Por Augusto Álvarez Rodrich (Diario La República)
En contra de la peligrosa polarización del país
Hay que evitar que Alan García utilice los dos años finales de su presidencia con el fin de polarizar el país, de un modo peligroso, en dos bandos: los que están con él y los que están contra él.
El propio gobierno ya debería haber aprendido en el caso de las ‘leyes de la selva’ las consecuencias negativas de polarizar los debates en un todo o nada, lo tuyo o lo mío, sin explorar espacios intermedios, conversados o negociados.
A pesar de que las dirigencias amazónicas vinieron planteando, desde hace mucho tiempo, su discrepancia con la forma en que se aprobaron los decretos legislativos –sin consultarles– y con el fondo de los mismos, el gobierno los trató con desprecio y, cuando empezaron a subir la voz de la protesta, los calificaron de ignorantes, ‘perros del hortelano’, terroristas y conspiradores contra la democracia.
Al final, sin embargo, el gobierno tuvo que ceder en absolutamente todos los puntos que defendió con ardor y soberbia, perdió por K.O., tuvo que capitular y quedó, por sus propios errores, desairado, y con un problema político enorme.
Pero luego de ello, el ultrapresidente vuelve a la carga, como ayer, con el rollo de que las protestas realizadas en diferentes partes del país son expresiones de una conspiración internacional contra él. De este modo, el presidente contribuye, de un modo absurdamente arrogante, a polarizar el país en la disyuntiva simplona del estás conmigo o estás contra mí.
¿Por qué no puede haber espacio para los que creemos que algunas leyes –aunque sean positivas– deben consultarse; que nos parece mal el bloqueo de carreteras; que condenamos la indolencia de las autoridades incapaces que luego se lavan las manos; que nos duelen igual las muertes de policías y de ciudadanos; que no nos comemos el cuento sin fundamento de la conspiración internacional solo porque así lo quiere el presidente; que creemos que así como hay arremetidas de la ultraizquierda, también las hay de la ultraderecha?
El presidente García no quiere medias tintas e insiste en el todo o nada, en lo cual es secundado por los que apuestan por juegos de guerra para desconcertar al lector. Ese es, precisamente, el escenario que les conviene a los ultras de la orilla opuesta al gobierno.
El Perú es, felizmente, un país más rico, plural, variado y diverso del que nos proponen Alan García o Robert Huaynalaya, así como todos los ultras que andan sueltos. Hay que defender el derecho a no estar de acuerdo con todo lo que diga el gobierno sin que ello nos transforme en desestabilizadores de la democracia como andan sugiriendo el presidente y su entusiasta y prepotente collera mediática.
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