Por Federico Salazar
Han puesto el grito en el cielo. Han dicho que acusarán de apología del delito a Abimael Guzmán. Se han puesto muy estrictos.
Los voceros del gobierno acusan, también, a los editores del libro de Abimael Guzmán. Lo hacen con toda energía, la misma que falta a la hora de reprimir las acciones terroristas en el Vrae.
Escribir un libro no es ni puede ser considerado un delito. Publicarlo, tampoco.
El Código Penal considera criminal al que “públicamente hace la apología de un delito o de la persona que haya sido condenada como su autor o partícipe” (art. 316). “Apología” es defensa o exaltación, no mención o interpretación.
Abimael Guzmán es un genocida. Está preso. Como preso, tiene, sin embargo, derecho a escribir un libro. Y a publicarlo.
Los condenados no pierden todos sus derechos. Conservan algunos de los fundamentales; por ejemplo, el derecho a la vida. También, el que se refiere a “la libertad de opinión, expresión y difusión del pensamiento mediante la palabra oral o escrita” (art. 2.4 de la Constitución).
Para que Guzmán perdiera el derecho a escribir y publicar se habría requerido que el juez así lo dictaminara en la sentencia. Según su defensa, eso no ocurrió.
La consagración del delito de apología es, para mí, una aberración. Creo, como dice la Constitución, que no hay delito de opinión. Creo en la validez universal y absoluta de este dogma.
Al margen de mi creencia, sin embargo, está la ley. La ley, el Código Penal en este caso, no tipifica como delito la opinión, la interpretación o el pensamiento.
El pensamiento de Guzmán es equivocado. Pero, ¿cómo demostrar su error si no podemos leerlo?
¿Acaso la mejor manera de erradicar errores de pensamiento es escondiendo el pensamiento? Al contrario. Es necesario mostrar y demostrar, discutir e iluminar.
Al esconder un pensamiento (erróneo) sólo se logra darle una dignidad que no tiene. Sólo se logra evitar su discusión, sólo se logra su mitificación.
¿Queremos exaltar las ideas de Abimael Guzmán? ¿Negamos un derecho palmario para crear una víctima, un héroe, un mito?
El gobierno debe reprimir el terrorismo. No debe perder tiempo en cortinas de humo para disimular su ineficacia. No debe conculcar los derechos de nadie.
El gobierno se pone violento con los derechos de Guzmán y se muestra débil en la acción represiva en el Vrae. Debe ser al revés. El gobierno debe usar la violencia en la lucha contra la violencia y respetar los derechos de los que tienen derechos.
Defender en esto a Guzmán es defender el estado de derecho.
Han puesto el grito en el cielo. Han dicho que acusarán de apología del delito a Abimael Guzmán. Se han puesto muy estrictos.
Los voceros del gobierno acusan, también, a los editores del libro de Abimael Guzmán. Lo hacen con toda energía, la misma que falta a la hora de reprimir las acciones terroristas en el Vrae.
Escribir un libro no es ni puede ser considerado un delito. Publicarlo, tampoco.
El Código Penal considera criminal al que “públicamente hace la apología de un delito o de la persona que haya sido condenada como su autor o partícipe” (art. 316). “Apología” es defensa o exaltación, no mención o interpretación.
Abimael Guzmán es un genocida. Está preso. Como preso, tiene, sin embargo, derecho a escribir un libro. Y a publicarlo.
Los condenados no pierden todos sus derechos. Conservan algunos de los fundamentales; por ejemplo, el derecho a la vida. También, el que se refiere a “la libertad de opinión, expresión y difusión del pensamiento mediante la palabra oral o escrita” (art. 2.4 de la Constitución).
Para que Guzmán perdiera el derecho a escribir y publicar se habría requerido que el juez así lo dictaminara en la sentencia. Según su defensa, eso no ocurrió.
La consagración del delito de apología es, para mí, una aberración. Creo, como dice la Constitución, que no hay delito de opinión. Creo en la validez universal y absoluta de este dogma.
Al margen de mi creencia, sin embargo, está la ley. La ley, el Código Penal en este caso, no tipifica como delito la opinión, la interpretación o el pensamiento.
El pensamiento de Guzmán es equivocado. Pero, ¿cómo demostrar su error si no podemos leerlo?
¿Acaso la mejor manera de erradicar errores de pensamiento es escondiendo el pensamiento? Al contrario. Es necesario mostrar y demostrar, discutir e iluminar.
Al esconder un pensamiento (erróneo) sólo se logra darle una dignidad que no tiene. Sólo se logra evitar su discusión, sólo se logra su mitificación.
¿Queremos exaltar las ideas de Abimael Guzmán? ¿Negamos un derecho palmario para crear una víctima, un héroe, un mito?
El gobierno debe reprimir el terrorismo. No debe perder tiempo en cortinas de humo para disimular su ineficacia. No debe conculcar los derechos de nadie.
El gobierno se pone violento con los derechos de Guzmán y se muestra débil en la acción represiva en el Vrae. Debe ser al revés. El gobierno debe usar la violencia en la lucha contra la violencia y respetar los derechos de los que tienen derechos.
Defender en esto a Guzmán es defender el estado de derecho.
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