sábado, 18 de febrero de 2012

Los descubridores de las tumbas de los estudiantes de la Cantuta


Los Descubridores

Catacora y Arizapana, autores del croquis que descubrió crimen de La Cantuta


Lima, 23 de octubre del 2007
Agradecemos la publicación de nuestros nombres, Justo Arizipana y Guillermo Catacora, en la carta ‘La Odisea de Jara’, de CARETAS 1998. Han transcurrido 14 años desde que se descubrieron las fosas de Cieneguilla, hecho trascendental que originó un vuelco total sobre la situación de los desaparecidos de La Cantuta. Esta historia, la verdadera, comenzó en abril de 1993, cuando en horas de la noche, unos autos y personal militar con cajas ocultas ingresaron a un lugar de Cieneguilla. Excavaron y rápidamente se fueron. El sitio era mi lugar de trabajo como reciclador. Al amanecer comprobé con mis propias manos que se trataba de seres humanos quemados. Al instante lo relacioné con los desaparecidos. Busqué a mi amigo Catacora, regresamos al lugar y ahí elaboramos un mapa y tomamos un hueso como prueba de la denuncia, los que fueron entregados a Róger Cáceres Velásquez. A la vez recurrimos al periodista Juan Jara. A los pocos días él tomó fotos de Cieneguilla y le entregamos el plano. Cuando en julio del ’93 lo detuvieron tuvimos temor. Pero aunque fue difamado y torturado nunca reveló los nombres de los autores del croquis. Eso nos salvó la vida. Ante el peligro que significaba la dictadura, tuvimos que huir y vivir en la clandestinidad. Pese a nuestro esfuerzo nunca fuimos reconocidos como víctimas de la violencia por el Ministerio Público, Comisión de la Verdad, Defensoría del Pueblo, etc. Al contrario, otros han sido felicitados y homenajeados como los “descubridores” del caso La Cantuta. ¿Quién nos reparará los daños sufridos tan solo por cumplir con nuestro deber? Jamás se nos brindó el sencillo gesto del agradecimiento público. Nuestras familias están en la miseria y no contamos con protección para nuestras vidas.
Justo Arizapana
DNI 09271108
Guillermo Catacora
DNI 10398430


Ambos remitentes, hace poco anónimos descubridores de la matanza, huyeron por separado. Catacora emigró a Italia, junto a su hija, y Arizapana se refugió en la sierra. Los dos regresaron, definitivamente, hace un mes. Por haber contribuido a esclarecer el caso, los suscritos merecen, al menos, protección.

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