Por Nelson Manrique
Con pocos días de distancia dos hechos recientes han movilizado a la opinión pública: la excarcelación de Lori Berenson y la marcha realizada por algunas decenas de adherentes de Sendero Luminoso en San Marcos. Lo de Berenson mostró cómo las consecuencias de la violencia vivida durante la década del 80 siguen siendo una herida abierta y hasta qué punto los miedos ciudadanos pueden ser utilizados políticamente. Es significativa la forma como el tema se consumió en pocos días, por falta de combustible.
Lo de San Marcos ha provocado una alarma semejante. La marcha de un pequeño grupo (los cálculos más alarmistas hablan de 80 manifestantes, mientras que las autoridades hablan de 30) portando banderas rojas y coreando consignas senderistas ha provocado alarma, más aún cuando entre los manifestantes la Dircote ha identificado a senderistas que anteriormente estuvieron en prisión.
Manuel Fajardo Cravero, abogado defensor de Guzmán y ponente en el evento en que comenzó la marcha, describe estas acciones como pasos de una campaña senderista iniciada en setiembre de 2009 con la presentación del libro de Abimael Guzmán De puño y letra. Fajardo añade que estos actos están inscritos en una línea definida por Guzmán desde su captura, que a la fecha se concretaría en la consigna “Por una solución política de los problemas derivados de la guerra” con el pedido de una amnistía general y la liberación de Abimael Guzmán.
Entre los senderistas identificados en San Marcos figuran cuadros que actúan en organizaciones públicas, como Adelinda Sedelmayer Armas, presidenta de la Asociación de Familiares de Desaparecidos y Presos Políticos, o José Machuca Urbina, presidente de la Asociación Cívica de Excarcelados Políticos del Perú, Amnistía y Reconciliación (ACCEP), o Alberto Mego, de un grupo teatral. No se trata de cuadros clandestinos, dedicados a operaciones terroristas, sino de activistas en el “frente abierto”.
¿Es esta la contrapartida de un trabajo clandestino, destinado a reiniciar la “guerra popular” senderista? Es dudoso. Como es sabido, estando en prisión, Guzmán cambió de línea y anunció a sus huestes que había llegado a la conclusión de que sin su dirección la victoria era imposible y que había que terminar la guerra popular. Lo anunció en una presentación de TV promovida por Montesinos, en setiembre de 1993. La nueva línea de Guzmán no fue bien recibida por todos los senderistas y esto provocó la división de SL, entre los “acuerdistas” (alineados con Guzmán y que defendían la necesidad de firmar un “acuerdo de paz”) y los de la línea “proseguir” (por “proseguir la guerra popular”). La marcha de San Marcos corresponde a la línea de los “acuerdistas” y su objetivo no es, como se ha venido diciendo, “reiniciar la guerra popular” sino, en palabras de Fajardo, abrir “un espacio político como izquierda radical”.
Los manifestantes están pues en la línea de Guzmán, no en la de los senderistas del VRAE (que son de la línea “proseguir”) y su acción no tiene como objetivo respaldar a este grupo (que acusa a Guzmán de “genocida”) o reiniciar la guerra popular.
La democracia debe defenderse sin renunciar a sus valores. ¿Qué hacer? En primer lugar prevenirse ante los intentos de utilización política de este hecho: una gran tentación en un periodo electoral. Se trata de un tema delicado, que no debe convertirse en botín politiquero. El servicio de inteligencia tiene bastante trabajo por hacer, para prevenir acciones que se salgan de la ley. Luego, es necesario responder a SL en el terreno en que éste ha planteado su desafío. Posiciones como la del presidente de la Comisión de Educación del Congreso Werner Cabrera, que piensa pedir la renuncia del rector de San Marcos porque considera apología del terrorismo pedir amnistía para líderes terroristas, o la de Alan García, que considera como el mismo delito “pedir perdón para un carnicero” se salen –como se ha encargado de señalar en estas páginas Federico Salazar– de la ley. En tanto el desafío de SL se plantee en el terreno de las ideas debe contestársele en ese mismo terreno. Es alentador que simpatizantes nacionalistas como Alberto Adrianzén y Carlos Tapia hayan asumido el desafío. A ver qué dicen los demás partidos.
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