Por Juan Alvarez Morales
Una de las cosas más dramáticas en las clases de periodismo es constatar cuan descontextualizados están la mayoría de jóvenes, cuan carentes de referentes con respecto a la historia reciente del Perú se encuentran. Por eso es tan importante el aporte de La República al publicar hoy, como suplemento, una versión de Yuyanapaq. Para recordar, relato visual del conflicto armado interno (1980-2000)…
Entre los objetivos de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) estaba, además de tratar de explicar las razones fundamentales por las que la violencia política se desencadenó en el Perú, intentar reconstruir lo que sucedió en el país y esforzarse por dejar una muestra tangible de todo eso, de modo tal que los peruanos hagamos lo posible para evitar que la tragedia se repita en el futuro.
Y los comisionados y los profesionales que trabajaron con ellos no lo hicieron solo con investigaciones y análisis de expertos, sino también con testimonios de protagonistas y víctimas de la barbarie, además de ocasionales pero no por eso desdeñables testigos de los acontecimientos. Un rol crucial en esto último lo tuvieron los periodistas que cubrieron información durante esos años aciagos, en especial los fotógrafos.
Nadie podrá negar lo efectivo que ha resultado, para los fines citados, el haber montado (y mantenido hasta ahora) la exposición de las imágenes más representativas de esa parte terrible de nuestra historia; pues si bien es verdad que son muy pocos los que han leído a cabalidad las conclusiones de la CVR, muchísima gente sí ha accedido a lo esencial del mensaje gracias al repaso de las fotografías seleccionadas por Mayu Mohanna y Nancy Chappell bajo la coordinación de Iris Jave.
Por eso es trascendente la publicación de hoy con La República, pues si algún peruano aún permanece distante de la necesidad de reconocer y entender lo que nos tocó vivir durante dos décadas, ahora tiene la oportunidad de intentar colmar ese vacío. Reencontrarse con las situaciones retratadas en Yuyanapaq deberían motivarlo a sacudirse de la inercia y, ojalá, a leer lo averiguado por la CVR y, después de ello, forjar su propia opinión al respecto. Coincidirán conmigo en lo absurdo que a veces resulta dialogar acerca de la validez de la CVR y sus conclusiones con personas que, tras ser confrontadas, admiten ni siquiera haber tenido un acercamiento básico a sus documentos.
En este punto debo decir lo que suelo dejar claramente sentado en las clases de periodismo: si bien podría ser tolerable (y lamentable) que un ciudadano de pie manifieste su voluntad de estar al margen de los acontecimientos políticos recientes, es incomprensible que un estudiante de periodismo opte por esa senda de la miopía voluntaria y, pro lo tanto, profesionalmente irresponsable.
Todo, absolutamente todo lo que nos abruma hoy como nación ha sido afectado por lo que sucedió en los años de violencia política, y es obligación de cualquiera que pretenda realizar labores de comunicación social afanarse por conocerla del modo más completo posible. Ojalá muchos empiecen hoy, gracias a tener a Yuyanapaq en sus manos, su tarea de recuperar el tiempo perdido.
Entre los objetivos de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) estaba, además de tratar de explicar las razones fundamentales por las que la violencia política se desencadenó en el Perú, intentar reconstruir lo que sucedió en el país y esforzarse por dejar una muestra tangible de todo eso, de modo tal que los peruanos hagamos lo posible para evitar que la tragedia se repita en el futuro.
Y los comisionados y los profesionales que trabajaron con ellos no lo hicieron solo con investigaciones y análisis de expertos, sino también con testimonios de protagonistas y víctimas de la barbarie, además de ocasionales pero no por eso desdeñables testigos de los acontecimientos. Un rol crucial en esto último lo tuvieron los periodistas que cubrieron información durante esos años aciagos, en especial los fotógrafos.
Nadie podrá negar lo efectivo que ha resultado, para los fines citados, el haber montado (y mantenido hasta ahora) la exposición de las imágenes más representativas de esa parte terrible de nuestra historia; pues si bien es verdad que son muy pocos los que han leído a cabalidad las conclusiones de la CVR, muchísima gente sí ha accedido a lo esencial del mensaje gracias al repaso de las fotografías seleccionadas por Mayu Mohanna y Nancy Chappell bajo la coordinación de Iris Jave.
Por eso es trascendente la publicación de hoy con La República, pues si algún peruano aún permanece distante de la necesidad de reconocer y entender lo que nos tocó vivir durante dos décadas, ahora tiene la oportunidad de intentar colmar ese vacío. Reencontrarse con las situaciones retratadas en Yuyanapaq deberían motivarlo a sacudirse de la inercia y, ojalá, a leer lo averiguado por la CVR y, después de ello, forjar su propia opinión al respecto. Coincidirán conmigo en lo absurdo que a veces resulta dialogar acerca de la validez de la CVR y sus conclusiones con personas que, tras ser confrontadas, admiten ni siquiera haber tenido un acercamiento básico a sus documentos.
En este punto debo decir lo que suelo dejar claramente sentado en las clases de periodismo: si bien podría ser tolerable (y lamentable) que un ciudadano de pie manifieste su voluntad de estar al margen de los acontecimientos políticos recientes, es incomprensible que un estudiante de periodismo opte por esa senda de la miopía voluntaria y, pro lo tanto, profesionalmente irresponsable.
Todo, absolutamente todo lo que nos abruma hoy como nación ha sido afectado por lo que sucedió en los años de violencia política, y es obligación de cualquiera que pretenda realizar labores de comunicación social afanarse por conocerla del modo más completo posible. Ojalá muchos empiecen hoy, gracias a tener a Yuyanapaq en sus manos, su tarea de recuperar el tiempo perdido.
FUENTE:
SUPLEMENTO YUYANAPAQ aquí:
http://www.larepublica.pe/suplementos/especiales/yayanapaq/index.htm
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