Recuerdo
que cuando vi Collateral su trama me pareció de lo más inverosímil. No me
resultaba creíble que el asesino a sueldo que encarna Tom Cruise fuese
recorriendo en taxi las calles de Los Angeles y haciendo escalas para asesinar
a los individuos de su lista negra. Así que cuando escuché la historia del
Expreso Cabanino no podía creer que algo así hubiera podido suceder fuera de
una película.
Viajo
a Soras con un equipo de antropólogos forenses de Comisedh (Comisión de
Derechos Humanos). Van a recabar más información antes de seguir exhumando las
fosas comunes que aún quedan por abrir en este pueblo de Sucre. El viaje es
largo. 11 horas zigzagueando por caminos de tierra y piedra donde en un
descuido te precipitas al abismo. Recorremos un paisaje familiar hasta Cangallo.
Y desde allí, pasando por Querobamba, atravesamos el inhóspito escenario de la
puna hasta llegar a Soras.
Soras
es un pequeño pueblo enclavado en un valle, de casas de adobe y con una iglesia
colonial que se cae a trozos en su plaza. Es un lugar donde dan ganas de pasar
una temporada. Solo. Descansando. Conversando con sus pobladores. Y perdiéndose
por las montañas que lo rodean. Aunque, en cuanto uno conoce su historia se da
cuenta de que se trata de otro pueblo de pasado sangriento, habitado por fantasmas
que gritan pidiendo justicia desde debajo de la tierra. Conversando con algunos
de sus habitantes, me llama la atención su mirada. Parecen compartir un rasgo
en común. Un rastro de tristeza. Como si sus ojos mirasen hacia dentro. Y
siguieran buceando en un pasado aún demasiado doloroso para ser olvidado.
A lo
largo de la historia, Soras ha ofrecido siempre una feroz resistencia al
invasor. Así sucedió con los incas y más tarde con los españoles. No es de
extrañar por lo tanto que se opusieran también al nuevo orden promovido por
Sendero. Desde aquí, sus pobladores llegaron a organizar a muchos de los
distritos de los alrededores para enfrentarse a los senderistas. Y pagarían el
precio por ello.
Todo
empieza la noche del 26 de noviembre del 83. Un grupo de senderistas incursiona
en Soras. Sacan en plena noche a tres de las autoridades. Y los ajustician en
la plaza. Delante de todos. Esperaban que el ejemplo fuera suficiente para
someter a la población. Pero no fue así. Los pobladores de Soras siguieron
resistiendo.
La
noche del 16 de julio del 84, el Expreso Cabanino llega a Soras proveniente de
Lima a su hora acostumbrada. Los pobladores tienen organizados puestos de vigía
por si llegan los senderistas. Pero lo que no pueden sospechar es que van a llegar
a bordo de un autobús. Y menos aún que lo van a hacer disfrazados de militares.
Antes de llegar a Soras, ya han pasado por varios poblados. Y han arrasado a su
paso. Se calcula que a lo largo de ese siniestro viaje, Sendero asesinó a más
de cien personas.
Iban
comandados por el Camarada José. El mismo que hoy día sigue levantado en armas
en el VRAE tras oponerse al acuerdo de paz alcanzado por Guzmán con el gobierno
de Fujimori. El grupo que lidera se hace llamar el Partido Comunista del Perú.
Y no Sendero Luminoso. Reconocen a Guzmán como el camarada que inició la lucha
armada. Pero no como el Presidente Gonzalo. Para ellos, Guzmán es un traidor.
La
población de Soras pasó así de ser un pueblo próspero a un pueblo olvidado por
todos. El conflicto armado truncó su progreso. Muchos de sus habitantes
abandonaron una fértil producción agrícola y ganadera para entregarse al
alcohol y a la desidia. Ahora los soreños esperan a que exhumen los cadáveres
de las últimas fosas y que se construya un mausoleo donde sus muertos puedan
yacer finalmente en paz. Con suerte, cuando eso suceda, Soras podrá pasar esta
trágica página de su historia y empezar a vivir de nuevo.
A
lo largo de esta semana que voy a pasar aquí espero ir encajando las piezas de
esta sangrienta historia.
Publicado
por Luis Cintora
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