Por: Antonio Zapata
Una coedición CEPES-IEP ha publicado el libro de Enrique Mayer titulado Cuentos feos de la reforma agraria. Entre otros, este texto discute un inquietante tema. ¿Cuál fue la relación entre las reformas velasquistas y la violencia de los ochenta?
En términos temporales, una siguió a la otra, ¿fue así también en términos causales? Por un lado, Mayer destaca opiniones en favor de la reforma agraria, subrayando su capacidad para atemperar el rencor del campesinado andino, restándole opciones a Sendero Luminoso. A la inversa, hay quienes piensan que Velasco rompió el antiguo principio de autoridad sin reemplazarlo por uno nuevo. Debido a ello, el senderismo sería una emanación del velasquismo y su resultado más notorio.
En su argumentación, Mayer llama la atención sobre las investigaciones de Iván Hinojosa acerca de la izquierda peruana. A diferencia del resto de América Latina, hemos tenido un fuerte maoísmo. El peso de la cuestión campesina en el Perú alentó seguidores de la revolución china.
Pero, la inmensa mayoría de izquierdistas y entre ellos casi todos los maoístas optaron por la democracia cuando la Constituyente de 1978. Sin embargo, en ese mismo momento, un pequeño sector recalcitrante decidió incendiar la pradera desde Ayacucho. La clave de Sendero Luminoso fue esa decisión de hacer explotar el viejo orden a sangre y fuego.
Los estudios sobre la voluntad revolucionaria han sido desarrollados por Carlos Iván Degregori. El concepto de “cuota de sangre” que impuso Abimael Guzmán al comenzar la guerra, transformó la moral y disposición de sus militantes, decididos a jugarse la vida en la punta de los dedos. Con ese maligno concepto, Guzmán construyó un pequeño pero poderoso ejército de kamikazes. Su capacidad de destrucción era muy elevada, y enorme la vulnerabilidad del Estado y la sociedad peruana.
La combinación fue letal. Sendero Luminoso arrasó el campo empezando por Ayacucho y extendiendo una guerra civil en los Andes. En esa guerra, los contendientes armados fueron Sendero y el MRTA de un lado y las FFAA y Policiales del otro. Para implantar la guerra, el senderismo aprovechó todo tipo de contradicciones y logró imponer nuevas autoridades.
A continuación, forzó una utopía reaccionaria. Quería cercar las ciudades desde el campo y obligar al campesino a no vender productos al mercado retornando a la autarquía. Ese proyecto fue resistido por el campesinado y empezaron sus contradicciones con los senderistas.
Lo esencial en Sendero Luminoso habría sido su voluntad de inmolarse, que los dotó de un extraordinario y altamente corrosivo poder militar. Esa voluntad no nació de ninguna medida de Velasco, sino de la expansión del maoísmo.
Por otro lado, Sendero creció explotando a su favor las contradicciones generadas por la reforma agraria. Del mismo modo, se puede afirmar que la insurrección senderista fue derrotada, en última instancia, porque el Estado logró organizar rondas en el campo, que disputaron exitosamente a los insurrectos el espacio andino.
De este modo, el campesinado ciudadano y propietario gracias a Velasco habría sido el sustento de las rondas y la barrera última contra la expansión de Sendero Luminoso. Los ronderos beneficiarios derrotaron a Guzmán. Con este parecer Mayer cierra su libro. En sus reflexiones finales, Velasco es exculpado. Hizo lo suyo sin muertes.
No hubo un solo asesinato ni tampoco se disparó durante la reforma agraria de los setenta. Así, la reforma agraria de Velasco habría sido un poderoso factor para impedir el triunfo senderista, antes que causar el ciclo de la violencia de 1980.
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