Por: Hugo Guerra (Diario El Comercio)
Desconcertado lector, resulta sumamente difícil entender por qué en Sicuani ciertas organizaciones campesinas rechazan la minería, la construcción de una hidroeléctrica y hasta la instalación de redes de agua potable con financiamiento… salvo que el Estado asuma directamente una inversión millonaria.
La reacción más tonta es tildar a los indígenas de necios, porque en cualquier parte de nuestra nación, nadie es tan irracional como para rechazar servicios básicos que implican comodidad y salud.
Por lo tanto, las explicaciones sobre supuesta ignorancia no tienen sentido. Hay, sí, una dimensión cultural insoslayable: en el mundo rural, especialmente andino, existe una cosmovisión de especial vínculo con el medio ambiente y la naturaleza, de la cual provienen símbolos sagrados como precisamente el agua y la propia tierra. Cuando el pueblo siente que esos recursos pueden correr peligro, se generan reacciones que pueden parecer excesivas a la luz de lecturas occidentalizadas.
Pero, aun atendiendo las complejidades étnicas quechuas y aimaras, la actual reacción de la gente en Canchis y Sicuani excede interpretaciones de buena fe. La revisión de la “plataforma de lucha”, en la que se exige la renuncia del presidente de la República aparte de numerosos pedidos absurdos, demuestra que se han exacerbado los temores sobre daño ecológico; y sobre la base del miedo se azuza hasta el punto de poner a la masa indígena en el umbral de la rebelión.
Los informes de inteligencia policial publicados por este Diario demuestran, justamente, que detrás de la protesta social en Sicuani (que sí tiene algunos puntos atendibles) están Sendero Luminoso, cuya organización se está reactivando impunemente hasta que se produzca un gran atentado urbano; y el MRTA, financiado por el chavismo, que ahora actúa con su brazo político llamado Patria Libre. De ambas bandas terroristas provienen, entre tanto, los miserables que ahora nuevamente amenazan a los periodistas de El Comercio por ponerlos informativamente al descubierto.
Adicionalmente otros grupos violentistas vinculados al Sutep y Patria Roja (cuya dirección nacional no controla a todas las bases) contribuyen al desborde que también se produce en otras partes del país.
En Apurímac, por ejemplo, la violencia reciente estuvo a cargo de los “antauristas”, es decir los mismos reservistas que pocos años atrás protagonizaron el crimen del “andahuaylazo”. Además, es ya innegable que sí hay operando en el Perú infiltrados de Bolivia, Ecuador, Venezuela y Paraguay (donde debe rastrearse el origen de la postulada “Nueva República Andina de fronteras cerradas”).
En suma, hoy técnicamente el Perú está en una situación preinsurreccional que tiene raíces propias, pero vinculada a un complot internacional. Negarlo por pura politiquería o por posición ideológica afín al extremismo solo es explicable por desinformación o complicidad.
Usted, buen lector, verifique el discurso de ciertos politicastros y sus corifeos mediáticos y decida a quién le asigna cada una de esas etiquetas.
SAN JOSÉ, JUNIO DEL 2009
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