lunes, 4 de junio de 2012

No a Sendero


Ronald Gamarra
Por:   Ronald Álex Gamarra Herrera
¿Recuerdan cuando Sendero Luminoso prohibía a la gente participar en las elecciones y mataba a quienes participaran en ellas como candidatos o incluso a quienes encontraban con el dedo entintado en las zonas donde ellos campeaban? Para Sendero, votar era un crimen; elegir, una abominación; presentar una candidatura, traición. La participación en un proceso electoral la castigaban con la muerte. Recordemos que su primera acción armada fue precisamente para destruir el material electoral en la comunidad de Chuschi, en la víspera de las elecciones generales de 1980.
Fue todo un manifiesto auroral de su desprecio letal por la democracia. Es imposible olvidar el atentado contra el doctor Domingo García Rada cuando presidía, precisamente, el Jurado Nacional de Elecciones. El asesinato del alcalde de  Huamanga Fermín Azparrent Taype, militante de Izquierda Unida, en 1989. El asesinato del alcalde de Pachacámac Paul Poblet, autoridad precursora en la defensa de la ecología. El asesinato de María Elena Moyano, teniente alcaldesa de Villa El Salvador. Son innumerables las personas asesinadas cruelmente simple y llanamente por ejercer la democracia que Sendero abomina por concepción y doctrina.
Sendero siempre ha rechazado visceralmente la democracia porque, en su concepción, sólo el partido senderista, encarnado en su jefe Abimael Guzmán, tiene derecho exclusivo a decidir en todo orden de cosas y sin consultar a nadie. Inclusive sobre la vida o la muerte de la gente, como lo testimonian miles de cadáveres regados en su camino. Sólo el partido lo decide todo, sólo el presidente Gonzalo lo dirige todo. Esa es su concepción fundamental. ¿Ha cambiado repentinamente esta concepción? Es evidente que no. Abimael Guzmán sigue siendo el centro de su cosmovisión, el punto de partida y de llegada de todo lo que dicen y hacen. Eso no ha cambiado un ápice.
La incursión “democrática” que hoy pretenden a través del Movadef sólo es una táctica obligada por la prisión de su jefe y su liderazgo, responsables de crímenes de lesa humanidad, a quienes pretenden liberar mediante una amnistía general, abiertamente inescrupulosa e inmoral, de la cual se beneficiarían todos los que han cometido crímenes contra los derechos humanos. Así pues, terminan reconociendo abiertamente su fraternidad y solidaridad profunda con el grupo Colina, con Martin Rivas, Montesinos y otros que, como ellos, practicaron el más descarnado desprecio a la vida de los demás.
Pues bien, ahora ellos quieren inscribir su organización ante el JNE y competir alegremente y en igualdad de condiciones con quienes, en otras circunstancias, hubieran merecido para ellos nada más que desprecio y un tiro en la sien. ¿Acaso puede un demócrata olvidar sin más la trayectoria letal de Sendero sin sentirse un traidor a la memoria de tantas víctimas? Imposible. Sendero mismo marcó en su momento una línea indeleble, imposible de franquear, con la sangre derramada de miles de peruanos.

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