La revuelta de los pobres
ÁNGELES
ESPINOSA
Yemen no es
Túnez, ni siquiera Egipto. Aunque inspirados por el derrocamiento de Ben Ali,
los yemeníes se enfrentan a mayores dificultades para lograr una transición
pacífica hacia una democracia real, tras 32 años de gobierno de Ali Abdalá
Saleh. Su país, uno de los más pobres del mundo, está lastrado por estructuras
tribales, analfabetismo y varios conflictos armados. Con ese paisaje de fondo,
es comprensible que muchos teman el riesgo de ‘somalización’.
Las
manifestaciones que durante la última semana han obligado al presidente a
anunciar que no aspira a que le suceda su hijo y que va a subir los sueldos de
funcionarios y fuerzas de seguridad, han sido mucho más nutridas (y violentas)
en el sur del país. Además ha anunciado que no
habrá extensión de su mandato, tras una reunión de emergencia de las
dos cámaras del Parlamento. La decisión la ha tomado 12 horas después de que su
homólogo egipcio hiciera un anuncio similar ante las protestas que amenazan con
desalojarle del poder, y parece un intento desesperado por frenar un
desarrollo similar en ese empobrecido país del suroeste de la península
Arábiga.
En el antiguo
Yemen del Sur, al deseo de mejorar las condiciones de vida se une el
sentimiento separatista que esa región ha albergado desde la unificación con el
Norte en 1990 y que ya originó una guerra civil cuatro años después.
No es la
única fuerza centrípeta que amenaza la integridad del país. En el Norte, en la
frontera con Arabia Saudí, el Gobierno de Saná afronta desde 2004 la
insurrección abierta de los Huthi. Esta tribu de confesión
chií zaydí, que el poder central utilizó en su día para frenar el
avance salafista, se queja de discriminación religiosa, social y económica. Su
última revuelta se acalló a sangre y fuego el año pasado.
Y por si
ambos conflictos no resultaran suficientes para debilitar a cualquier Estado,
Al Qaeda ha instalado en Yemen su central de operaciones para la península
Arábiga. El grupo se beneficia del escaso control del Gobierno sobre la mayor
parte del territorio yemení, donde el poder sigue estando en manos de jefes
tribales y sólo un 10% de las carreteras están asfaltadas.
Yemen es uno de los
países árabes más pobres). Cerca de la mitad de su población se
encuentra por debajo de la línea de pobreza, es decir, sobrevive con menos de
dos dólares al día, y uno de cada cinco niños está desnutrido. El inicio de la
producción de petróleo a mediados de los noventa permitió cierto crecimiento,
pero sus reservas modestas reservas se están acabando, lo que deja a Saleh
dependiente de la ayuda exterior para contentar a sus leales.
El malestar que los
yemeníes han expresado por la carestía de la vida, el desempleo
y la corrupción coincide sin duda con el de otros países árabes Sin embargo, en
el peculiar contexto yemení la posibilidad de un cambio no está en manos de
partidos políticos ni organizaciones sindicales (que carecen de suficiente
influencia social), sino de líderes tribales, en su mayoría cooptados por el
régimen. También sin duda, en la familia gobernante saudí, muy preocupada por el arraigo de Al
Qaeda a las puertas de su reino.
A falta de
una clase media y una sociedad civil que pueda canalizar una transición
pacífica, el temor es que las protestas populares se conviertan en un baño de
sangre. No hay que olvidar que la tenencia de armas de fuego está generalizada
entre los varones.
- Alí Abdalá Saleh
68 años.
Presidente de Yemen del Norte desde 1978 y de Yemen unificado desde 1990.
- Población 14-29 años:
- 35%
- Renta per cápita:
- 774 euros
- Paro:
- 35%
- IDH:
- 133º de 169
- Alfabetización:
- 50,2%
- Musulmanes:
- 99%
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