Por Aldo Mariátegui
LIMA Uno se pregunta al observar la reciente conmemoración de los 60 años del triunfo de Mao en la guerra civil china y la instauración de un comunismo tan radical hasta la llegada de las reformas de Deng (motivadas en gran parte por la humillación militar que Vietnam les infligió en 1979 durante una breve guerra. Allí se dieron cuenta de que estaban en nada por falta de recursos económicos) qué hubiera pasado si el mariscal Chiang Kai-shek y su Kuomintang -partido al que Haya admiraba y del que copió muchas cosas para el APRA- se hubieran impuesto.
Dado el tremendo desa-rrollo de la minúscula Taiwán bajo Chiang, cabría especular que este actual crecimiento chino se pudo haber dado muchas décadas atrás y que más bien para EE.UU. fue una bendición que Mao haya adormilado toda esta creatividad económica china con su absurdo "Libro Rojo", con esas comunas campesinas improductivas, con esos destrozos que ocasionó con sus estúpidas y sangrientas campañas del "Gran Salto Adelante" (industrialización ingenua que generó 30 millones de muertos.
Se mandó matar a millones de pájaros para proteger las cosechas y eso generó gigantescas plagas de insectos) y "La Revolución Cultural", un contragolpe ultraizquierdista para purgar a los derechistas Deng y Liu Shaoqui (años después asesinaría al golpista general pro ruso Lin Biao). Los desenfrenados Guardias Rojos masacraron a millones, prohibieron hasta a Beethoven y sumieron al país en una virtual Edad Media hasta que se murió Mao.
En suma, este Mao fue un inepto homicida masivo que exterminó a millones de personas con una dictadura militarista y fanática. Sujeto sucio en extremo (como reveló Kissinger) y viejo verde sicalíptico, por donde se le vea fue un desastre. Me deja perplejo que todavía se le venere en China en lugar de quemar sus efigies. Cierto que Taiwán se benefició de una "beca gringa" por la Guerra Fría y que administrar una isla es muy distinto a un país-continente, pero también hay que recalcar que Taipei aplicó políticas económicas muy cuerdas, orientadas a la exportación ante todo (como hizo Pekín en los 90).
Claro que cabe mencionar que Chiang no era un genio: perdió tontamente la guerra civil a pesar de su superioridad militar por la hiperinflación que desató la guerra con los japoneses y que no supo controlar, amén de la corrupción que infestaba a sus filas. Tampoco el presidente yanqui Truman no le ayudó mucho y la pregunta "Who lost China?" ("¿Quién perdió a China?") que le lanzaban sus adversarios republicanos le persiguió toda su vida.
Por eso aún me río cuando el ignorante del difunto Carlos Malpica y los rojos protestaban contra las ideas de "taiwanizar" el país que lanzaban los beltranista y esgrimían que eso era la política del "cholo barato". Eran tan tontos que no podían reconocer el gigantesco crecimiento taiwanés frente a una China agrícola y atrasada, que vendía la leyenda de que habían vencido el hambre de miles de millones (claro que no había cómo contrastar esto y los rumores de hambrunas anuales eran crónicos).
Pero como aquí hay tanto imbécil, precisamente el arcaico maoísmo fue la variante marxista que más caló, generando a esas dos grandes desgracias nacionales de Sendero Luminoso y Patria Roja. Los maoístas o nos mataron gente o destrozaron las cabezas de nuestros escolares con esa potente droga antineuronas llamada SUTEP. ¡El maoísmo ha sido el peor enemigo del país! Y es claro que para ser maoísta en estos momentos tienes que ser un débil mental o un desgraciado.
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