SAN MARCOS
Por: Carlos Meléndez
Un video de estudiantes sanmarquinos pidiendo la amnistía de Abimael Guzmán ha abierto la polémica en la opinión pública, provocando ataques severos desde posiciones conservadoras que incluso piden intervención externa como un llamado al "orden", hasta defensas indignadas que cuestionan la estigmatización del estudiante sanmarquino. La primera posición vulnera los derechos de la autonomía universitaria y cae en el prejuicio que denuncia la segunda; y la segunda se estereotipa a sí misma y le escapa al debate de fondo (que no es la discriminación a priori).
Las condiciones para el radicalismo político (como el universitario) existen y existirán; y ello no se desaparece tan alegremente. El pedido de amnistía es uno dentro de una serie de actividades proselitistas -conferencias, talleres, charlas- que se desarrollan con frecuencia dentro de esta universidad, lo que no significa que San Marcos sea la cuna de Sendero Luminoso. Sin embargo, no hay que pasar por alto el crecimiento de este tipo de potenciales amenazas. Y aquí no hay que ser ingenuos: la lucha "ideológica" que algunos proponen es insuficiente.
Resulta errado reducir el debate a intervención versus discriminación. Los grupos radicales al interior de San Marcos tienen una estrategia política clara: la acumulación de capital político. ¿Por qué se concentran en el control del comedor universitario y la residencia estudiantil? Porque son causas que pueden devenir en una demagogia de izquierda y fácilmente convertirse en el puente para captar simpatizantes más allá de un fundamentalismo ideológico. El discurso radical, no lo olvidemos, es pragmático, por lo que una lucha en el "plano de las ideas" es insuficiente en sí misma. Mucho menos si los promotores del radicalismo son herederos (en muchos casos inclusive directos) de la tradición "roja" de universidades estatales postergadas.
Pero por otro lado, el orden en los claustros universitarios no se gesta a partir de guardias privados ("¿Usted no tiene siquiera unos guachimanes?", le preguntó Rosa María Palacios al rector Izquierdo) ni de intervenciones militares (fujimorismo), sino a partir de la eficiencia en la administración tanto organizativa como académica, algo muy lejano a la imaginación del rector sanmarquino.
Más allá de que sea un "sicosocial montesinista", el caso debería hacernos pensar en la situación de la Universidad en el país, tanto privada como estatal. Hay diversas maneras de estar de espaldas al país, tanto desde una posición de egocentrismo elitista como desde una prédica violentista que no ha aprendido las lecciones del pasado.
Si no, los profesionales que dirigirán el futuro del país pensarán que el futuro depende de cuánta "sangre te salpique en la cara" (J.C. Ubilluz, PUCP) o que la muerte de inocentes es parte de una lucha política. El primero peca de naive (quiero suponer); el segundo, de sanguinario.
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