Por : RAMÓN PÉREZ-MAURA Ahora ya sabemos que los pacifistas del «Mavi Marmara» lo eran un poquito menos de lo que su definición parece indicar. Supimos desde el principio que en seis barcos querían violar el embargo decretado en 2007 por Israel y Egipto —que no es precisamente un portaestandarte del sionismo internacional— contra los terroristas de Hamas que controlan Gaza. Fueron informados en tiempo y forma de que no se les permitiría alcanzar su objetivo. Y precisamente por eso en el «Mavi Marmara» estaban prestos para librar oposición violenta. Ahora es muy fácil hablar de desproporción y todos lo decimos con alguna razón. Mas tampoco estaría de menos tener presente cómo se siente un comando israelí que tiene que tomar al asalto un navío en el que hay medio millar de militantes dispuestos a saltarse un bloqueo y mostrar su solidaridad con los terroristas de Hamas que disparan miles de proyectiles al año contra Israel. Y cuando ese comando alcanza la cubierta —de forma especialmente incompetente por descender de uno en uno— son atacados como hemos podido ver incluso en los videos que han difundido los «pasajeros» del barco. Tras todo esto, la cantilena de las últimas horas ha sido la preocupación por los extranjeros —en especial los españoles que sólo se acuerdan de serlo en estos casos— que siguen retenidos en una prisión israelí porque se negaron a ser deportados. En los tiempos que corren, dedicar nuestra atención a alguien detenido en cualquier prisión por haber intentado violar una línea de embargo y negarse después a ser deportado a su casa parece, cuando menos, un insulto al sentido común. Salvo que los detenidos españoles (con perdón) quieran aclararnos ahora que la única razón por la que estaban allí era para atacar los fundamentos políticos del único aliado incondicional de Occidente en la región. Aliado al que consiguen aislar con la eficacia y la complacencia de muchos.
Por : RAMÓN PÉREZ-MAURA
Ahora ya sabemos que los pacifistas del «Mavi Marmara» lo eran un poquito menos de lo que su definición parece indicar. Supimos desde el principio que en seis barcos querían violar el embargo decretado en 2007 por Israel y Egipto —que no es precisamente un portaestandarte del sionismo internacional— contra los terroristas de Hamas que controlan Gaza.
Fueron informados en tiempo y forma de que no se les permitiría alcanzar su objetivo. Y precisamente por eso en el «Mavi Marmara» estaban prestos para librar oposición violenta. Ahora es muy fácil hablar de desproporción y todos lo decimos con alguna razón. Mas tampoco estaría de menos tener presente cómo se siente un comando israelí que tiene que tomar al asalto un navío en el que hay medio millar de militantes dispuestos a saltarse un bloqueo y mostrar su solidaridad con los terroristas de Hamas que disparan miles de proyectiles al año contra Israel. Y cuando ese comando alcanza la cubierta —de forma especialmente incompetente por descender de uno en uno— son atacados como hemos podido ver incluso en los videos que han difundido los «pasajeros» del barco.
Tras todo esto, la cantilena de las últimas horas ha sido la preocupación por los extranjeros —en especial los españoles que sólo se acuerdan de serlo en estos casos— que siguen retenidos en una prisión israelí porque se negaron a ser deportados.
En los tiempos que corren, dedicar nuestra atención a alguien detenido en cualquier prisión por haber intentado violar una línea de embargo y negarse después a ser deportado a su casa parece, cuando menos, un insulto al sentido común. Salvo que los detenidos españoles (con perdón) quieran aclararnos ahora que la única razón por la que estaban allí era para atacar los fundamentos políticos del único aliado incondicional de Occidente en la región. Aliado al que consiguen aislar con la eficacia y la complacencia de muchos.
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