miércoles, 14 de abril de 2010

Agenda de la izquierda peruana


Antonio Zapata
Ante la cercanía del proceso electoral, los predios izquierdistas han empezado a moverse. Días atrás, Mario Huamán ha reiterado el llamamiento a intervenir en política a partir de la CGTP y los gremios laborales. Por otro lado, este fin de semana ha de reunirse un grupo de ciudadanos de izquierda convocados por un colectivo que reúne a los antiguos dirigentes de IU. Ante ambas iniciativas se plantea la misma disyuntiva. ¿Debemos construir una entidad orgánica e independiente de izquierda? ¿Nuestro candidato es Ollanta Humala o apostamos por una lista propia?
Para encarar este dilema tenemos que revisar otras experiencias. Un antecedente es el nacimiento del laborismo inglés. Durante muchos años, los obreros británicos votaban por los liberales para oponerse a los conservadores. En correspondencia, los liberales permitían que algunos candidatos obreros compitan por sus colores. A ellos se sumaba un grupo de intelectuales de izquierda y formaban la alianza liberal-laboral, lib-lab. Pero, cuando ganaban el gobierno, los obreros no mejoraban sustancialmente su posición, apenas les caían unas cuantas gotas del chorreo.
Llegó el día que los sindicatos contemplaron con nuevos ojos la situación política. Se sabían fuertes y capaces de competir por sí mismos. En ese momento, un acuerdo de la central sindical cambió la historia. Los sindicatos decidieron apoyar económicamente a candidatos obreros que compitan solos, sin los liberales. Ese acuerdo dio paso a la formación del laborismo independiente, que reunió a un grupo muy variado de izquierdistas, incluyendo fabianos, marxistas y reformistas.
Inmediatamente no ganaron el poder político. Pero, R. Mac Donald, uno de los jóvenes que fundaron el laborismo independiente, llegó a primer ministro diez años después.  La experiencia cobra actualidad a partir de la difícil situación de la izquierda peruana.
Está en trance de desaparecer y rescatarla requiere pinzas.
Ponerse detrás de Ollanta es inútil. Como candidato no entusiasma. Pero, sobre todo, obedece a otras fuerzas, lo suyo no es la izquierda política, sino, como sostiene él mismo –el nacionalismo– nombre además de su agrupación. Como la nación le pertenece a todos, incluyendo a los partidarios del centro y la derecha, no es una causa privativa nuestra, no puede fundar nuestra unidad.
La nación peruana es más amplia que nosotros.
A lo largo de la historia universal, los movimientos nacionalistas han dado para todos los gustos. En ocasiones, la cuestión nacional ha acompañado los triunfos comunistas, como en la China de Mao. En otras oportunidades ha sido sustento del totalitarismo, al fin y al cabo los nazis eran nacionalistas germanos radicales. Es decir, no parece que Ollanta tenga fuerza y carisma para ganar. Pero, si lo hiciera, no hay garantía del rumbo que tomaría ese eventual gobierno.
La coyuntura lleva a una salida semejante a la adoptada por los obreros ingleses hace un siglo. En la asamblea de esta semana escuchemos a la CGTP, vayamos juntos a la contienda electoral, dándole curso a una nutrida delegación popular expresada a través de sindicatos, organizaciones barriales y campesinas; construyendo una representación popular lo más ancha posible.
Luego, lancemos candidaturas unitarias propias. En Lima con Susana Villarán y al Congreso con el padre Arana. Seguramente no da para competir por la presidencia, pero sí para formar una lista izquierdista congresal que logre una bancada competente.
Ambos candidatos poseen un pasado comprometido y un rostro amable, capaz de sacarnos de las catacumbas. Antes que sea tarde, reingresemos a la política nacional para retomar el camino socialista. No sea que acabemos como el Muni.

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