Se cumple un nuevo aniversario de la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad, sin duda el documento más trascendente para los peruanos en lo que va del siglo. Una buena ocasión para dialogar con Salomón Lerner, ex presidente de la CVR.
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Federico de Cárdenas
Federico de Cárdenas
Llegamos al sexto aniversario de la entrega del Informe de la CVR. ¿Qué reacción te suscita?–Diría que sentimientos encontrados. De un lado, la confirmación íntima de que se hizo un buen trabajo y que la CVR entregó un documento de referencia para la vida del país, un texto del cual no tenemos nada de qué arrepentirnos en el sentido de haber distorsionado ni planteado tesis que favorecieran la violencia.
Pero frente a esa convicción no puedo dejar de sentir también una frustración por la respuesta de la sociedad y del Estado. Ese manto de olvido y de indiferencia que denunciamos respecto de lo que sucedía en los años de violencia en el interior del país. Se quiere dar por zanjado un periodo de nuestra historia que debe ser analizado, servir de punto de partida para una superación de nuestra vida social.
Felizmente existe una serie de instituciones y personas que no se olvidan del Informe y que dedican su vida a denostarlo. De una manera –aunque sea paradójica– lo mantienen con vida y colaboran a que tenga vigencia.
Al atacar el Informe se hacen defensores del recuerdo y hacen que la gente lo lea. Entonces se dan cuenta de que en él no se defiende terroristas y se condena de modo frontal a SL y su ideología totalitaria y demencial, identificándolo como responsable de la violencia y principal violador de los DDHH.
Al mismo tiempo se destaca la labor de las FFAA y PNP como defensores de la sociedad, aunque esto no significa que se acepte ciertos actos violatorios de los DDHH cometidos como resultado de una mala estrategia.–El Informe, por otra parte, también responsabiliza a la izquierda peruana. Con lo cual no resulta cierto que tenga una visión sesgada.–Así es.
Responsabilizamos a la izquierda por no haber tomado distancias con la lucha armada planteada por SL cuando este surge, porque jugaron a dos tableros: el de la democracia y el de la lucha armada.
Claro, luego se dan cuenta de que las primeras víctimas de esa violencia son ellos, pues SL rechazaba a la izquierda en su totalidad.–Me hablabas de sentimientos encontrados...–Sí. Es satisfacción ante el deber cumplido, por haber dejado al país un documento que retrata una época de violencia y sus antecedentes e indica caminos de salida mediante reformas y reparaciones, un camino que señala lo que se puede hacer para que exista inclusión entre peruanos.
Y también es frustración por lo que ya te dije.–La CVR disponía de un periodo determinado para realizar su trabajo. ¿Hay algo que dejaron de hacer?–Muchas cosas. Creo que debimos tomar más testimonios. Fueron cerca de 18,000, pero pudimos incrementarlos. Debimos haber hecho una mayor difusión de nuestra tarea a través de los medios, de modo que se entendiera cuáles eran las metas.
Y debimos vincularnos más a la población afectada porque –y esto se comprobó a posteriori– la gente de provincias nos comprendió mal. Creyeron que la CVR era la institución que venía a dar reparaciones. Como ellas no llegaron por la indiferencia del Estado, muchos culpabilizan a la Comisión. Pese a lo anterior, sigo pensando que una Comisión como la CVR debe tener tiempo de vida limitado.
No puede permanecer investigando años y, además, debe hacer un pronunciamiento lo más abierto posible, sin cerrarse a ningún aspecto de la realidad y rehuyendo cualquier dogmatismo.–¿En qué diferenciarías el Informe peruano de aquellos realizados por las Comisiones conformadas en Chile, Argentina, Guatemala o Sudáfrica?–Nuestro Informe contiene algunas reflexiones filosóficas.
Una de ellas es sobre la verdad. Señalamos que la verdad que buscábamos no era una teorética; tampoco una verdad estadística o científica sino una verdad moral, porque nuestra investigación tenía que ver con actos humanos y, por tanto, con responsabilidades. Como verdad moral no se situaba tanto en la perspectiva de lo cierto y lo falso. Lo tomábamos en cuenta, claro, pero no para llegar a una verdad inmutable, sino a una de diálogo, una verdad común, al servicio de la sociedad y completable por una memoria fiel y ética.
Mientras no exista esta rememoración colectiva, quedará incompleta.Reparaciones y procesos–El tema de las reparaciones, ya lo has adelantado, es un punto álgido. ¿Existe alguna diferencia entre el gobierno de Toledo y el actual en el trato dado?–Ninguna. Lo que hay de común en ambos es la promesa de las reparaciones y el incumplimiento de las mismas. Toledo, al mes y medio del Informe, pidió perdón a nombre del Estado y señaló que habría reparaciones, pero solo colectivas.
Al final no hubo nada. Debo señalarlo, aunque no es mi intención pelear con el ex presidente, que nos dejó trabajar con entera libertad y sin intervenir para nada. Con García estuve en Huanta, y también le escuché prometer reparaciones. Su gobierno confunde con habilidad reparaciones con gasto social.
–¿Y en el caso de algunos procesos sobre casos emblemáticos de abuso de los DDHH que la población recomendó?–Algunos se han judicializado y otros están en trámite. La CVR eligió solo 47 casos representativos, pues ante la magnitud de juicios que debieran realizarse nos limitamos. Puede decirse que en el terreno de lo simbólico se ha hecho justicia. Los cometidos por los terroristas fueron juzgados.
Para avanzar en los restantes, como indicamos –y no es que les tuviéramos inquina a las FFAA– es necesario identificar a sus autores, que trabajaban bajo alias y de los que se dice no pueden ser revelados porque los archivos han sido destruidos. También es cierto, de otro lado, que con el proceso y condena a Fujimori por sus violaciones a los DDHH se ha avanzado mucho en el terreno simbólico, al ser el principal responsable –desde su cargo de Jefe del Estado– de esas violaciones.
Un lugar de memoria–Pasemos a ver lo del Museo. En un comienzo una negativa rotunda del gobierno a autorizarlo y luego hubo una saludable rectificación, resultado del diálogo entre MVLL y el presidente García.–Previamente hubo un artículo muy fuerte de Mario contra el rechazo y también una carta pública que él encabezaba, reprochando al gobierno su resistencia.
–Me decías que no es exactamente la idea del Museo la que está prosperando.
–Sí, y vale la pena aclararlo, porque ya han habido malas interpretaciones y ataques infundados. No se trata propiamente de un museo, sobre todo si es que se asocia la palabra a la relación que puede entablar alguien que visita un lugar para tomar conocimiento de un pasado que ya se alejó y no le concierne.
Para nosotros –hablo de la comisión ad hoc– tiene que ser un lugar vivo, que hable a la persona que lo visite no solo del pasado sino sobre todo del presente; que lo haga pensar que esos 20 años de violencia son consecuencia de una historia; en suma, que hay un antes y un después y que queda una tarea por hacer.
Lo concebimos como un lugar al cual puedan acudir investigadores, o gente que quiera saber más de lo que ocurrió y acaso ubicar la huella de un familiar desaparecido en los años de violencia. También será un lugar donde se muestre el trabajo de artistas de mucho talento que han trabajado sobre el tema de la violencia y han logrado obras significativas en las artes plásticas, el arte popular, la música, el cine, etc.
–Están bastante alejados de la idea tradicional de lo que puede ser un museo.–Así es, por eso resulta fuera de lugar la polémica que se intenta hacer sobre museos de la memoria sembrados en todo el país –que además ya existen en Huamanga y otros lugares–. Se trataría más bien de exposiciones itinerantes.Verdad y reconciliación
–¿Que responderías a aquellos que objetan el trabajo de la CVR diciendo que insistieron en la verdad pero descuidaron la reconciliación?–Fue Toledo quien, con buena intención y escuchando una voz sabia como la de Hubert Lanssiers, agregó el término de reconciliación. Todos entendimos que no hay reconciliación sin verdad y que esta última conduce a ella. Nadie puede reconciliarse en el error.
Pero –lo decimos en el Informe– del mismo modo como no nos tocaba reparar a las víctimas ni reformar el Estado, tampoco nos tocaba la tarea de reconciliar a los peruanos, una tarea de muchos años, sino plantear los caminos que conduzcan a la reconciliación, un proceso largo y penoso que se dará cuando todos sean ciudadanos de pleno derecho y podamos procesar nuestras discrepancias con tolerancia, respeto y sin exclusiones.
–¿Estás de acuerdo con la idea de que el Informe hizo posible que se iniciara un proceso de duelo que no ha terminado?
–Sí. Es un proceso de duelo que, además, no debiera limitarse a 20 años sino abarcar una historia que tenemos que cambiar. Una historia en la que la mujer, el indio, el cholo, el negro, el pobre, el campesino han sido reunidos bajo el concepto que acuñó Gustavo Gutiérrez: los in-significantes, los que nada significan. Quiero decir que el duelo no debe manifestarse solo como pesar, sino como impulso para hacer algo con ese dolor y lograr que las cosas cambien.
Perfil•
Profesión: Filósofo y docente universitario.• Estudios: Letras, Derecho y Filosofía. Bachiller en Derecho por la PUCP. Doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina (Bélgica).• Cargos: Ex rector de la PUCP (1994-2004), de la que es rector emérito. Ex presidente de la CVR. Ex presidente de la Unión de Universidades de América Latina (UCAL). Presidente de la Sociedad Filarmónica y de la Filmoteca de de la PUCP. Docente de filosofía. Miembro electo de la Academia Peruana de la Lengua.
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