LIMA Sendero Luminoso ha dejado de ser una amenaza en el VRAE o el Huallaga, para convertirse nuevamente -y quizás involuntariamente- en un actor de la política nacional.
Hace sólo una semana, Elena Yparraguirre, en declaraciones a la agencia española Efe (que recogiera este diario), mostraba sus buenas intenciones por lograr una alianza con Marco Arana y su Movimiento Tierra y Libertad. Y esta semana se ha hecho pública la supuesta relación de la parlamentaria andina Elsa Malpartida con Sendero Luminoso, de la cual aparecería como acogiéndose a la Ley de Arrepentimiento o, lo que es más preocupante, relacionada actualmente con los círculos de Abimael Guzmán.
Este súbito protagonismo de Sendero Luminoso no deja de llamar la atención. El grupo terrorista no es parte de nuestro pasado aún, y a pesar de la derrota sufrida en la década de los noventa, es un fantasma que recorre las puertas de los partidos de izquierda y aparece mencionado como una señal de un peligro todavía inminente.
Es una suerte de terrorismo mediático, que no pone bombas ni asesina inocentes, pero sí puede afectar a aquellos con los que aparece.
En los ochenta, la izquierda era especialista en buscar todo tipo de vericuetos con tal de no zanjar con Sendero Luminoso. Se discutía si la revolución debía venir del campo a la ciudad, o ir de la ciudad al campo; si la vanguardia de la revolución era la clase obrera o si los intelectuales comprometidos; si las condiciones estaban dadas para la revolución o no. Se discutía, pero no se cuestionaba ni se tomaba distancia. Hasta que Sendero comenzó a asesinar también a los líderes de las comunidades organizadas.
Hoy la situación es distinta. Cualquier relación con Sendero Luminoso es intolerable, así como cualquier esfuerzo violentista que intente cambiar el orden establecido. En eso hemos avanzado. Ya no nos dejamos engañar por articulaciones ideológicas ni por interpretaciones sesgadas de nuestra realidad. Pero hay que tener cuidado con aquellos que siempre estarán dispuestos a convertirse en aliados de la muerte.
Por JUAN CARLOS VALDIVIA
FUENTE:http://www.correoperu.pe.com
Hace sólo una semana, Elena Yparraguirre, en declaraciones a la agencia española Efe (que recogiera este diario), mostraba sus buenas intenciones por lograr una alianza con Marco Arana y su Movimiento Tierra y Libertad. Y esta semana se ha hecho pública la supuesta relación de la parlamentaria andina Elsa Malpartida con Sendero Luminoso, de la cual aparecería como acogiéndose a la Ley de Arrepentimiento o, lo que es más preocupante, relacionada actualmente con los círculos de Abimael Guzmán.
Este súbito protagonismo de Sendero Luminoso no deja de llamar la atención. El grupo terrorista no es parte de nuestro pasado aún, y a pesar de la derrota sufrida en la década de los noventa, es un fantasma que recorre las puertas de los partidos de izquierda y aparece mencionado como una señal de un peligro todavía inminente.
Es una suerte de terrorismo mediático, que no pone bombas ni asesina inocentes, pero sí puede afectar a aquellos con los que aparece.
En los ochenta, la izquierda era especialista en buscar todo tipo de vericuetos con tal de no zanjar con Sendero Luminoso. Se discutía si la revolución debía venir del campo a la ciudad, o ir de la ciudad al campo; si la vanguardia de la revolución era la clase obrera o si los intelectuales comprometidos; si las condiciones estaban dadas para la revolución o no. Se discutía, pero no se cuestionaba ni se tomaba distancia. Hasta que Sendero comenzó a asesinar también a los líderes de las comunidades organizadas.
Hoy la situación es distinta. Cualquier relación con Sendero Luminoso es intolerable, así como cualquier esfuerzo violentista que intente cambiar el orden establecido. En eso hemos avanzado. Ya no nos dejamos engañar por articulaciones ideológicas ni por interpretaciones sesgadas de nuestra realidad. Pero hay que tener cuidado con aquellos que siempre estarán dispuestos a convertirse en aliados de la muerte.
Por JUAN CARLOS VALDIVIA
FUENTE:http://www.correoperu.pe.com
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