todos los invisibles que viven en este otro Perú, que han salido a la luz con Putis, siendo Putis un caso de invisibilidad como tantos otros más.
Esta tarea de reciudadanizar es un proceso de todos, de los medios de comunicación, no solamente del Estado y sí tengo la ilusión de que así sea, de que podamos ser capaces de salir adelante y acabar con los invisibles de la guerra.


Por Paola Ugaz (Terra Magazine)

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